/ viernes 27 de marzo de 2020

Cultura sin corona en tiempos del corona

Estamos experimentando una peculiar situación, una realidad hasta cierto punto inédita

Estamos experimentando una peculiar situación, una realidad hasta cierto punto inédita (aunque más o menos cercana a aquella surrealista que vivimos con el H1N1, en la que llegamos a usar sin parar, sí o sí, tapabocas y gel antibacterial ante lo pavoroso del desconocimiento de la letalidad de ese virus desconocido en aquel concreto momento), en donde un virus nuevo, el coronavirus (Covid-19), cuyo epicentro fue ubicado en un mercado de pescados y mariscos en Wuhan, China, ahora está teniendo efectos devastadores en los sectores vulnerables de prácticamente todo el orbe.

En pocos días hemos tenido una gigantesca avalancha de información, más allá de lo estrictamente científico y médico, cuya asimilación, por lo mismo, ha sido muy lenta, contradictoria y confusa.

No obstante, independientemente de las contradicciones, las confusiones, la politización y la propagación del temor en masa, ha vuelto a aparecer un fenómeno que ya se ha convertido en el sello de la casa del México moderno. La solidaridad de la gente, la sororidad, la comprensión, la empatía y el todo dar sin nada recibir han sido lecciones que nos han brindado amplios sectores de la sociedad en general y de la comunidad cultural en particular.

Más allá de ciertos artículos de opinión que exaltan o que minimizan las repercusiones del confinamiento social total (una realidad que impuso China –por el sistema político comunista que tiene– y a la que se ha acercado Europa en el último par de semanas), el hecho es que la comunidad cultural de México reaccionó mucho más rápido que cualquier política pública puntual del gobierno federal para enfrentar la propagación del Covid-19.

Los primeros llamados para comenzar a llevar a cabo un confinamiento masivo voluntario provinieron de organizaciones, de asociaciones, de artistas y de creadores, desde sus redes sociales.

Es curioso, pero luego del silencio por la poca ayuda real que recibieron mexicanos radicados en China por parte de nuestro país (hubo videos en donde se gritaba por esa ayuda, casi en tono de terrorífica súplica), sobrevino una fuerte voz escandalosa de alerta por lo que el virus ya estaba haciendo en Europa, un lugar con el que México tiene muchos más vínculos comerciales, de negocios y culturales. Acaso por eso.

Así, la voz de alarma comenzaba a prevalecer con todo su estruendo cuando, casi inmediatamente después, de la mano, vino también la de la especial mesura, la de la invitación a tranquilizarnos, la de brindarnos nuevos paradigmas, un terreno donde echar raíces, la de hacer de esta crisis una ventana de reflexión, una puerta que diera paso a nuevas oportunidades, unos cimientos completamente inéditos.

Vista así, la propuesta ante la pandemia es simple. Una casa nueva, pues, desde donde podamos mirar el mundo y hacia donde el mundo, que ya será otro, pueda dirigir su mira, la dirección de sus ojos. Un encuentro, un intercambio de miradas, un reconocimiento de los agravios mutuos, pero, sobre todo, el renovado otorgamiento sincero de un pacto, de un nuevo pacto en el cual todos podamos firmar como nuevas personas, las nuevas personas que seremos (que tendríamos que ser) luego de esta crisis.

No obstante, antes de que esto suceda, pues aún nos encontramos en plena crisis, los artistas invitamos, nos invitan, los están invitando a experimentar el confinamiento desde miles de universos que rebasan el concepto clásico de encierro, de casa, de jaula, de soledad, de las cuatro paredes justo para pensar, pensar-nos, pensar-los, reflexionar, reflexionar-nos, reflexionar-los, preparar, preparar-nos, preparar-los… soñar, soñar-nos, soñar-los. Me remito a Facebook, aclaro.

Así lo hace desde esa plataforma el gran pintor Raúl Sangrador, quien desde el Centro de Estudios Pictóricos de la Universidad Autónoma de Querétaro, lanza a la comunidad pictórica del país la convocatoria a la expo colectiva El tiempo incierto, que abarcará obras en donde los pintores plasmarán, a decir de Sangrador, “la emoción, las visiones de incertidumbre, durante el confinamiento, el temor o las nuevas utopías por venir”. Los pintores crearán desde el encierro.

El artista visual Juan Berruecos realiza un post, haciendo un llamado en realidad, de Arte en Resistencia Cuarentena COVID-19, para ayudar a maestros, a artistas y a ciudadanos que viven al día donando alimentos no perecederos.

Foto: AFP

Las periodistas culturales Adriana Malvido y Angélica Abelleyra, fundadoras, junto con otros colegas, del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu) no hace mucho anunciaron la creación de una columna especial en el portal de dicho grupo, Paso Libre. La columna se llama “Coronacrónicas Antivirulianas”, un espacio en donde parte de la comunidad cultural e intelectual está reflexionando, desde lo serio hasta lo lúdico, sobre la época difícil por la que estamos pasando.

Diferentes traductores literarios como Claudia Cabrera, Paula Abramo, Arturo Vázquez Barrón, Sharbel Pimentel, Karla Esparza, Edith Verónica Luna, Mar Gámiz Vidiella y Cristina Rascón, todos miembros de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios, Ametli, no sólo suben información sobre el Covid-19 a sus muros, sino que hacen invitaciones y realizan sugerencias lúdicas, reflexivas, traductológicas y literarias para poder pasar la obligada cuarentena lo mejor posible.

La Sociedad General de Escritores de México, la Sogem, y su Casa del Escritor, constantemente emiten comunicados y transmiten recomendaciones relacionadas con el coronavirus. Está de más decir que de ahí egresaron Vicente Leñero, Víctor Hugo Rascón Banda, Emilio Carballido, entre otros.

Foto: AFP

Por su manera cada vez más íntima de abordar los temas, bien vale la pena leer “La letra desobediente”, la columna que el editor y periodista cultural, Braulio Peralta, sube a su muro todos los lunes, y sí, leer La amistad del lobo, por ejemplo, nos hará mirar un virus de manera muy distinta.

El escritor Antonio Ortuño que, desde la irreverencia, por sus post, hasta la formalidad, por su columna “Combat Rock”, nos hace reflexionar sobre la realidad poniendo en blanco y negro lo absurdo y, en ocasiones, lo ridículo de ciertos comportamientos y declaraciones, sobre todo en estos tiempos de Nosotros y la pandemia, una de sus últimas colaboraciones.

Magali Tercero, Rowena Bali y, en fin, muchas escritoras, arquitectos y artistas de diversa índole, constantemente suben a sus muros ligas y recomendaciones sobre exposiciones virtuales, master class en línea, descargas gratuitas de libros electrónicos…

Estamos, pues, en cuarentena, en pleno confinamiento. Sin esperar a que el gobierno reaccionara, los artistas lanzaron una convocatoria a quedarnos en casa para que construyamos, curiosamente, otra, otra casa desde donde podamos soñar, soñar-nos, soñar-los… Renacer.

Foto: AFP

Los artistas están ayudando a construir una nueva casa, están creando un nuevo reino y muy poco o nada se les ha reconocido en ese relevante aspecto. Una vez más, reyes desnudos, sin corona. Sin embargo, ya han rebasado la obra negra. Ya la tienen esbozada. Una nueva morada. Aún no tiene bien definidas ni puertas ni ventanas, no obstante, el nuevo mundo por emerger ya tiene puesta justo en ella su mirada.

Por lo pronto, nos paramos, nos sentamos, nos lavamos, estornudamos, nos espantamos, nos tranquilizamos, gel nos echamos, al mismo punto volamos… existencia pesada.

Traduzco a Hélène Rioux y, por momentos hago pausas para acercarme a Borges escuchando a Pligia. Es eterna a veces la madrugada.

La cultura está viva, aún en medio de esta oscura y momentánea nada.

Estamos experimentando una peculiar situación, una realidad hasta cierto punto inédita (aunque más o menos cercana a aquella surrealista que vivimos con el H1N1, en la que llegamos a usar sin parar, sí o sí, tapabocas y gel antibacterial ante lo pavoroso del desconocimiento de la letalidad de ese virus desconocido en aquel concreto momento), en donde un virus nuevo, el coronavirus (Covid-19), cuyo epicentro fue ubicado en un mercado de pescados y mariscos en Wuhan, China, ahora está teniendo efectos devastadores en los sectores vulnerables de prácticamente todo el orbe.

En pocos días hemos tenido una gigantesca avalancha de información, más allá de lo estrictamente científico y médico, cuya asimilación, por lo mismo, ha sido muy lenta, contradictoria y confusa.

No obstante, independientemente de las contradicciones, las confusiones, la politización y la propagación del temor en masa, ha vuelto a aparecer un fenómeno que ya se ha convertido en el sello de la casa del México moderno. La solidaridad de la gente, la sororidad, la comprensión, la empatía y el todo dar sin nada recibir han sido lecciones que nos han brindado amplios sectores de la sociedad en general y de la comunidad cultural en particular.

Más allá de ciertos artículos de opinión que exaltan o que minimizan las repercusiones del confinamiento social total (una realidad que impuso China –por el sistema político comunista que tiene– y a la que se ha acercado Europa en el último par de semanas), el hecho es que la comunidad cultural de México reaccionó mucho más rápido que cualquier política pública puntual del gobierno federal para enfrentar la propagación del Covid-19.

Los primeros llamados para comenzar a llevar a cabo un confinamiento masivo voluntario provinieron de organizaciones, de asociaciones, de artistas y de creadores, desde sus redes sociales.

Es curioso, pero luego del silencio por la poca ayuda real que recibieron mexicanos radicados en China por parte de nuestro país (hubo videos en donde se gritaba por esa ayuda, casi en tono de terrorífica súplica), sobrevino una fuerte voz escandalosa de alerta por lo que el virus ya estaba haciendo en Europa, un lugar con el que México tiene muchos más vínculos comerciales, de negocios y culturales. Acaso por eso.

Así, la voz de alarma comenzaba a prevalecer con todo su estruendo cuando, casi inmediatamente después, de la mano, vino también la de la especial mesura, la de la invitación a tranquilizarnos, la de brindarnos nuevos paradigmas, un terreno donde echar raíces, la de hacer de esta crisis una ventana de reflexión, una puerta que diera paso a nuevas oportunidades, unos cimientos completamente inéditos.

Vista así, la propuesta ante la pandemia es simple. Una casa nueva, pues, desde donde podamos mirar el mundo y hacia donde el mundo, que ya será otro, pueda dirigir su mira, la dirección de sus ojos. Un encuentro, un intercambio de miradas, un reconocimiento de los agravios mutuos, pero, sobre todo, el renovado otorgamiento sincero de un pacto, de un nuevo pacto en el cual todos podamos firmar como nuevas personas, las nuevas personas que seremos (que tendríamos que ser) luego de esta crisis.

No obstante, antes de que esto suceda, pues aún nos encontramos en plena crisis, los artistas invitamos, nos invitan, los están invitando a experimentar el confinamiento desde miles de universos que rebasan el concepto clásico de encierro, de casa, de jaula, de soledad, de las cuatro paredes justo para pensar, pensar-nos, pensar-los, reflexionar, reflexionar-nos, reflexionar-los, preparar, preparar-nos, preparar-los… soñar, soñar-nos, soñar-los. Me remito a Facebook, aclaro.

Así lo hace desde esa plataforma el gran pintor Raúl Sangrador, quien desde el Centro de Estudios Pictóricos de la Universidad Autónoma de Querétaro, lanza a la comunidad pictórica del país la convocatoria a la expo colectiva El tiempo incierto, que abarcará obras en donde los pintores plasmarán, a decir de Sangrador, “la emoción, las visiones de incertidumbre, durante el confinamiento, el temor o las nuevas utopías por venir”. Los pintores crearán desde el encierro.

El artista visual Juan Berruecos realiza un post, haciendo un llamado en realidad, de Arte en Resistencia Cuarentena COVID-19, para ayudar a maestros, a artistas y a ciudadanos que viven al día donando alimentos no perecederos.

Foto: AFP

Las periodistas culturales Adriana Malvido y Angélica Abelleyra, fundadoras, junto con otros colegas, del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu) no hace mucho anunciaron la creación de una columna especial en el portal de dicho grupo, Paso Libre. La columna se llama “Coronacrónicas Antivirulianas”, un espacio en donde parte de la comunidad cultural e intelectual está reflexionando, desde lo serio hasta lo lúdico, sobre la época difícil por la que estamos pasando.

Diferentes traductores literarios como Claudia Cabrera, Paula Abramo, Arturo Vázquez Barrón, Sharbel Pimentel, Karla Esparza, Edith Verónica Luna, Mar Gámiz Vidiella y Cristina Rascón, todos miembros de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios, Ametli, no sólo suben información sobre el Covid-19 a sus muros, sino que hacen invitaciones y realizan sugerencias lúdicas, reflexivas, traductológicas y literarias para poder pasar la obligada cuarentena lo mejor posible.

La Sociedad General de Escritores de México, la Sogem, y su Casa del Escritor, constantemente emiten comunicados y transmiten recomendaciones relacionadas con el coronavirus. Está de más decir que de ahí egresaron Vicente Leñero, Víctor Hugo Rascón Banda, Emilio Carballido, entre otros.

Foto: AFP

Por su manera cada vez más íntima de abordar los temas, bien vale la pena leer “La letra desobediente”, la columna que el editor y periodista cultural, Braulio Peralta, sube a su muro todos los lunes, y sí, leer La amistad del lobo, por ejemplo, nos hará mirar un virus de manera muy distinta.

El escritor Antonio Ortuño que, desde la irreverencia, por sus post, hasta la formalidad, por su columna “Combat Rock”, nos hace reflexionar sobre la realidad poniendo en blanco y negro lo absurdo y, en ocasiones, lo ridículo de ciertos comportamientos y declaraciones, sobre todo en estos tiempos de Nosotros y la pandemia, una de sus últimas colaboraciones.

Magali Tercero, Rowena Bali y, en fin, muchas escritoras, arquitectos y artistas de diversa índole, constantemente suben a sus muros ligas y recomendaciones sobre exposiciones virtuales, master class en línea, descargas gratuitas de libros electrónicos…

Estamos, pues, en cuarentena, en pleno confinamiento. Sin esperar a que el gobierno reaccionara, los artistas lanzaron una convocatoria a quedarnos en casa para que construyamos, curiosamente, otra, otra casa desde donde podamos soñar, soñar-nos, soñar-los… Renacer.

Foto: AFP

Los artistas están ayudando a construir una nueva casa, están creando un nuevo reino y muy poco o nada se les ha reconocido en ese relevante aspecto. Una vez más, reyes desnudos, sin corona. Sin embargo, ya han rebasado la obra negra. Ya la tienen esbozada. Una nueva morada. Aún no tiene bien definidas ni puertas ni ventanas, no obstante, el nuevo mundo por emerger ya tiene puesta justo en ella su mirada.

Por lo pronto, nos paramos, nos sentamos, nos lavamos, estornudamos, nos espantamos, nos tranquilizamos, gel nos echamos, al mismo punto volamos… existencia pesada.

Traduzco a Hélène Rioux y, por momentos hago pausas para acercarme a Borges escuchando a Pligia. Es eterna a veces la madrugada.

La cultura está viva, aún en medio de esta oscura y momentánea nada.

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