Los cormoranes, expertos cazadores de plumaje negro, sobrevuelanen grandes bandadas el lago salvadoreño de Suchitlán, arrebatandotilapias, bagres y cualquier otra especie, mientras los pescadoresartesanales de la zona buscan eliminarlos para poner a salvo suprincipal recurso de subsistencia.
Establecidas en la isla de Los Pájaros, las bulliciosas aves decuello y cola largos, parientes de los pelícanos, empezaron allegar a la localidad salvadoreña en una escala de sus vuelosmigratorios y acabaron quedándose en el lago, a cuyo hábitat sehan adaptado de maravilla.
Para pescar, las bandadas se desplazan en simétricasformaciones sobre el agua, proporcionando un espectáculo queatrapa la atención de los turistas, pero que causa desesperacióne impotencia a los pescadores locales.
“Es demasiada la plaga y no hay manera de poderlos envenenarporque se contaminaría el pescado, allí solamente que apearlos ymatarlos”, declara a la AFP Manuel Gómez, un veterano pescadorde 78 años.
Estudios del Ministerio de Medio Ambiente estiman que unas 8 milfamilias pobres del área lacustre se ven afectadas por las aves,que cazan los peces que ellos pescan.
Conocido por los lugareños como “pato chancho” por sugruñido similar al de los cerdos, el cormorán (Phalacrocoraxbrasilianus) está dejando en situación crítica a las especies devalor comercial que se reproducen en el lago Suchitlán.
Investigaciones del Ministerio de Medio Ambiente estiman que en2012 los cormoranes conformaban una población de 30.000 individuosen el lago Suchitlán, ubicado a unos 40 km al noreste de SanSalvador, cerca de la ciudad colonial de Suchitoto, que en Nahuatlsignifica “lugar del pájaro flor”.
Nutrido por las aguas del caudaloso río Lempa, el Suchitlán esun lago artificial de 13.500 hectáreas que sirve de embalse a lacentral hidroeléctrica Cerrón Grande y que en 2005 fue declaradohumedal de importancia internacional por la Convención Ramsar.
En su lancha frente al lago, Gómez lamenta la dificultad deenfrentar a los cormoranes porque “no comen pescado muerto, solopescado vivo” y lo más grave es que en poco tiempo “se va aacabar el pescado”.
Carlos Anzora, de 76 años, otro desconsolado lugareño quepesca de forma manual a la orilla del lago, reflexiona sobre lacompleja situación que ha generado la proliferación descontroladade las aves.
“No hay peces por los patos, ellos se comen el pescadopequeño y se lo van acabando hasta terminarlo, pero también esuna lástima terminar con los patos pues ellos no tienen laculpa”, dijo Anzora a la AFP.
El hombre recuerda que años atrás en las aguas del lago eracomún observar peces “grandotes”, pero hoy con los cormoraneseso está acabando.
- Restablecer equilibrios -
Según las autoridades ambientales, los cormoranes consumen 1,13toneladas de pescado por día, que a precios de mercado representan3.963 dólares diarios, cerca de 1,5 millones al año.
Desde enero pasado, el ministerio ejecuta un protocolo para el“manejo y control” de las aves en el humedal, que incluyeconteos trimestrales de nidos para hacer estimaciones de lapoblación.
Además, técnicos en el terreno aplican la técnica de“esfinge”, que consiste en dejar colgando un espécimen muertopara ahuyentar al resto de aves de la misma especie.
También se han liberado depredadores silvestres en las zonas deanidación con la esperanza de que eliminen huevos y polluelos,pero la medida prácticamente no ha dado resultados.
En casos extremos, agrupaciones de tiradores aficionados llegana las islas en busca de hacer blanco con los cormoranes que, pese atodo, siguen con sus vuelos rasantes sobre el lago, arrebatando elpescado a las comunidades humanas.