Cuando cayó su imperio bancario también fue olvidado por la clase financiera, la élite política y sus amigos, pero antes fue acusado, perseguido y encarcelado por años en el extranjero.
Pero las revanchas en los negocios también son parte de su historia. Hoy, a sus 68 años reaparece con sus millones de dólares y con un nuevo gobierno que entre su agenda gubernamental no está la venganza ni regresar al pasado.
Su nombre es Carlos Efraín de Jesús Cabal Peniche, un empresario desconocido que nació en Mérida en 1953 y heredó en 1983 los negocios de su padre Carlos Cabal Mérito, un comerciante y hotelero tabasqueño.
Con la administración de Carlos Salinas de Gortari, Cabal Peniche ganó notoriedad, fama y relaciones que lo encumbraron como un visionario bancario e inversionista de la nueva clase gobernante.
La élite capitalista neoliberal y financiera de México estaba integrada por nombres como Raúl Salinas de Gortari, José Ángel Gurría, Ernesto Zedillo, Guillermo Ortiz, Alonso Ancira o José Madariaga Lomelí, pero la estrella era Carlos Cabal Peniche.
Como inversionista en el salinismo en menos de un sexenio compró el banco BCH y Cremi y creó el Banco Unión.
Pero su éxito concluyó al terminar el sexenio de Salinas de Gortari. Cabal Peniche fue detenido en Australia, donde pasó siete años en prisión.
En 2001 fue extraditado a México, por el cargo de fraude bancario, donde después de ocho años, fue absuelto.
ASCENSO Y CAÍDA
Cabal Peniche estudió en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México entre 1976 y 1980), donde contactó con jesuitas e hizo relaciones; y en la Universidad Anáhuac conoció a Luis Donaldo Colosio y a Diana Laura Riojas.
Para 1983, el empresario regresó a Villahermosa, Tabasco, para administrar los negocios de su padre, quien le presentó y lo relacionó con sus amistades, referencias y conexiones políticas y financieras, pero las empresas de los Cabal quebraron a finales de 1984.
Viajó a Campeche e inició negocios en Ciudad del Carmen, con Mariscos Procesados, Fundación Unión Caribe, Electrovisión y Tecnología, Ships TSM, Expomar (que substituye a Fundación Unión Caribe), Varaderos del Golfo, Kam Bull, y la que sería su primera incursión en el comercio de exportación de mariscos, la empresa PROMO-SEA, que le competía a Ocean Garden de San Diego, California y una paraestatal de Bancomext, en la exportación de camarón y que tenía oficinas en Miami.
Los reportes periodísticos de 1991 señalan que en ese año compró acciones del BCH, pagó 878 millones de pesos y lo convirtió en Banco Unión. Para 1993 adquirió el 76 por ciento de las acciones de Cremi, que al final se llamó Grupo Cremi-Unión, y un año antes compró Del Monte Fresh Produce NV, comercializadora de frutas.
Cabal fue llevado por Carlos Hank Rhon, quien era dueño del Laredo National Bank , a los círculos bancarios de Estados Unidos; para entonces Cabal estaba considerado como el empresario modelo del sexenio de Salinas de Gortari.
El tabasqueño consolidó un coto de poder al interior de Banca Unión, al integrar como accionistas a David Ibarra, quien fue secretario de Hacienda, con José López Portillo; David Gustavo Gutiérrez, exdirector de la desaparecida Fertimex y exgobernador de Quintana Roo; Jorge Hank Rhon, hijo de Carlos Hank González; Enrique Martínez y Martínez exgobernador de Coahuila, así como Federico de la Madrid, hijo del expresidente Miguel de la Madrid.
Da la casualidad que (Cabal) es mi paisano, pero eso no significa ningún tipo de relaciónAndrés Manuel López Obrador / Presidente de México
Las empresas del entonces empresario modelo de la familia Salinas de Gortari, crecieron por diversos países, Chile, Argentina, y ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Londres, Zurich y Hong Kong.
La caída no tardó mucho. Comenzó en 1993, al disponer del recurso de ahorradores, con autopréstamos y conceder préstamos a particulares que no contaban con garantías de pago.
Sus bancos fueron intervenidos en 1994, por violar la Ley de Instituciones de Crédito, lo que implicaba una pena de tres a 12 años de prisión.
Su estrella se apagó cuando se convirtió en prófugo de la ley en 1994; la autoridad mexicana lo acusó de haber malversado 700 millones de dólares de su grupo financiero mediante préstamos a él mismo. También fue acusado de formar parte de los empresarios que se beneficiaron con el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa).
El exbanquero tejió una red de complicidad e influencias de empresarios, políticos y banqueros, como Ángel Isidoro Rodríguez Sáez, de Banpaís; Jorge Lankenau Rocha, de Grupo Financiero Ábaco; Gerardo de Prevoisin, Pablo Madero O ́Brien; de Pargma; y Eduardo Mariscal, de Havre.
Hasta el momento, todos los banqueros fueron investigados por las autoridades financieras y judiciales, pero ninguno recibió sentencia.
Los reportes policiales de la época señalan que la policía mexicana le había seguido la pista a Cabal Peniche desde 1995, cuando se encontraba en España, y luego en Estados Unidos, y finalmente en Australia. Cuando dejó México en 1994, el valor de su imperio ascendía a dos mil millones de dólares.
Luego de huir de México con su esposa y cuatro hijos, fue visto en Key West, Florida, y en Francia. Logró escapar en un intento de captura en España. Las pesquisas mexicanas en ese año lo ubicaban en Miami, en Puerto Rico, Argentina y luego en Australia.
En mayo de 1999, la revista Milenio Semanal, publicó que Cabal Peniche dijo que aportó 15 millones de dólares a la campaña presidencial de Luis Donaldo Colosio, cinco millones más a la de Ernesto Zedillo y otros cinco millones al tabasqueño, Roberto Madrazo.
REGRESO PÚBLICO
Carlos Cabal reapareció en 2014 en su natal Tabasco para anunciar, junto con el exgobernador perredista, Arturo Núñez Jiménez, inversiones en el campo, y el año pasado acudió a Guerrero para comprar y almacenar mango y coco de exportación.
Pero la pandemia representó una oportunidad inmejorable para volver a las grandes ligas de los negocios en México.
El entorno es complejo, pues el país tiene un nuevo gobierno de izquierda, urgido de capital e inversión, con empresarios quebrados por la crisis mundial, lo que le permitió inyectar recursos en en Radiópolis, a través de Grupo Coral, y en Interjet, ambas empresas de la familia Alemán.
Su reaparición fue comentada en Palacio Nacional, en la conferencia mañanera, un escaparate cotidiano de cobertura nacional con el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ahí le preguntaron al Ejecutivo si era cierto que el empresario Carlos Cabal Peniche estaba interesado en participar en la instalación de los cajeros automáticos para el Banco de Bienestar, una institución bancaria gubernamental que dispersa recursos de programas sociales.
“No tengo información sobre eso. Nosotros cuidamos que todos estos procesos se hagan de manera transparente y cuando vemos que hay algo extraño, que no se puede explicar, se revisa y se rectifica; es decir, puede haber contratos, convenios, ya cuando se detecta de que no son las mejores empresas o hay pagos indebidos o hay posibilidad de corrupción, se interviene y se cancela cualquier operación. Tenemos que evitar la corrupción, que no nos pase lo que sucedía en los gobiernos anteriores.
Le repitieron la pregunta a López Obrador ¿Sería extraño que quisiera participar? “Sí, no tiene nada que ver con nosotros. Da la casualidad que es mi paisano, pero eso no significa ningún tipo de relación. Yo no protejo a nadie. Yo tengo relaciones de amistad, pero no de complicidad con nadie. No llegué aquí con el apoyo de grupos de intereses creados, no llegué aquí porque recibí dinero de hombres de negocios; llegué aquí con el apoyo del pueblo, mi único amo es el pueblo de México. Por eso soy libre, no hay compromiso con ningún grupo de interés creado y sostengo que se tiene que acabar por completo con la corrupción’’.
También este año, un grupo de inversionistas liderado por Cabal Peniche inyectó 150 millones de dólares a la empresa de aviación Interjet para fortalecer sus operaciones frente a la crisis de la pandemia y económica. También adquirió acciones de Grupo Radiópolis, una empresa que está en disputa entre Grupo Coral, que compró la mitad de las acciones a Televisa, y la española Grupo Prisa.
La segunda historia apenas inicia, el grupo español Prisa, dueño de 50 por ciento de las acciones de Grupo Radiópolis, acusó que los socios mexicanos pretenden quedarse con el control editorial de la cadena de radio que opera 17 estaciones, entre las que destacan W Radio, La Ke-Buena y Los 40 Principales.
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