/ lunes 7 de agosto de 2017

Juan Villoro, un dramaturgo del tercer acto

Por Adolfo López

La voz deJuan Villoro bien puede escucharse en medio de una discusión sobrepolítica, música, fútbol, cultura o filosofía como unaautoridad referente dentro de los acontecimientos nacionales einternacionales, pero su desempeño en la dramaturgia apenas tieneunos cuantos años a pesar de que su interés en ella tiene más decuatro décadas. Y a propósito del estreno de su obraLa desobediencia de Marte, el autor comparte con ElSol de México su camino en ladramaturgia.

Los inicios

Juan Villoro no comenzó como elperiodista que hoy reconocemos. El autor recuerda que en susinicios, cuando tenía 14 o 15 años “editaba un periódico enmimeógrafo que se llamaba La tropaloca, donde escribía la sección dechismes”. Recuerda que en este diario “hablaba sobre losposibles romances en el salón, la relación con los maestros…temas realmente de lavadero”, algo que le daba “mucho poderentre los compañeros”.

Pero a la vez nutría su interéspor la dramaturgia con autores que se volverían referente en sucarrera profesional. “Había hecho teatro infantil en un espaciodel INBA, un grupo de amigos y yo nos unimos para hacer una obra decreación colectiva llamada Crisol, muy inspirada enEl juego que todos jugamos de Alejandro Jodorowsky, quizá su peor obra pero la que másnos influyó”, dice.

Interés por elteatro

En esta época nació su interéspor escribir teatro y empezó “a escribir ficción sin ningúnrigor”, pero sus deseos quedaron en pausa cuando se dio cuentaque la dramaturgia “es una aventura llena de riesgos y desafíosque son tan fascinantes como estremecedores” por lo que prefiriódesenvolverse en otras actividades que le parecieron menoscomplicadas.

Sin embargo hoy, a sus 60 años, elautor está presentando su obra Ladesobediencia de Marte, una obra dirigidapor Antonio Castro y protagonizada por Joaquín Cosío y JoséMaría de Tavira que habla sobre “la relación entre dos sereshumanos, dos actores, y por la diferencia de edades, 53 y 28 años,también una relación padre e hijo”.

La historia toca temas como elafecto y las relaciones entre individuos y se arriesga a cuestionarmediante el cosmos “hasta dónde conocemos a las personas, enqué medida la persona que duerme al otro lado de la cama es tanenigmática como la estrella más distante”, explica elautor.

El interés sobre este tema nace de“un libro de Arthur Koestler llamado Los sonámbulos que habla de laconquista intelectual del cielo y sobre los primeros astrónomos dela historia de la humanidad hasta los más recientes”,menciona.

La desobediencia de Martetambién toma como inspiración la relación entreJohannes Kepler y Tycho Brahe, dos astrónomos que “senececesitaban pero que se detestaban”, explica Villoro. “Laobra pasa de especulaciones entre los astrónomos y la tensión queellos tuvieron, esa vida privada de dos figuras célebres, a lavida aún más privada e íntima de los actores que la representanen el México contemporáneo”.

A Villoro le llevó seis mesesescribir esta historia, pero pasó 35 años construyéndola: “loque quiere decir que soy muy lento en términos humanos pero muyrápido en términos astronómicos”. Y reconoce su llegada a ladramaturgia como algo tardío: “Si la vida se dividiera en tresactos soy un dramaturgo del tercer acto”.

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Por Adolfo López

La voz deJuan Villoro bien puede escucharse en medio de una discusión sobrepolítica, música, fútbol, cultura o filosofía como unaautoridad referente dentro de los acontecimientos nacionales einternacionales, pero su desempeño en la dramaturgia apenas tieneunos cuantos años a pesar de que su interés en ella tiene más decuatro décadas. Y a propósito del estreno de su obraLa desobediencia de Marte, el autor comparte con ElSol de México su camino en ladramaturgia.

Los inicios

Juan Villoro no comenzó como elperiodista que hoy reconocemos. El autor recuerda que en susinicios, cuando tenía 14 o 15 años “editaba un periódico enmimeógrafo que se llamaba La tropaloca, donde escribía la sección dechismes”. Recuerda que en este diario “hablaba sobre losposibles romances en el salón, la relación con los maestros…temas realmente de lavadero”, algo que le daba “mucho poderentre los compañeros”.

Pero a la vez nutría su interéspor la dramaturgia con autores que se volverían referente en sucarrera profesional. “Había hecho teatro infantil en un espaciodel INBA, un grupo de amigos y yo nos unimos para hacer una obra decreación colectiva llamada Crisol, muy inspirada enEl juego que todos jugamos de Alejandro Jodorowsky, quizá su peor obra pero la que másnos influyó”, dice.

Interés por elteatro

En esta época nació su interéspor escribir teatro y empezó “a escribir ficción sin ningúnrigor”, pero sus deseos quedaron en pausa cuando se dio cuentaque la dramaturgia “es una aventura llena de riesgos y desafíosque son tan fascinantes como estremecedores” por lo que prefiriódesenvolverse en otras actividades que le parecieron menoscomplicadas.

Sin embargo hoy, a sus 60 años, elautor está presentando su obra Ladesobediencia de Marte, una obra dirigidapor Antonio Castro y protagonizada por Joaquín Cosío y JoséMaría de Tavira que habla sobre “la relación entre dos sereshumanos, dos actores, y por la diferencia de edades, 53 y 28 años,también una relación padre e hijo”.

La historia toca temas como elafecto y las relaciones entre individuos y se arriesga a cuestionarmediante el cosmos “hasta dónde conocemos a las personas, enqué medida la persona que duerme al otro lado de la cama es tanenigmática como la estrella más distante”, explica elautor.

El interés sobre este tema nace de“un libro de Arthur Koestler llamado Los sonámbulos que habla de laconquista intelectual del cielo y sobre los primeros astrónomos dela historia de la humanidad hasta los más recientes”,menciona.

La desobediencia de Martetambién toma como inspiración la relación entreJohannes Kepler y Tycho Brahe, dos astrónomos que “senececesitaban pero que se detestaban”, explica Villoro. “Laobra pasa de especulaciones entre los astrónomos y la tensión queellos tuvieron, esa vida privada de dos figuras célebres, a lavida aún más privada e íntima de los actores que la representanen el México contemporáneo”.

A Villoro le llevó seis mesesescribir esta historia, pero pasó 35 años construyéndola: “loque quiere decir que soy muy lento en términos humanos pero muyrápido en términos astronómicos”. Y reconoce su llegada a ladramaturgia como algo tardío: “Si la vida se dividiera en tresactos soy un dramaturgo del tercer acto”.

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