/ sábado 28 de abril de 2018

Jóvenes levantan hogares; reconstruyen San Gregorio

Llegaron a unir más a la población de Xochimilco afectada severamente por el sismo del 19 de septiembre pasado

San Gregorio Atlapulco, población de Xochimilco, fue severamente golpeado por el terremoto del 19 de septiembre del año pasado, casas añejas fueron destruidas y otras quedaron dañadas severamente por la fuerza de la naturaleza.

Ahí llegó Jóvenes Constructores de la Comunidad para sumarse a la reconstrucción, la cual corre a cargo de la juventud de la localidad, hombres y mujeres se desempeñan como ayudantes de maestros albañiles para levantar casas prácticamente con sus manos.

Alberto Ángel Mendoza, gerente de Operaciones de Jóvenes Constructores, informó que la primera etapa de un proyecto es hacer un diagnóstico de la comunidad y entrar en contacto con líderes de la misma; en segundo lugar, se abren talleres para sus habitantes de entre 16 y 29 años de edad con una duración de cuatro a seis meses.

La siguiente fase consiste en apoyarlos para su inserción laboral y, según su vocación y perfil, son canalizados a una empresa determinada; y por último se hace un seguimiento de ellos.

En el caso de Xochimilco, dijo que 11 jóvenes de la comunidad trabajan en la edificación de 16 viviendas, por lo que están de lleno en la segunda etapa del proyecto, la de formación.

“Están en un proceso de transición, de mejorar, de habilidad para el trabajo, para disciplinarse, que sepan que hay una hora de entrada y otra de salida, de mucho esfuerzo, con el fin de que valoren el terminar o seguir con sus estudios”, explica el directivo de la organización.

Así, hombres y mujeres le entran por igual a las tareas de un ayudante de los maestros albañiles, cargan botes con grava que pesan más de 10 kilos, avanzan con las carretillas, palean la mezcla y aprenden qué elementos lleva para pegar tabiques o echar un colado, y cómo se amarran los castillos.

Perfectamente uniformados, con camiseta morada, pantalón negro, casco amarillo, faja, guantes y botas, los jóvenes van de aquí para allá y se muestran orgullosos de cómo levantan con sus manos y esfuerzo una casa para un vecino de su comunidad.

REENCONTRAR EL CAMINO

Gabriel González Sánchez, con el rostro sudoroso, dejó un momento de acarrear botes a la parte superior de una construcción para recordar como entró en contacto con Jóvenes Constructores de la Comunidad, y lo hizo a través de una pancarta en la que se invitaba a colaborar en la reconstrucción de casas.

Primero fueron pocos los interesados en colaborar, pero el ejemplo cundió y fueron cada vez más los que se sumaron al proyecto hasta llegar a más de 11.

El horario que deben cumplir es de cinco horas, por lo que tienen que llegar a la obra antes de la nueve con su equipo listo para iniciar las labores de esa hora y terminar su jornada a las 14 horas, de lunes a viernes y algunos sábados, cuando hay voluntariado, también asisten.

Por ese tiempo de intenso trabajo, los participantes reciben un apoyo económico de mil 300 mensuales, pero también se les orienta para elaborar su currículum o se les conecta con escuelas para continuar sus estudios.

“En el proyecto encontré una forma constructiva de emplear mi tiempo, tener dónde apoyarme y reencontrar el camino”, reconoce González Sánchez.

Cuando se le pregunta dónde se ve en 10 años, responde: “Aquí, en mi comunidad, con mi carrera de sicología terminada y desempeñando una profesión que le sirva a las personas, estar con mi familia sin salir a la comunidad”.

San Gregorio Atlapulco, población de Xochimilco, fue severamente golpeado por el terremoto del 19 de septiembre del año pasado, casas añejas fueron destruidas y otras quedaron dañadas severamente por la fuerza de la naturaleza.

Ahí llegó Jóvenes Constructores de la Comunidad para sumarse a la reconstrucción, la cual corre a cargo de la juventud de la localidad, hombres y mujeres se desempeñan como ayudantes de maestros albañiles para levantar casas prácticamente con sus manos.

Alberto Ángel Mendoza, gerente de Operaciones de Jóvenes Constructores, informó que la primera etapa de un proyecto es hacer un diagnóstico de la comunidad y entrar en contacto con líderes de la misma; en segundo lugar, se abren talleres para sus habitantes de entre 16 y 29 años de edad con una duración de cuatro a seis meses.

La siguiente fase consiste en apoyarlos para su inserción laboral y, según su vocación y perfil, son canalizados a una empresa determinada; y por último se hace un seguimiento de ellos.

En el caso de Xochimilco, dijo que 11 jóvenes de la comunidad trabajan en la edificación de 16 viviendas, por lo que están de lleno en la segunda etapa del proyecto, la de formación.

“Están en un proceso de transición, de mejorar, de habilidad para el trabajo, para disciplinarse, que sepan que hay una hora de entrada y otra de salida, de mucho esfuerzo, con el fin de que valoren el terminar o seguir con sus estudios”, explica el directivo de la organización.

Así, hombres y mujeres le entran por igual a las tareas de un ayudante de los maestros albañiles, cargan botes con grava que pesan más de 10 kilos, avanzan con las carretillas, palean la mezcla y aprenden qué elementos lleva para pegar tabiques o echar un colado, y cómo se amarran los castillos.

Perfectamente uniformados, con camiseta morada, pantalón negro, casco amarillo, faja, guantes y botas, los jóvenes van de aquí para allá y se muestran orgullosos de cómo levantan con sus manos y esfuerzo una casa para un vecino de su comunidad.

REENCONTRAR EL CAMINO

Gabriel González Sánchez, con el rostro sudoroso, dejó un momento de acarrear botes a la parte superior de una construcción para recordar como entró en contacto con Jóvenes Constructores de la Comunidad, y lo hizo a través de una pancarta en la que se invitaba a colaborar en la reconstrucción de casas.

Primero fueron pocos los interesados en colaborar, pero el ejemplo cundió y fueron cada vez más los que se sumaron al proyecto hasta llegar a más de 11.

El horario que deben cumplir es de cinco horas, por lo que tienen que llegar a la obra antes de la nueve con su equipo listo para iniciar las labores de esa hora y terminar su jornada a las 14 horas, de lunes a viernes y algunos sábados, cuando hay voluntariado, también asisten.

Por ese tiempo de intenso trabajo, los participantes reciben un apoyo económico de mil 300 mensuales, pero también se les orienta para elaborar su currículum o se les conecta con escuelas para continuar sus estudios.

“En el proyecto encontré una forma constructiva de emplear mi tiempo, tener dónde apoyarme y reencontrar el camino”, reconoce González Sánchez.

Cuando se le pregunta dónde se ve en 10 años, responde: “Aquí, en mi comunidad, con mi carrera de sicología terminada y desempeñando una profesión que le sirva a las personas, estar con mi familia sin salir a la comunidad”.

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