/ viernes 22 de septiembre de 2017

Lupita iba a ser madre por segunda vez; murió durante el sismo en Edomex

La joven psicóloga, madre de una pequeña, falleció aplastada frente a la escuela de su hija

SANTIAGO TIANGUISTENCO, Méx.- Al fondo de un estrecho corredor que da hasta un patio, hay un moño negro con azul y un cartel que señala la hora de los rosarios dedicados a Lupita, una joven profesionista del pueblo de Gualupita que en pocas semanas sería madre por segunda vez. Ella murió aplastada por una barda en el sismo del pasado 19 de septiembre frente a la escuela de su hija en este municipio.

En la casa de los Vázquez Ayún, este viernes iniciaron los rosarios por María Guadalupe, una de las 13 víctimas del terremoto cuantificadas en el Estado de México, aunque para don Guadalupe, padre de la joven, no fue sólo su hija, también su nieto que venía en camino y esperaban con anhelo.

"Mi nieta sale a la una de la tarde de la escuela y la fue a traer, estaba pegada en la puerta de la escuela, cuando comenzó a temblar y se vino abajo una bardita donde tenía el nombre de la escuela, arriba del techo de la puerta, ahí quedó tendida mi hija", recuerda el hombre de la tercera edad, sobre lo ocurrido la tarde del pasado martes de 19 de septiembre.

Ese día, Lupita había salido de la casa de sus padres ubicada en la calle Ignacio Allende. Caminó los 100 metros que separan el domicilio con la escuela primaria, Carlos Hank González, a donde acude Cinthia, su hija de seis años. Eran las 13:00 en punto cuando ya estaba, al igual que otro grupo de madres, frente a la escuela, ubicada en la calle Vicente Guerrero. Todo era normal. Dieron las 13:14 y la tierra comenzó a moverse y unos segundos después la barda de tabicones cayó encima del grupo de mujeres, sobre sus cabezas pegaron pedazos de concreto, y los cuerpos estrellaron sobre el suelo. Entre ellos el de María Guadalupe.

"Quedó tendida en el suelo mucho rato porque no llegaban las ambulancias, al último la llevaron en una patrulla que estaba ahí afuera de la escuela, la trasladaron al hospital de Capulhuac, pero luego nos dijeron que ya había muerto, así de rápido y también mi nieto, que apenas venía para nacer", describe don Guadalupe, en el intento de hilar sus palabras. La voz se le quiebra e intenta perder la mirada, buscando una respuesta. Su hija tenía ocho meses de gestación, y le faltaban un par de semanas para el nacimiento.

Se dirige al resto de su familia para confirmar un dato que se le pregunta.

-¿Cuántos años tiene la Cinthia, seis o siete? -pregunta para tomar aire. La escena y los días posteriores a la tragedia que ha dejado el sismo en la familia, es difícil de sobrellevar.

Hasta este viernes, las autoridades cuantificaron la muerte de María Guadalupe en el municipio de Capulhuac. Don Lupe no le da importancia pero sabe que el dato está mal. Apenas el jueves recibieron una visita de algunas personas. Quizás para dar ayuda.

"Vinieron unos señores a preguntar, pero el esposo de mi hija los recibió".

-¿Para ayudarlos?- se le pregunta.

-No sé, sólo ayudaron con dos coronas, sólo eso.- responde.

Sentado sobre una silla de plástico, en el patio de su casa, don Guadalupe estrecha en sus manos el retrato de su hija. Ella luce una toga color negro, birrete guinda con gorro también en negro y posa de frente. Sonriente por el fin de cursos. El padre luce con orgullo la fotografía de la menor de sus hijas, quien hace cuatro años se había recibido como psicóloga y daba clases en una escuela particular.

“Tenía el futuro por delante con su familia, aún no estaban casados pero ya vivían juntos”, detalla el hombre.

La casa luce dos lonas como techo provisional para los rosarios del novenario, un bulto de cirios apilados junto a la puerta de uno de los cuartos, donde aún está el pedestal de la caja donde velaron a Lupita.

En el cuarto pintado en blanco, sobresale en el lúgubre paisaje que dejan los cirios encendidos, las margaritas y rosas blancas.

En la casa el luto predomina, aún así la familia no demora ni repara en gastos para ofrecer un plato de mole y arroz con refresco a los pobladores que van llegando a los rosarios. En medio de la tragedia, hay caridad.

En el pueblo de Guadalupe Yancuiltlalpan (conocido como Gualupita), municipio de Santiago Tianguistenco, además de María, otras cuatro mujeres sufrieron lesiones en el incidente del martes 19, pero no han recibido ayuda.

Aunque la mayor angustia es que el lunes se reanudan las clases y la escuela Carlos Hank González no ha sido revisada por Protección Civil.

SANTIAGO TIANGUISTENCO, Méx.- Al fondo de un estrecho corredor que da hasta un patio, hay un moño negro con azul y un cartel que señala la hora de los rosarios dedicados a Lupita, una joven profesionista del pueblo de Gualupita que en pocas semanas sería madre por segunda vez. Ella murió aplastada por una barda en el sismo del pasado 19 de septiembre frente a la escuela de su hija en este municipio.

En la casa de los Vázquez Ayún, este viernes iniciaron los rosarios por María Guadalupe, una de las 13 víctimas del terremoto cuantificadas en el Estado de México, aunque para don Guadalupe, padre de la joven, no fue sólo su hija, también su nieto que venía en camino y esperaban con anhelo.

"Mi nieta sale a la una de la tarde de la escuela y la fue a traer, estaba pegada en la puerta de la escuela, cuando comenzó a temblar y se vino abajo una bardita donde tenía el nombre de la escuela, arriba del techo de la puerta, ahí quedó tendida mi hija", recuerda el hombre de la tercera edad, sobre lo ocurrido la tarde del pasado martes de 19 de septiembre.

Ese día, Lupita había salido de la casa de sus padres ubicada en la calle Ignacio Allende. Caminó los 100 metros que separan el domicilio con la escuela primaria, Carlos Hank González, a donde acude Cinthia, su hija de seis años. Eran las 13:00 en punto cuando ya estaba, al igual que otro grupo de madres, frente a la escuela, ubicada en la calle Vicente Guerrero. Todo era normal. Dieron las 13:14 y la tierra comenzó a moverse y unos segundos después la barda de tabicones cayó encima del grupo de mujeres, sobre sus cabezas pegaron pedazos de concreto, y los cuerpos estrellaron sobre el suelo. Entre ellos el de María Guadalupe.

"Quedó tendida en el suelo mucho rato porque no llegaban las ambulancias, al último la llevaron en una patrulla que estaba ahí afuera de la escuela, la trasladaron al hospital de Capulhuac, pero luego nos dijeron que ya había muerto, así de rápido y también mi nieto, que apenas venía para nacer", describe don Guadalupe, en el intento de hilar sus palabras. La voz se le quiebra e intenta perder la mirada, buscando una respuesta. Su hija tenía ocho meses de gestación, y le faltaban un par de semanas para el nacimiento.

Se dirige al resto de su familia para confirmar un dato que se le pregunta.

-¿Cuántos años tiene la Cinthia, seis o siete? -pregunta para tomar aire. La escena y los días posteriores a la tragedia que ha dejado el sismo en la familia, es difícil de sobrellevar.

Hasta este viernes, las autoridades cuantificaron la muerte de María Guadalupe en el municipio de Capulhuac. Don Lupe no le da importancia pero sabe que el dato está mal. Apenas el jueves recibieron una visita de algunas personas. Quizás para dar ayuda.

"Vinieron unos señores a preguntar, pero el esposo de mi hija los recibió".

-¿Para ayudarlos?- se le pregunta.

-No sé, sólo ayudaron con dos coronas, sólo eso.- responde.

Sentado sobre una silla de plástico, en el patio de su casa, don Guadalupe estrecha en sus manos el retrato de su hija. Ella luce una toga color negro, birrete guinda con gorro también en negro y posa de frente. Sonriente por el fin de cursos. El padre luce con orgullo la fotografía de la menor de sus hijas, quien hace cuatro años se había recibido como psicóloga y daba clases en una escuela particular.

“Tenía el futuro por delante con su familia, aún no estaban casados pero ya vivían juntos”, detalla el hombre.

La casa luce dos lonas como techo provisional para los rosarios del novenario, un bulto de cirios apilados junto a la puerta de uno de los cuartos, donde aún está el pedestal de la caja donde velaron a Lupita.

En el cuarto pintado en blanco, sobresale en el lúgubre paisaje que dejan los cirios encendidos, las margaritas y rosas blancas.

En la casa el luto predomina, aún así la familia no demora ni repara en gastos para ofrecer un plato de mole y arroz con refresco a los pobladores que van llegando a los rosarios. En medio de la tragedia, hay caridad.

En el pueblo de Guadalupe Yancuiltlalpan (conocido como Gualupita), municipio de Santiago Tianguistenco, además de María, otras cuatro mujeres sufrieron lesiones en el incidente del martes 19, pero no han recibido ayuda.

Aunque la mayor angustia es que el lunes se reanudan las clases y la escuela Carlos Hank González no ha sido revisada por Protección Civil.

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