BIARRITZ. Un G7 de expectativas rebajadas pero con importantes asuntos sobre la mesa como las tensiones comerciales abrió ayer su cumbre anual, en la que la división entre sus países miembros quedó de manifiesto pese a las buenas intenciones.
Frente a las cámaras, en la recepción oficial, todo fueron sonrisas: el presidente de Francia, Emmanuel Macron, recibió a sus homólogos de Alemania, Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Canadá y Japón en el Faro de Biarritz.
Pero la cumbre en esa ciudad del suroeste francés no es ajena a la dificultad de acercar posturas entre los distintos aliados.
El punto de mayor tensión, la Unión Europea (UE) se declaró lista para responder a las amenazas del presidente de EU, Donald Trump, de imponer aranceles al vino francés, aunque alertó a EU de los graves perjuicios que ocasionaría una guerra comercial con sus aliados.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, lanzó la advertencia más contundente hasta el momento en dirección a Washington de que Europa no rehuirá la confrontación si Trump busca usar los aranceles como un arma política.
"Protegeré el vino francés con determinación por muchas razones. Si EU impone aranceles a Francia, la UE responderá del mismo modo", sentenció Tusk.
Trump ha amenazado con gravar las importaciones de productos franceses en respuesta a la "tasa GAFA" (Google, Apple, Facebook, Amazon), el impuesto francés dirigido a las gigantes tecnológicas que no tributan en el país donde hacen negocio.
"Francia acaba de imponer un impuesto digital a nuestras grandes compañías de tecnología estadounidenses. Si alguien les cobra impuestos, debe ser su país de origen, EU Anunciaremos acciones recíprocas substanciales sobre la estupidez de Macron en breve", prometió Trump.
Trump y Macron mantuvieron a primera hora un almuerzo en Biarritz, previo al inicio de la cumbre anual del G7, en el que abordaron el asunto, según confirmaron fuentes del Elíseo.
Tusk se permitió ser mucho más rotundo que Macron. Recordó que las guerras comerciales solo llevan a la recesión, y que si éstas se libran entre miembros del G7 "sólo conducirán a erosionar la ya debilitada confianza entre nosotros".
La imprevisibilidad de Trump a golpe de tuit no fue el único elemento explosivo de la cumbre: el estreno del nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, contribuyó a polarizar las posturas en uno de los temas principales de la agenda, el "brexit".
Johnson se enzarzó en un combate de declaraciones con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en el que trataron de responsabilizarse mutuamente si al final Reino Unido debe salir de la UE sin acuerdo.
El debate sobre una reincorporación de Rusia al G7 tras su expulsión en 2014 por la anexión de Crimea, algo que solo respalda Trump, o el frente abierto con Brasil por su gestión de los incendios en la Amazonía, que ha provocado que la UE cuestione el pacto con Mercosur, empañan igualmente una agenda centrada en la lucha contra las desigualdades.