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Rusia ha tenido dos años complicados y cargados de mucho trabajo para mantener su influencia en los territorios post soviéticos.
Tan solo entre 2020 y 2021 la agenda internacional rusa estuvo activa con movilizaciones en Bielorrusia contra el gobierno de Victor Lukashenko, la declaración de guerra entre Armenia y Azerbaiyán, la revuelta en Kirguistán, las elecciones en Moldavia donde triunfó la candidata prooccidental, y desde luego el conflicto en Ucrania.
Ahora, la pesadilla para Rusia de perder el control en su zona de seguridad, o mejor conocida: cinturón de seguridad, se está materializando, un embate externo que se ha intensificado en tan solo la primera quincena del año.
Dos eventos que permitió al Kremlin iniciar el año de manera intensa, el primero fue una repentina ola de manifestaciones violentas en Kazajistán y el segundo, el fracaso de las conversaciones directas entre Rusia y la OTAN por poner fin a la crisis de Ucrania, algo que no va a suceder.