/ jueves 10 de agosto de 2017

La emigración no se detiene

En días pasados estuve en el albergue para migrantes que tenemos en Palenque, y pasé a ver cómo va la construcción de otro en Salto de Agua. En ambos, pude platicar con más de 20 personas que había en cada lugar. A veces pasan pocos; otros días pasan entre 50 y 100, o más. No faltan mujeres, incluso con niños, pero la mayoría son varones entre 18 y 30 años. Y hemos constatado, desde hace varios meses, que casi todos proceden de Honduras. Nos dicen que salen de su país por la falta de trabajo, por la inseguridad y la violencia, por huir de las amenazas de muerte que les hacen las bandas de las “maras”. Les insistimos en que cada día es más difícil pasar a Estados Unidos. Ellos dicen que lo saben, pero que, a pesar de todo, sienten necesidad de salir. Se exponen a extorsiones, asaltos, trata, enfermedades, violaciones, cobros excesivos de transportistas y “polleros”. Hay el peligro de que los narcotraficantes los secuestren y les exijan rescates a sus familias, o que los detengan nuestras autoridades migratorias y los deporten. Nada los detiene. En nuestros albergues, encuentran un oasis para su travesía. En algunos casos, se les ayuda a tramitar su permanencia como refugiados.

Es verdad que la emigración que procede de Centro América y El Caribe ha disminuido. Las políticas migratorias de Donald Trump, egoístas y economicistas, están haciendo más complicada la migración. A pesar de su endurecimiento, de sus muros y de su racismo grandilocuente, la emigración no se detiene. Y no hay indicios de que se vaya a detener por completo. La mano de obra allá hace falta, tanto en el campo como en la construcción y en los servicios. Además, la corrupción, que también allá existe, facilita que la gente siga pasando por la frontera.

Del 29 al 31 de agosto, en Tapachula, la Dimensión de Movilidad Humana del episcopado mexicano, en coordinación con instancias eclesiales de Guatemala, El Salvador y Honduras, ha promovido el IV Encuentro con obispos y agentes de pastoral migratoria de esos países y del sur de México, para seguir analizando este fenómeno, reforzar acuerdos y acompañar a tantos que salen de sus países y pasan por nuestro territorio.

PENSAR

Dice el papa Francisco: “La emigración siempre ha existido, pero en los últimos años se ha incrementado de una manera jamás vista antes. Nuestra gente, impulsada por la necesidad, va en busca de nuevos oasis, donde puedan encontrar mayor estabilidad y un trabajo que garantice mayor dignidad a su vida. Pero en esa búsqueda, muchas personas sufren la violación de sus derechos; muchos niños y jóvenes son víctimas de la trata y son explotados, o caen en las redes de la criminalidad y la violencia organizada. La emigración es un drama de división: se dividen las familias, los hijos se separan de sus padres, se alejan de su tierra de origen, y los mismos gobiernos y países se dividen ante esa realidad. Es necesaria una política conjunta de cooperación para afrontar este fenómeno. No se trata de buscar culpables y de eludir la responsabilidad, sino que todos estamos llamados a trabajar de manera coordinada y conjunta” (30-VI-2017).

ACTUAR

Agradecemos a tantas personas de buena voluntad cuanto hacen para ayudar a estas personas, y exhortamos a verles con ojos de fraternidad y de solidaridad. Pongámonos en su lugar. Como dice Jesús: Haz por ellos lo que querrías que hicieran por ti, si estuvieras en su misma situación.

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

En días pasados estuve en el albergue para migrantes que tenemos en Palenque, y pasé a ver cómo va la construcción de otro en Salto de Agua. En ambos, pude platicar con más de 20 personas que había en cada lugar. A veces pasan pocos; otros días pasan entre 50 y 100, o más. No faltan mujeres, incluso con niños, pero la mayoría son varones entre 18 y 30 años. Y hemos constatado, desde hace varios meses, que casi todos proceden de Honduras. Nos dicen que salen de su país por la falta de trabajo, por la inseguridad y la violencia, por huir de las amenazas de muerte que les hacen las bandas de las “maras”. Les insistimos en que cada día es más difícil pasar a Estados Unidos. Ellos dicen que lo saben, pero que, a pesar de todo, sienten necesidad de salir. Se exponen a extorsiones, asaltos, trata, enfermedades, violaciones, cobros excesivos de transportistas y “polleros”. Hay el peligro de que los narcotraficantes los secuestren y les exijan rescates a sus familias, o que los detengan nuestras autoridades migratorias y los deporten. Nada los detiene. En nuestros albergues, encuentran un oasis para su travesía. En algunos casos, se les ayuda a tramitar su permanencia como refugiados.

Es verdad que la emigración que procede de Centro América y El Caribe ha disminuido. Las políticas migratorias de Donald Trump, egoístas y economicistas, están haciendo más complicada la migración. A pesar de su endurecimiento, de sus muros y de su racismo grandilocuente, la emigración no se detiene. Y no hay indicios de que se vaya a detener por completo. La mano de obra allá hace falta, tanto en el campo como en la construcción y en los servicios. Además, la corrupción, que también allá existe, facilita que la gente siga pasando por la frontera.

Del 29 al 31 de agosto, en Tapachula, la Dimensión de Movilidad Humana del episcopado mexicano, en coordinación con instancias eclesiales de Guatemala, El Salvador y Honduras, ha promovido el IV Encuentro con obispos y agentes de pastoral migratoria de esos países y del sur de México, para seguir analizando este fenómeno, reforzar acuerdos y acompañar a tantos que salen de sus países y pasan por nuestro territorio.

PENSAR

Dice el papa Francisco: “La emigración siempre ha existido, pero en los últimos años se ha incrementado de una manera jamás vista antes. Nuestra gente, impulsada por la necesidad, va en busca de nuevos oasis, donde puedan encontrar mayor estabilidad y un trabajo que garantice mayor dignidad a su vida. Pero en esa búsqueda, muchas personas sufren la violación de sus derechos; muchos niños y jóvenes son víctimas de la trata y son explotados, o caen en las redes de la criminalidad y la violencia organizada. La emigración es un drama de división: se dividen las familias, los hijos se separan de sus padres, se alejan de su tierra de origen, y los mismos gobiernos y países se dividen ante esa realidad. Es necesaria una política conjunta de cooperación para afrontar este fenómeno. No se trata de buscar culpables y de eludir la responsabilidad, sino que todos estamos llamados a trabajar de manera coordinada y conjunta” (30-VI-2017).

ACTUAR

Agradecemos a tantas personas de buena voluntad cuanto hacen para ayudar a estas personas, y exhortamos a verles con ojos de fraternidad y de solidaridad. Pongámonos en su lugar. Como dice Jesús: Haz por ellos lo que querrías que hicieran por ti, si estuvieras en su misma situación.

Obispo de San Cristóbal de Las Casas