/ sábado 15 de junio de 2024

A la futura secretaria de Cultura

Es sabido que las herencias de gobierno no son todas cómodas. Parece que hay festín, pero las transiciones políticas y la entrega-recepción entre equipos no son placenteras. Mil historias se saben entre priistas, en sus épocas de dominio absoluto; como sucedió en la alternancia, después entre administraciones panistas y en 2018 del PRI a Morena. Les toca su primer turno a los morenistas, con el aditivo del cambio de Poder Ejecutivo de un hombre a una mujer. Todo lo que suceda será de película.

En el caso de la Secretaría de Cultura, se le puede sugerir, a quien ocupará el despacho de Alejandra Fraustro, los trazos de sus primeros escenarios y decisiones. De entrada, se trata de aprovechar la disposición natural de un Congreso recién instalado, para sacar adelante lo que llamaré los ajustes simbólicos. Decisiones que manden señales de cambios que marquen diferencias.

A los ajustes propuestos para reestructurar la dependencia, recientemente conocidos, en curso de aprobarse, suponemos, con el beneplácito de la entrante, sumaría la denominación de Secretaría de Bienestar Cultural, algo más afín al segundo piso de la 4T.

Si bien en el rejuego que se prepara se indica el advenimiento de una nueva paraestatal para absorber el proyecto Chapultepec, el programa de la Ciudad de México que será de alcance nacional, los Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (PILARES), así como el que cubrirá las 16 alcaldías, las Unidades de Transformación y Organización para la Inclusión y Armonía Social (Utopías), demandan visibilidad en una secretaría actualizada.

Otro ejemplo son las concesiones del Legislativo para el primer año del sexenio en el marco de la miscelánea fiscal para el 2025. Algunos puntos que faciliten el alcance de los estímulos fiscales existentes, apoyar con alguna novedad, así como ciertas medidas que alienten los donativos y el registro de nuevas donatarias.

Estas ayudas fiscales permitirán atemperar los ánimos entre quienes buscan beneficiarse de ellas como alternativa a lo que será un escaso margen de maniobra del presupuesto ordinario de la dependencia. En ese sentido, la próxima secretaria de Cultura tendrá una tarea titánica: recibir lo que el proyecto Chapultepec disfrazó como aumento, para dejar el gasto en los niveles (nominales como reales) de 2018. Adicionalmente, conseguir lo que el mismo Chapultepec generará como carga en 2025 para hacer viable la empresa del gobierno. De no hacerlo, en verdad qué infierno le espera a la futura secretaria.

A diferencia de tomar posesión en diciembre, la gestión arranca con dos meses concentradores de importantes eventos de la vida cultural del país. La programación y los compromisos que encierran octubre y noviembre son una oportunidad para posicionar a la entrante con su equipo, sobre todo con los responsables de las instituciones culturales de los estados. Les tendrán que prometer algo que sepa diferente a lo probado. Debe lograrse una primera reunión nacional antes de que concluya 2024.

El cúmulo de acontecimientos culturales pueden ser aprovechados para tender puentes de entendimiento y concordia con quienes, o se vieron drásticamente afectados por la administración que termina, o simplemente seguirán siendo opositores. Lograr consensos básicos no es una idea descabellada.

Me refiero, por un lado, a las distintas representaciones sindicales y con los numerosos eventuales. Por otro, con las organizaciones de la sociedad civil. También hay que rehacer los vínculos con ciertos círculos intelectuales y académicos, como con las universidades tanto públicas como privadas.

Si yo fuera secretario de Cultura tomaría estas decisiones de comienzo para que Claudia Sheinbaum resignifique en lo más elemental el proyecto cultural de nación. Ello en tanto que la nueva gestión se defina ante las grandes reformas que aguarda el sector cultural. Cito: que existen modelos superiores a una Secretaría de Cultura, que los institutos nacionales demandan una cirugía mayor, que son urgentes las medidas que transformen la productividad económica del sector, revertir los daños causados por el Tren Maya, crear un nuevo modelo de relaciones contractuales, acompasar planeación con recursos y personal con certeza laboral, así como reconocer que la diplomacia cultural requiere de una enorme inversión de la mano de cancillería.


También espero que la titular del despacho de la calle de Arenal en Chimalistac no se mude a Tlaxcala.

Es sabido que las herencias de gobierno no son todas cómodas. Parece que hay festín, pero las transiciones políticas y la entrega-recepción entre equipos no son placenteras. Mil historias se saben entre priistas, en sus épocas de dominio absoluto; como sucedió en la alternancia, después entre administraciones panistas y en 2018 del PRI a Morena. Les toca su primer turno a los morenistas, con el aditivo del cambio de Poder Ejecutivo de un hombre a una mujer. Todo lo que suceda será de película.

En el caso de la Secretaría de Cultura, se le puede sugerir, a quien ocupará el despacho de Alejandra Fraustro, los trazos de sus primeros escenarios y decisiones. De entrada, se trata de aprovechar la disposición natural de un Congreso recién instalado, para sacar adelante lo que llamaré los ajustes simbólicos. Decisiones que manden señales de cambios que marquen diferencias.

A los ajustes propuestos para reestructurar la dependencia, recientemente conocidos, en curso de aprobarse, suponemos, con el beneplácito de la entrante, sumaría la denominación de Secretaría de Bienestar Cultural, algo más afín al segundo piso de la 4T.

Si bien en el rejuego que se prepara se indica el advenimiento de una nueva paraestatal para absorber el proyecto Chapultepec, el programa de la Ciudad de México que será de alcance nacional, los Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (PILARES), así como el que cubrirá las 16 alcaldías, las Unidades de Transformación y Organización para la Inclusión y Armonía Social (Utopías), demandan visibilidad en una secretaría actualizada.

Otro ejemplo son las concesiones del Legislativo para el primer año del sexenio en el marco de la miscelánea fiscal para el 2025. Algunos puntos que faciliten el alcance de los estímulos fiscales existentes, apoyar con alguna novedad, así como ciertas medidas que alienten los donativos y el registro de nuevas donatarias.

Estas ayudas fiscales permitirán atemperar los ánimos entre quienes buscan beneficiarse de ellas como alternativa a lo que será un escaso margen de maniobra del presupuesto ordinario de la dependencia. En ese sentido, la próxima secretaria de Cultura tendrá una tarea titánica: recibir lo que el proyecto Chapultepec disfrazó como aumento, para dejar el gasto en los niveles (nominales como reales) de 2018. Adicionalmente, conseguir lo que el mismo Chapultepec generará como carga en 2025 para hacer viable la empresa del gobierno. De no hacerlo, en verdad qué infierno le espera a la futura secretaria.

A diferencia de tomar posesión en diciembre, la gestión arranca con dos meses concentradores de importantes eventos de la vida cultural del país. La programación y los compromisos que encierran octubre y noviembre son una oportunidad para posicionar a la entrante con su equipo, sobre todo con los responsables de las instituciones culturales de los estados. Les tendrán que prometer algo que sepa diferente a lo probado. Debe lograrse una primera reunión nacional antes de que concluya 2024.

El cúmulo de acontecimientos culturales pueden ser aprovechados para tender puentes de entendimiento y concordia con quienes, o se vieron drásticamente afectados por la administración que termina, o simplemente seguirán siendo opositores. Lograr consensos básicos no es una idea descabellada.

Me refiero, por un lado, a las distintas representaciones sindicales y con los numerosos eventuales. Por otro, con las organizaciones de la sociedad civil. También hay que rehacer los vínculos con ciertos círculos intelectuales y académicos, como con las universidades tanto públicas como privadas.

Si yo fuera secretario de Cultura tomaría estas decisiones de comienzo para que Claudia Sheinbaum resignifique en lo más elemental el proyecto cultural de nación. Ello en tanto que la nueva gestión se defina ante las grandes reformas que aguarda el sector cultural. Cito: que existen modelos superiores a una Secretaría de Cultura, que los institutos nacionales demandan una cirugía mayor, que son urgentes las medidas que transformen la productividad económica del sector, revertir los daños causados por el Tren Maya, crear un nuevo modelo de relaciones contractuales, acompasar planeación con recursos y personal con certeza laboral, así como reconocer que la diplomacia cultural requiere de una enorme inversión de la mano de cancillería.


También espero que la titular del despacho de la calle de Arenal en Chimalistac no se mude a Tlaxcala.