/ domingo 20 de septiembre de 2020

Acordanza | Agustín de Iturbide, el Plan de Iguala y la Independencia de México

En septiembre recordamos a los héroes que nos dieron Patria o que cayeron luchando por preservarla: el 13 de septiembre, a los pies del castillo de Chapultepec, recordamos a los seis cadetes que ofrendaron su vida en defensa de México durante la invasión norteamericana de 1847.

El 15 y el 16, rememoramos la gesta del cura Miguel Hidalgo, iniciador de nuestra independencia de España en 1810 y con él, a quienes lo siguieron en su lucha: doña Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Ignacio Allende, Juan e Ignacio Aldama, Mariano Abasolo, Ignacio López Rayón, José María Morelos, Guadalupe Victoria, y Vicente Guerrero…

Y sin embargo, nuestra independencia se logró gracias a Agustín de Iturbide, un criollo nacido en Valladolid, la actual Morelia, en 1782 quien, de furibundo militar realista pasó a ser patriota y copartícipe con -ése sí revolucionario- Vicente Guerrero, del Plan de Iguala, (24 de febrero de 1821), cuyos objetivos se basaban en tres principios irrenunciables: 1. la independencia de México, 2. la igualdad entre todos los mexicanos y 3. la supremacía de la Iglesia Católica en el nuevo estado.

En un célebre abrazo dado en Acatempan el 10 de febrero de 1821, el ejército realista que puso en manos de Iturbide el virrey Juan Ruiz de Apodaca, y la guerrilla independentista de Guerrero proclamaron las tres garantías… ¿Cómo un furibundo realista, que se negó a pertenecer al ejército insurgente del cura Hidalgo, que combatió ferozmente a las guerrillas independentistas, que fue implacable en Guanajuato persiguiendo patriotas, que más tarde capturó a Ignacio López Rayón, lo que le valió su ascenso a coronel del ejército, pudo dar el “chaquetazo”?

Vueltas que da la vida…En 1820, y por tortuosos caminos, el proceso emancipador mexicano resurgió de sus cenizas, cuando en España, el rey absolutista Fernando VII se vio obligado a jurar la constitución liberal de Cádiz (la de 1812).

En el virreinato de la Nueva España, con la nueva constitución, la oligarquía absolutista veía peligrar sus privilegios; los conspiradores del llamado Plan de la Profesa (la iglesia de San Felipe Neri, de la Ciudad de México) querían impedir a toda costa que llegara un gobierno liberal, y por tanto, urdieron el establecimiento en México de una monarquía independiente, cuyo cetro sería ofrecido a un príncipe Borbón.

Fue entonces cuando el virrey Juan Ruiz de Apodaca nombró a Agustín de Iturbide comandante general del Ejército del Sur y le encomendó la tarea de someter o ganar para su causa a las tropas de Vicente Guerrero.

Como buen político, Iturbide comprendió que no podría derrotar fácilmente a Guerrero y aplicó la máxima: “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Así que cambió de chaqueta, se sumó a la causa de la Independencia, pues sabía que las élites del virreinato (los españoles ricos y el clero) antes que aceptar un régimen liberal, preferían la independencia como modo de perpetuar el absolutismo en el país. Iturbide se reunió con Guerrero y, juntos, presentaron el llamado Plan de Iguala (24 de febrero de 1821) que preveía hacer de México un país soberano, un “imperio mexicano” con una “monarquía constitucional”.

Su ejército fue el Trigarante que sumó a todos los estamentos de la sociedad novohispana. En vista de ello, el nuevo virrey de España, Juan O'Donojú, firmó el tratado de Córdoba (24 de agosto de 1821), por el que se reconocía la independencia de México. El 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide entró triunfalmente en la Ciudad de México y al día siguiente (28 de septiembre), proclamó la independencia de nuestro país. Más tarde se proclamaría Emperador de México (18 de mayo de 1822), pero esa ya es otra historia.


En septiembre recordamos a los héroes que nos dieron Patria o que cayeron luchando por preservarla: el 13 de septiembre, a los pies del castillo de Chapultepec, recordamos a los seis cadetes que ofrendaron su vida en defensa de México durante la invasión norteamericana de 1847.

El 15 y el 16, rememoramos la gesta del cura Miguel Hidalgo, iniciador de nuestra independencia de España en 1810 y con él, a quienes lo siguieron en su lucha: doña Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Ignacio Allende, Juan e Ignacio Aldama, Mariano Abasolo, Ignacio López Rayón, José María Morelos, Guadalupe Victoria, y Vicente Guerrero…

Y sin embargo, nuestra independencia se logró gracias a Agustín de Iturbide, un criollo nacido en Valladolid, la actual Morelia, en 1782 quien, de furibundo militar realista pasó a ser patriota y copartícipe con -ése sí revolucionario- Vicente Guerrero, del Plan de Iguala, (24 de febrero de 1821), cuyos objetivos se basaban en tres principios irrenunciables: 1. la independencia de México, 2. la igualdad entre todos los mexicanos y 3. la supremacía de la Iglesia Católica en el nuevo estado.

En un célebre abrazo dado en Acatempan el 10 de febrero de 1821, el ejército realista que puso en manos de Iturbide el virrey Juan Ruiz de Apodaca, y la guerrilla independentista de Guerrero proclamaron las tres garantías… ¿Cómo un furibundo realista, que se negó a pertenecer al ejército insurgente del cura Hidalgo, que combatió ferozmente a las guerrillas independentistas, que fue implacable en Guanajuato persiguiendo patriotas, que más tarde capturó a Ignacio López Rayón, lo que le valió su ascenso a coronel del ejército, pudo dar el “chaquetazo”?

Vueltas que da la vida…En 1820, y por tortuosos caminos, el proceso emancipador mexicano resurgió de sus cenizas, cuando en España, el rey absolutista Fernando VII se vio obligado a jurar la constitución liberal de Cádiz (la de 1812).

En el virreinato de la Nueva España, con la nueva constitución, la oligarquía absolutista veía peligrar sus privilegios; los conspiradores del llamado Plan de la Profesa (la iglesia de San Felipe Neri, de la Ciudad de México) querían impedir a toda costa que llegara un gobierno liberal, y por tanto, urdieron el establecimiento en México de una monarquía independiente, cuyo cetro sería ofrecido a un príncipe Borbón.

Fue entonces cuando el virrey Juan Ruiz de Apodaca nombró a Agustín de Iturbide comandante general del Ejército del Sur y le encomendó la tarea de someter o ganar para su causa a las tropas de Vicente Guerrero.

Como buen político, Iturbide comprendió que no podría derrotar fácilmente a Guerrero y aplicó la máxima: “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Así que cambió de chaqueta, se sumó a la causa de la Independencia, pues sabía que las élites del virreinato (los españoles ricos y el clero) antes que aceptar un régimen liberal, preferían la independencia como modo de perpetuar el absolutismo en el país. Iturbide se reunió con Guerrero y, juntos, presentaron el llamado Plan de Iguala (24 de febrero de 1821) que preveía hacer de México un país soberano, un “imperio mexicano” con una “monarquía constitucional”.

Su ejército fue el Trigarante que sumó a todos los estamentos de la sociedad novohispana. En vista de ello, el nuevo virrey de España, Juan O'Donojú, firmó el tratado de Córdoba (24 de agosto de 1821), por el que se reconocía la independencia de México. El 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide entró triunfalmente en la Ciudad de México y al día siguiente (28 de septiembre), proclamó la independencia de nuestro país. Más tarde se proclamaría Emperador de México (18 de mayo de 1822), pero esa ya es otra historia.


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