/ domingo 18 de octubre de 2020

“Aquí se hace lo que yo digo”

VER

Un párroco de equis diócesis, hace años, sin tomar en cuenta las leyes canónicas ni consultar a quien debía, puso como norma que las jovencitas que solicitaran la celebración de una Misa de acción de gracias al cumplir sus quince años de vida, deberían participar en la Misa parroquial ininterrumpidamente durante treinta días; si faltaban un solo día, ya no les hacía la celebración. Fueron a verme los papás de una joven, para decirme que el párroco no les quería hacer la Misa porque su hija estaba yendo todos los días, pero que no podría ir el último, porque a esa misma hora tenía un examen muy importante en la escuela. El párroco les dijo que, si no iba, no les haría la celebración. Hablé con el párroco, le pregunté la razón de su norma, me dio explicaciones no justas, le pedí que accediera a la petición de la joven, y dijo que no, que porque eso quitaría fuerza a su norma… Resolvimos el caso de una manera favorable para la joven y yo mismo le hice la celebración en catedral. Podemos imponen nuestras propias leyes, no las de la normatividad eclesial.

Mi anterior diócesis es muy extensa, con casi treinta y siete mil kilómetros cuadrados y una población de más de dos millones de habitantes. Para ir a la parroquia más lejana, necesitamos siete horas, por carreteras pavimentadas, pero con montañas y curvas. Hay otras tres parroquias a cinco horas de distancia. Con la intención de lograr una mejor atención pastoral, los dos obispos de entonces y seis de los ocho vicarios episcopales propusimos hacer otra diócesis en ese territorio. Pusimos el proyecto a consulta, durante un año, no sólo con sacerdotes y religiosas, sino con las comunidades parroquiales, con diáconos, catequistas y servidores, sobre todo con los indígenas. La mayoría dieron razones convincentes en contra, y desistimos del proyecto; no lo presentamos a la Conferencia Episcopal, ni a Roma. Quizá en años posteriores las circunstancias cambien y sea posible ponerlo nuevamente a consulta. Escuchamos y cambiamos nuestra propuesta.

Tanto en la Iglesia como en la política, en el gobierno, en la familia y en todas las instituciones humanas, es necesario dialogar y escuchar, para tomar la mejor decisión; pero los dirigentes podemos pensar que todo lo sabemos, que en todo tenemos la razón, que nuestras opiniones y decisiones son las mejores, y frecuentemente nos convertimos en caciques, autoritarios y absolutistas, sobre todo cuando los otros no son capaces de expresar libremente sus puntos de vista, por temor a perder el puesto, o por miedo a represalias y a verborreas imprudentes y sin sustento. La Iglesia no es una democracia, pero tiene muchas instancias de consulta.

PENSAR

Jesús nos dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones las someten y los poderosos las dominan. Entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera ser importante que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo, así como el Hijo del hombre que no vino a que lo sirvieran, sino a servir y a dar su vida para rescatar a todos” (Mt 20,25-28).

En su reciente encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco dice: “La caridad política se expresa también en la apertura a todos. Principalmente aquel a quien le toca gobernar, está llamado a renuncias que hagan posible el encuentro, y busca la confluencia al menos en algunos temas” (190).

ACTUAR

Que el Espíritu Santo nos ayude a ser humildes, para escucharnos con respeto y amor unos a otros, y así juntos busquemos el bien de la familia y de la comunidad.

VER

Un párroco de equis diócesis, hace años, sin tomar en cuenta las leyes canónicas ni consultar a quien debía, puso como norma que las jovencitas que solicitaran la celebración de una Misa de acción de gracias al cumplir sus quince años de vida, deberían participar en la Misa parroquial ininterrumpidamente durante treinta días; si faltaban un solo día, ya no les hacía la celebración. Fueron a verme los papás de una joven, para decirme que el párroco no les quería hacer la Misa porque su hija estaba yendo todos los días, pero que no podría ir el último, porque a esa misma hora tenía un examen muy importante en la escuela. El párroco les dijo que, si no iba, no les haría la celebración. Hablé con el párroco, le pregunté la razón de su norma, me dio explicaciones no justas, le pedí que accediera a la petición de la joven, y dijo que no, que porque eso quitaría fuerza a su norma… Resolvimos el caso de una manera favorable para la joven y yo mismo le hice la celebración en catedral. Podemos imponen nuestras propias leyes, no las de la normatividad eclesial.

Mi anterior diócesis es muy extensa, con casi treinta y siete mil kilómetros cuadrados y una población de más de dos millones de habitantes. Para ir a la parroquia más lejana, necesitamos siete horas, por carreteras pavimentadas, pero con montañas y curvas. Hay otras tres parroquias a cinco horas de distancia. Con la intención de lograr una mejor atención pastoral, los dos obispos de entonces y seis de los ocho vicarios episcopales propusimos hacer otra diócesis en ese territorio. Pusimos el proyecto a consulta, durante un año, no sólo con sacerdotes y religiosas, sino con las comunidades parroquiales, con diáconos, catequistas y servidores, sobre todo con los indígenas. La mayoría dieron razones convincentes en contra, y desistimos del proyecto; no lo presentamos a la Conferencia Episcopal, ni a Roma. Quizá en años posteriores las circunstancias cambien y sea posible ponerlo nuevamente a consulta. Escuchamos y cambiamos nuestra propuesta.

Tanto en la Iglesia como en la política, en el gobierno, en la familia y en todas las instituciones humanas, es necesario dialogar y escuchar, para tomar la mejor decisión; pero los dirigentes podemos pensar que todo lo sabemos, que en todo tenemos la razón, que nuestras opiniones y decisiones son las mejores, y frecuentemente nos convertimos en caciques, autoritarios y absolutistas, sobre todo cuando los otros no son capaces de expresar libremente sus puntos de vista, por temor a perder el puesto, o por miedo a represalias y a verborreas imprudentes y sin sustento. La Iglesia no es una democracia, pero tiene muchas instancias de consulta.

PENSAR

Jesús nos dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones las someten y los poderosos las dominan. Entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera ser importante que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo, así como el Hijo del hombre que no vino a que lo sirvieran, sino a servir y a dar su vida para rescatar a todos” (Mt 20,25-28).

En su reciente encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco dice: “La caridad política se expresa también en la apertura a todos. Principalmente aquel a quien le toca gobernar, está llamado a renuncias que hagan posible el encuentro, y busca la confluencia al menos en algunos temas” (190).

ACTUAR

Que el Espíritu Santo nos ayude a ser humildes, para escucharnos con respeto y amor unos a otros, y así juntos busquemos el bien de la familia y de la comunidad.