/ jueves 14 de octubre de 2021

Cable diplomático | Iniciar otra vez 

En días recientes terminó el diálogo de alto nivel entre México y Estados Unidos sobre materia de seguridad y la cooperación que debe haber entre ambos para temas importantes, como es la seguridad hemisférica. Recuerdo con gran claridad que hace casi quince años, por allá de 2007 y 2008, la relación entre ambos países se encontraba en un punto álgido debido a los temas complicados de la famosa “Iniciativa Mérida”. Recuerdo también que fue en la Reunión Interparlamentaria entre México y Estados Unidos celebrada en Monterrey, donde las delegaciones de ambos congresos acordaron destrabar los candados que estaban complicando el avance de esta. Había muchísima oposición a la misma, porque muchos legisladores mexicanos pensaron que se trataba de un intento de implementar en México un “Plan Colombia” donde el gobierno de Washington tendría mucha injerencia en los temas que correspondían al otro país.

Al final del día, esta reunión legislativa sirvió para que el asunto tomara un rumbo distinto y fuera aprobado por el Capitolio en Washington, como de hecho sucedió. No fue fácil, lo recuerdo. En ese entonces yo tuve la oportunidad de haber sido parte de ese grupo que organizó dicha reunión desde el Legislativo y recuerdo bien las posiciones encontradas de ambas delegaciones.

Hoy en día acabamos de presenciar el fin y el relanzamiento de otro instrumento diferente que dará dirección a los trabajos que hacen ambos países en esta materia. Se ha puesto fin a la famosa “Iniciativa Mérida” con todo lo que ello implica y se ha dado paso a este nuevo marco de entendimiento. Siempre los eufemismos no se hacen esperar sobre lo que significa volver a empezar, pero la realidad es que nuestros países todo el tiempo están tratando de relanzar esta cooperación en la que tienen puntos de diferencia de notable consideración. Las visiones son claramente contrarias en muchos aspectos, pero las hay otras en que creo que debemos enfocarnos para combatir el fenómeno de la violencia en todas sus formas, y en ese sentido, creo que atacar las causas de esta es la manera de hacerlo. Los antiguos pilares de este programa de acción conjunta contemplaban la reconstrucción del tejido social y la construcción de capacidades de resiliencia en los entornos más azotados por la violencia en nuestro país. Independientemente del instrumento que se tenga, creo que ello sigue siendo vigente.

Por supuesto que ambos países queremos que las cosas cambien, que la violencia y la inseguridad disminuyan, que las cosas sean más pacíficas en las comunidades que sufren de este infierno, pero para ello, sin temor a equivocarme, ambos países tenemos que atajar las causas desde la raíz y cualquier cooperación que sea exitosa, tiene que pasar por allí. No tengo idea qué nombre le vamos a poner o qué adjetivos o en qué etapa de esta cooperación mutua estamos, pero lo que me queda claro es que ambos países, si queremos que las cosas cambien, tenemos mucha claridad sobre lo que cada cual tiene que corregir y cambiar. Si los nuevos marcos de entendimiento sirven como pretexto para ello, entonces, bienvenidos.

En días recientes terminó el diálogo de alto nivel entre México y Estados Unidos sobre materia de seguridad y la cooperación que debe haber entre ambos para temas importantes, como es la seguridad hemisférica. Recuerdo con gran claridad que hace casi quince años, por allá de 2007 y 2008, la relación entre ambos países se encontraba en un punto álgido debido a los temas complicados de la famosa “Iniciativa Mérida”. Recuerdo también que fue en la Reunión Interparlamentaria entre México y Estados Unidos celebrada en Monterrey, donde las delegaciones de ambos congresos acordaron destrabar los candados que estaban complicando el avance de esta. Había muchísima oposición a la misma, porque muchos legisladores mexicanos pensaron que se trataba de un intento de implementar en México un “Plan Colombia” donde el gobierno de Washington tendría mucha injerencia en los temas que correspondían al otro país.

Al final del día, esta reunión legislativa sirvió para que el asunto tomara un rumbo distinto y fuera aprobado por el Capitolio en Washington, como de hecho sucedió. No fue fácil, lo recuerdo. En ese entonces yo tuve la oportunidad de haber sido parte de ese grupo que organizó dicha reunión desde el Legislativo y recuerdo bien las posiciones encontradas de ambas delegaciones.

Hoy en día acabamos de presenciar el fin y el relanzamiento de otro instrumento diferente que dará dirección a los trabajos que hacen ambos países en esta materia. Se ha puesto fin a la famosa “Iniciativa Mérida” con todo lo que ello implica y se ha dado paso a este nuevo marco de entendimiento. Siempre los eufemismos no se hacen esperar sobre lo que significa volver a empezar, pero la realidad es que nuestros países todo el tiempo están tratando de relanzar esta cooperación en la que tienen puntos de diferencia de notable consideración. Las visiones son claramente contrarias en muchos aspectos, pero las hay otras en que creo que debemos enfocarnos para combatir el fenómeno de la violencia en todas sus formas, y en ese sentido, creo que atacar las causas de esta es la manera de hacerlo. Los antiguos pilares de este programa de acción conjunta contemplaban la reconstrucción del tejido social y la construcción de capacidades de resiliencia en los entornos más azotados por la violencia en nuestro país. Independientemente del instrumento que se tenga, creo que ello sigue siendo vigente.

Por supuesto que ambos países queremos que las cosas cambien, que la violencia y la inseguridad disminuyan, que las cosas sean más pacíficas en las comunidades que sufren de este infierno, pero para ello, sin temor a equivocarme, ambos países tenemos que atajar las causas desde la raíz y cualquier cooperación que sea exitosa, tiene que pasar por allí. No tengo idea qué nombre le vamos a poner o qué adjetivos o en qué etapa de esta cooperación mutua estamos, pero lo que me queda claro es que ambos países, si queremos que las cosas cambien, tenemos mucha claridad sobre lo que cada cual tiene que corregir y cambiar. Si los nuevos marcos de entendimiento sirven como pretexto para ello, entonces, bienvenidos.