/ miércoles 19 de enero de 2022

Centenario de Luis Echeverría

Como de todos los personajes de la vida pública, especialmente de la política, del hombre que gobernó a México de 1970 a 1976 se dice que la historia lo juzgará o ya lo ha juzgado. Pero no es la historia la que mantiene críticas y denuestos contra Luis Echeverría. La historia son los hechos y los hechos tienen diversas interpretaciones, más divergentes en su cercanía en el tiempo. El análisis desapasionado del gobierno de Luis Echeverría no puede pasar por alto el valor de los avances y los cambios que significó para el país.

El de Echeverría fue, sí, un gobierno de izquierda y nacionalista sin apartarse de las aspiraciones y las metas de justicia social y desarrollo de la Revolución Mexicana; una izquierda que fue parte de la oscilación pendular que en esas décadas determinó movimientos de izquierda, centro y derecha que en la Segunda Guerra Mundial y los prolongados años de la guerra fría dieron a México prestigio de equilibrio y dignidad en su soberanía. En los años del gobierno de Echeverría, lejos de destruir instituciones fueron creados instrumentos sociales y económicos que siguen siendo vigentes en la actualidad. El INFONAVIT, la Procuraduría del Consumidor, el CONACYT, \u0009el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, la Universidad Autónoma Metropolitana, la CONAPO, FONATUR más la fortaleza de la banca de desarrollo son sólo algunos ejemplos de la labor constructiva de esa administración. Contra lo que se diga, Echeverría no atacó a la iniciativa privada; por el contrario alentó las inversiones y la vigorización de la empresa mexicana.

En el ámbito internacional el gobierno de Echeverría agregó a las doce millas del mar territorial las 200 del mar patrimonial que permitieron a partir de entonces un mayor aprovechamiento de nuestros recursos marítimos. Lejos de mantener al país en una economía cerrada, con una intensa relación de encuentros con personajes y jefes de Estado de todos los continentes, Echeverría incrementó y enriqueció el contacto con el mundo; proclamó la Carta de los Derechos y Deberes de los Estados que la organización de las Naciones Unidas sigue considerando oficialmente como la Carta Echeverría. Con la conciencia de la realidad internacional, Luis Echeverría impulsó y contribuyó activamente a la formación y consolidación del grupo de los 77 que frente a la influencia bipolar de esa época buscaba soluciones viables a la economía de los países en desarrollo.

Luis Echeverría cumplió el pasado lunes cien años de una vida que en justicia debe considerarse ejemplar por su contribución al desarrollo de México en las décadas posteriores al movimiento armado. Los ataques a su imagen sólo se justifican por una actitud de resentimiento de personas o grupos que se sintieron afectados por la política de ese sexenio. Pero la historia, la verdadera historia no deja de reconocer aciertos que son los más y errores que son los menos de un gobernante que aportó al país vitalidad y certidumbre. Es de justicia reconocerlo.

Entre las críticas del gobierno de Luis Echeverría se menciona la devaluación del peso frente al dólar anunciada el 31 de agosto de 1976. Nada más lejano a la verdad que ese juicio sobre la devaluación que debería estar acompañado de un análisis de las circunstancias internas y externas que la produjeron. El gobierno de Echeverría mantuvo un crecimiento sostenido del producto interno bruto de alrededor del cinco por ciento en todo el sexenio. La devaluación después de 22 años de una cotización de $12.50 pesos por dólar, se hizo inevitable por la alta demanda de la divisa norteamericana y la salida de capitales que agotó las reservas del Banco de México, entonces entidad dependiente del gobierno federal. A raíz de la devaluación, el secretario de Hacienda, Mario Ramón Beteta, anunció el retiro del Banco de México del mercado de cambios para dejar al dólar en flotación frente a las fluctuaciones del mercado. Años más tarde esa decisión se complementaría con la plena autonomía del Banco de México que permite los movimientos de la cotización conforme a la oferta y la demanda de las divisas. El cambio en la cotización de 1976 hasta llegar a cerca de 20 pesos por dólar no contuvo las devaluaciones que en los años siguientes adquirieron proporciones mucho mayores que la del gobierno de Luis Echeverría. No obstante esas circunstancias el gobierno de Echeverría mantuvo una estabilidad económica quebrantada en los años y los gobiernos siguientes. Como otras críticas al gobierno de Echeverría la que se hace por la devaluación es ignorante de la verdad de la solidez que en lo interno y en lo externo alcanzó la administración del hombre que ha llegado a sus cien años de existencia.

En agosto de 1968, el gobierno anunció la concertación de un diálogo con representantes del comité de huelga, aceptado en principio por los dirigentes del movimiento. Se vislumbraba una solución que evitaría la prolongación de la huelga. El propio secretario de Gobernación, Luis Echeverría, encabezaría al grupo de negociadores para el restablecimiento del diálogo. Pocos días después, algunos miembros del comité de huelga rechazaron las negociaciones que habían sido públicamente aceptadas con el argumento de que ello constituiría dar al gobierno un triunfo que el comité de huelga consideraba tener asegurado. Hechos y declaraciones posteriores como la autoentrevista del entonces secretario de la Defensa, general Marcelino García Barragán, dejan en claro que la responsabilidad de la continuación de la huelga y de los hechos ocurridos el 2 de octubre recayó plenamente en el propio presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien en dos ocasiones manifestó pública y ampliamente que asumía toda la responsabilidad del tratamiento que se dio al proceso. Luis Echeverría, secretario de Gobernación, no puede ser considerado culpable de lo ocurrido ni de la trágica culminación del proceso en la noche del 2 de octubre, en la que, contrariamente a lo que algunos afirman fallecieron menos de 40 manifestantes, además de los miembros del Ejército y de las fuerzas de seguridad que también perdieron la vida.

sdelrio1934@gmail.com


Como de todos los personajes de la vida pública, especialmente de la política, del hombre que gobernó a México de 1970 a 1976 se dice que la historia lo juzgará o ya lo ha juzgado. Pero no es la historia la que mantiene críticas y denuestos contra Luis Echeverría. La historia son los hechos y los hechos tienen diversas interpretaciones, más divergentes en su cercanía en el tiempo. El análisis desapasionado del gobierno de Luis Echeverría no puede pasar por alto el valor de los avances y los cambios que significó para el país.

El de Echeverría fue, sí, un gobierno de izquierda y nacionalista sin apartarse de las aspiraciones y las metas de justicia social y desarrollo de la Revolución Mexicana; una izquierda que fue parte de la oscilación pendular que en esas décadas determinó movimientos de izquierda, centro y derecha que en la Segunda Guerra Mundial y los prolongados años de la guerra fría dieron a México prestigio de equilibrio y dignidad en su soberanía. En los años del gobierno de Echeverría, lejos de destruir instituciones fueron creados instrumentos sociales y económicos que siguen siendo vigentes en la actualidad. El INFONAVIT, la Procuraduría del Consumidor, el CONACYT, \u0009el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, la Universidad Autónoma Metropolitana, la CONAPO, FONATUR más la fortaleza de la banca de desarrollo son sólo algunos ejemplos de la labor constructiva de esa administración. Contra lo que se diga, Echeverría no atacó a la iniciativa privada; por el contrario alentó las inversiones y la vigorización de la empresa mexicana.

En el ámbito internacional el gobierno de Echeverría agregó a las doce millas del mar territorial las 200 del mar patrimonial que permitieron a partir de entonces un mayor aprovechamiento de nuestros recursos marítimos. Lejos de mantener al país en una economía cerrada, con una intensa relación de encuentros con personajes y jefes de Estado de todos los continentes, Echeverría incrementó y enriqueció el contacto con el mundo; proclamó la Carta de los Derechos y Deberes de los Estados que la organización de las Naciones Unidas sigue considerando oficialmente como la Carta Echeverría. Con la conciencia de la realidad internacional, Luis Echeverría impulsó y contribuyó activamente a la formación y consolidación del grupo de los 77 que frente a la influencia bipolar de esa época buscaba soluciones viables a la economía de los países en desarrollo.

Luis Echeverría cumplió el pasado lunes cien años de una vida que en justicia debe considerarse ejemplar por su contribución al desarrollo de México en las décadas posteriores al movimiento armado. Los ataques a su imagen sólo se justifican por una actitud de resentimiento de personas o grupos que se sintieron afectados por la política de ese sexenio. Pero la historia, la verdadera historia no deja de reconocer aciertos que son los más y errores que son los menos de un gobernante que aportó al país vitalidad y certidumbre. Es de justicia reconocerlo.

Entre las críticas del gobierno de Luis Echeverría se menciona la devaluación del peso frente al dólar anunciada el 31 de agosto de 1976. Nada más lejano a la verdad que ese juicio sobre la devaluación que debería estar acompañado de un análisis de las circunstancias internas y externas que la produjeron. El gobierno de Echeverría mantuvo un crecimiento sostenido del producto interno bruto de alrededor del cinco por ciento en todo el sexenio. La devaluación después de 22 años de una cotización de $12.50 pesos por dólar, se hizo inevitable por la alta demanda de la divisa norteamericana y la salida de capitales que agotó las reservas del Banco de México, entonces entidad dependiente del gobierno federal. A raíz de la devaluación, el secretario de Hacienda, Mario Ramón Beteta, anunció el retiro del Banco de México del mercado de cambios para dejar al dólar en flotación frente a las fluctuaciones del mercado. Años más tarde esa decisión se complementaría con la plena autonomía del Banco de México que permite los movimientos de la cotización conforme a la oferta y la demanda de las divisas. El cambio en la cotización de 1976 hasta llegar a cerca de 20 pesos por dólar no contuvo las devaluaciones que en los años siguientes adquirieron proporciones mucho mayores que la del gobierno de Luis Echeverría. No obstante esas circunstancias el gobierno de Echeverría mantuvo una estabilidad económica quebrantada en los años y los gobiernos siguientes. Como otras críticas al gobierno de Echeverría la que se hace por la devaluación es ignorante de la verdad de la solidez que en lo interno y en lo externo alcanzó la administración del hombre que ha llegado a sus cien años de existencia.

En agosto de 1968, el gobierno anunció la concertación de un diálogo con representantes del comité de huelga, aceptado en principio por los dirigentes del movimiento. Se vislumbraba una solución que evitaría la prolongación de la huelga. El propio secretario de Gobernación, Luis Echeverría, encabezaría al grupo de negociadores para el restablecimiento del diálogo. Pocos días después, algunos miembros del comité de huelga rechazaron las negociaciones que habían sido públicamente aceptadas con el argumento de que ello constituiría dar al gobierno un triunfo que el comité de huelga consideraba tener asegurado. Hechos y declaraciones posteriores como la autoentrevista del entonces secretario de la Defensa, general Marcelino García Barragán, dejan en claro que la responsabilidad de la continuación de la huelga y de los hechos ocurridos el 2 de octubre recayó plenamente en el propio presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien en dos ocasiones manifestó pública y ampliamente que asumía toda la responsabilidad del tratamiento que se dio al proceso. Luis Echeverría, secretario de Gobernación, no puede ser considerado culpable de lo ocurrido ni de la trágica culminación del proceso en la noche del 2 de octubre, en la que, contrariamente a lo que algunos afirman fallecieron menos de 40 manifestantes, además de los miembros del Ejército y de las fuerzas de seguridad que también perdieron la vida.

sdelrio1934@gmail.com