/ sábado 30 de julio de 2022

Cuchillito de palo | Partidos: Burocracias inamovibles

Nos cuestan un ojo de la cara y la ciudadanía cada día los repudia más. El descrédito de loa partidos políticos se acelera, mientras una sociedad ávida de una oposición firme y sólida, se pregunta para qué diantres se les dota de cantidades millonarias, si no dan un mínimo resultado.

Tienen incrustadas en sus cúpulas una burocracia acostumbrada a vivir del hueso, a la que no hay forma de echar fuera. Ya lo decían, hace varias décadas, Jesús González Schmal, Bernardo Bátiz y el nutrido grupo de militantes que renunció a Acción Nacional, hartos del mal uso de los ingresos públicos al organismo y de que se les otorgaran cantidades tan grandes.

Y aquellas eran cacahuates comparadas con las de ahora. Tan solo en este año, el PRI recibió 1 mil 084 millones de pesos y el PAN 1 mil, 106. Cualquiera se pregunta adónde van a dar esos muchos dineros cuando es palpable que elección a elección, pierden estados, municipios y escaños, irrecuperables a corto plazo.

Desde la llegada de Alito Moreno al Tricolor, se les esfumaron nueve gubernaturas y solo les queda Coahuila, el Estado de México y el reciente triunfo en Durango, aunque está por verse el destino de las dos primeras, el próximo año que tendrán elecciones.

El PAN perdió ocho gubernaturas y, de milagro conservó Aguascalientes, en los últimos comicios. Como estará de rodada en su caída el blanquiazul, que su “máximo dirigente”, Marko Cortez, advirtió que iban a perder todo y solo tenían oportunidad de retener Aguascalientes.

Del PRD mejor ni hablar: queda un cascarón y sobra espacio, por el número de militantes que emigraron, sobre todo, a las filas de Morena. Si no fuera por la alianza con los azules y los tricolores, podrían incluso, perder el registro, lo que sucedió en algunas entidades.

Sin embargo, las cúpulas, a pesar de estos rotundos fracasos, se niegan a dejar esos cargos que les proporcionan poder y dinero. En cuanto toman posesión se rodean de sus incondicionales y conforman los Consejos y nombran delegados estatales -que deberían responder a la estructura propia de cada entidad-. No hay forma de que escuchen a las bases, a pesar de las muchas voces de inconformidad que se alzan.

Ignoran a aquellos que, por años, han militado en sus filas y hacen caso omiso del escalafón y los derechos de quienes aspiran a cargos de representación popular, a los que jamás se les permite acceder. De aquí el imparable éxodo.

Este encerrarse en un castillo de marfil, de sus directivos, alienta las divisiones internas provenientes del descontento. Corrientes en contra piden la salida de los dirigentes, pero éstos se amarran a sus nombramientos, argumentan que cumplen con los estatutos y sujetan al organismo a luchas canibalescas.

Tanto en el PRI como en el PAN es continua la demanda de que sus presidentes dejen la silla. Ninguno de los dos está dispuesto a soltar el hueso, hasta que se los quiten por la fuerza. Se niegan a ver la forma en la que han lastimado a sus instituciones, así la realidad contundente de sus fracasos los aplaste. En tanto les sigan llegando los ríos de dinero, harán lo imposible por retener el puesto. Y el Congreso jamás les quitará las exorbitantes prebendas.

Mientras la sociedad, huérfana de los organismos indispensables para enfrentar y confrontar a un gobierno, espera que de pronto aparezca el líder o los líderes que devuelvan el equilibrio y la armonía a este México.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Nos cuestan un ojo de la cara y la ciudadanía cada día los repudia más. El descrédito de loa partidos políticos se acelera, mientras una sociedad ávida de una oposición firme y sólida, se pregunta para qué diantres se les dota de cantidades millonarias, si no dan un mínimo resultado.

Tienen incrustadas en sus cúpulas una burocracia acostumbrada a vivir del hueso, a la que no hay forma de echar fuera. Ya lo decían, hace varias décadas, Jesús González Schmal, Bernardo Bátiz y el nutrido grupo de militantes que renunció a Acción Nacional, hartos del mal uso de los ingresos públicos al organismo y de que se les otorgaran cantidades tan grandes.

Y aquellas eran cacahuates comparadas con las de ahora. Tan solo en este año, el PRI recibió 1 mil 084 millones de pesos y el PAN 1 mil, 106. Cualquiera se pregunta adónde van a dar esos muchos dineros cuando es palpable que elección a elección, pierden estados, municipios y escaños, irrecuperables a corto plazo.

Desde la llegada de Alito Moreno al Tricolor, se les esfumaron nueve gubernaturas y solo les queda Coahuila, el Estado de México y el reciente triunfo en Durango, aunque está por verse el destino de las dos primeras, el próximo año que tendrán elecciones.

El PAN perdió ocho gubernaturas y, de milagro conservó Aguascalientes, en los últimos comicios. Como estará de rodada en su caída el blanquiazul, que su “máximo dirigente”, Marko Cortez, advirtió que iban a perder todo y solo tenían oportunidad de retener Aguascalientes.

Del PRD mejor ni hablar: queda un cascarón y sobra espacio, por el número de militantes que emigraron, sobre todo, a las filas de Morena. Si no fuera por la alianza con los azules y los tricolores, podrían incluso, perder el registro, lo que sucedió en algunas entidades.

Sin embargo, las cúpulas, a pesar de estos rotundos fracasos, se niegan a dejar esos cargos que les proporcionan poder y dinero. En cuanto toman posesión se rodean de sus incondicionales y conforman los Consejos y nombran delegados estatales -que deberían responder a la estructura propia de cada entidad-. No hay forma de que escuchen a las bases, a pesar de las muchas voces de inconformidad que se alzan.

Ignoran a aquellos que, por años, han militado en sus filas y hacen caso omiso del escalafón y los derechos de quienes aspiran a cargos de representación popular, a los que jamás se les permite acceder. De aquí el imparable éxodo.

Este encerrarse en un castillo de marfil, de sus directivos, alienta las divisiones internas provenientes del descontento. Corrientes en contra piden la salida de los dirigentes, pero éstos se amarran a sus nombramientos, argumentan que cumplen con los estatutos y sujetan al organismo a luchas canibalescas.

Tanto en el PRI como en el PAN es continua la demanda de que sus presidentes dejen la silla. Ninguno de los dos está dispuesto a soltar el hueso, hasta que se los quiten por la fuerza. Se niegan a ver la forma en la que han lastimado a sus instituciones, así la realidad contundente de sus fracasos los aplaste. En tanto les sigan llegando los ríos de dinero, harán lo imposible por retener el puesto. Y el Congreso jamás les quitará las exorbitantes prebendas.

Mientras la sociedad, huérfana de los organismos indispensables para enfrentar y confrontar a un gobierno, espera que de pronto aparezca el líder o los líderes que devuelvan el equilibrio y la armonía a este México.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq