/ miércoles 2 de mayo de 2018

Dar emoción a la razón

Convertir la razón en pasión, aconsejaba su siquiatra y amigo a Alfred Rosenberg, uno de los principales consejeros de Adolfo Hitler en un intento de disuadirlo del enfermizo antisemitismo y de la idea de la superioridad de la raza aria que movía a las masas de Alemania hacia el Nacional Socialismo. Dar a la razón la emoción por encima de las sinrazones de un movimiento político que cobraba fuerza en los años 20 de Europa.

El intento fue fallido. Pocos años después un proceso electoral llevó al poder a Adolfo Hitler y al grupo que marcó el más largo y negro capítulo de la historia de Alemania y provocó la conflagración de la Segunda Guerra Mundial con millones de pérdidas humanas. Juntos hicieron una triste, lamentable historia.

En ocasiones la democracia se equivoca. En unas elecciones que pasarán a la historia por su amplitud y trascendencia, México vive momentos en los que está en juego el rumbo del país. En los últimos años la sociedad mexicana ha avanzado en diversos aspectos pese al difícil entorno internacional; la economía mantiene una estabilidad que contrarresta los factores adversos, tanto internos como provenientes del exterior. En materia de empleo, de satisfactores para la población y el combate a la pobreza son realidades innegables en la vida del país. También es incuestionable que subsisten carencias y problemas sociales y económicos por resolver. La inseguridad, la corrupción, la desigualdad y la falta de oportunidades van acompañados y generan una pérdida de valores que obstaculizan una convivencia civilizada. Ni la justicia social ni la justicia a secas llegan a todos los sectores de la población. Falta mucho por hacer.

Frente al descontento y el enojo social por esas desigualdades, José Antonio Meade plantea la necesidad de fortalecer las instituciones que han permitido los avances hasta ahora alcanzados. En el panorama político se exaltan las pasiones; surgen espejismos de caminos imposibles que conducen a la disolvencia de las instituciones y a la pérdida de todo lo ganado. Es, en esencia la propuesta de AndrésManuel López Obrador.

En las elecciones del primero de julio, ante el electorado está ese panorama de inquietud, de exigencia para la solución de nuestros problemas. En la conciencia de la colectividad aparecen, por un lado la razón, el análisis sereno, la valoración y el contraste de las diferentes opciones; por la otra, la exacerbación de la emoción que obnubila la razón. Destruir lo que se ha logrado con el esfuerzo de varias generaciones o usar la fuerza de la razón para seguir adelante en lo ya obtenido. Caminar hacia adelante implica también una crítica a lo establecido, a los errores y desviaciones en los que se ha incurrido. Combatir la inmoralidad en el ejercicio del poder, aceptar las imperfecciones y las malas prácticas que subsisten en la sociedad, no llevan necesariamente a la disolución de las instituciones. Mejorarlas, corregir la injusticia y la desigualdad no se logra con soluciones viscerales sino con el empleo de la razón que bien puede convertirse en pasión y emoción por el bien de la sociedad. La educación, el trabajo honrado, el empleo de la inteligencia y la razón harán de México una mejor sociedad.

Srio28@prodigy.net.mx

Convertir la razón en pasión, aconsejaba su siquiatra y amigo a Alfred Rosenberg, uno de los principales consejeros de Adolfo Hitler en un intento de disuadirlo del enfermizo antisemitismo y de la idea de la superioridad de la raza aria que movía a las masas de Alemania hacia el Nacional Socialismo. Dar a la razón la emoción por encima de las sinrazones de un movimiento político que cobraba fuerza en los años 20 de Europa.

El intento fue fallido. Pocos años después un proceso electoral llevó al poder a Adolfo Hitler y al grupo que marcó el más largo y negro capítulo de la historia de Alemania y provocó la conflagración de la Segunda Guerra Mundial con millones de pérdidas humanas. Juntos hicieron una triste, lamentable historia.

En ocasiones la democracia se equivoca. En unas elecciones que pasarán a la historia por su amplitud y trascendencia, México vive momentos en los que está en juego el rumbo del país. En los últimos años la sociedad mexicana ha avanzado en diversos aspectos pese al difícil entorno internacional; la economía mantiene una estabilidad que contrarresta los factores adversos, tanto internos como provenientes del exterior. En materia de empleo, de satisfactores para la población y el combate a la pobreza son realidades innegables en la vida del país. También es incuestionable que subsisten carencias y problemas sociales y económicos por resolver. La inseguridad, la corrupción, la desigualdad y la falta de oportunidades van acompañados y generan una pérdida de valores que obstaculizan una convivencia civilizada. Ni la justicia social ni la justicia a secas llegan a todos los sectores de la población. Falta mucho por hacer.

Frente al descontento y el enojo social por esas desigualdades, José Antonio Meade plantea la necesidad de fortalecer las instituciones que han permitido los avances hasta ahora alcanzados. En el panorama político se exaltan las pasiones; surgen espejismos de caminos imposibles que conducen a la disolvencia de las instituciones y a la pérdida de todo lo ganado. Es, en esencia la propuesta de AndrésManuel López Obrador.

En las elecciones del primero de julio, ante el electorado está ese panorama de inquietud, de exigencia para la solución de nuestros problemas. En la conciencia de la colectividad aparecen, por un lado la razón, el análisis sereno, la valoración y el contraste de las diferentes opciones; por la otra, la exacerbación de la emoción que obnubila la razón. Destruir lo que se ha logrado con el esfuerzo de varias generaciones o usar la fuerza de la razón para seguir adelante en lo ya obtenido. Caminar hacia adelante implica también una crítica a lo establecido, a los errores y desviaciones en los que se ha incurrido. Combatir la inmoralidad en el ejercicio del poder, aceptar las imperfecciones y las malas prácticas que subsisten en la sociedad, no llevan necesariamente a la disolución de las instituciones. Mejorarlas, corregir la injusticia y la desigualdad no se logra con soluciones viscerales sino con el empleo de la razón que bien puede convertirse en pasión y emoción por el bien de la sociedad. La educación, el trabajo honrado, el empleo de la inteligencia y la razón harán de México una mejor sociedad.

Srio28@prodigy.net.mx