/ sábado 2 de diciembre de 2023

De la pluma de Miguel Reyes Razo | Elvia Martínez, en sus propias palabras

Por Miguel Reyes Razo

"Era yo - me contó la señora Elvia Martínez- una jovencita "de tobilleras" que andaba en los quince años cuando las necesidades económicas de mi familia me pusieron ante la urgencia de conseguir un empleo. Mi madre y yo viviamos en la colonia Guerrero. Casi en la misma calle de Camelia vivía el clan de los Ramírez Vázquez. Pedro, que sería brillante arquitecto, organizador de los Juegos Olímpicos de 68 secretario de estado y Primer Rector de la Universidad Autónoma Metropolitana me conocía y nos saludaba con mucho respeto.

"Guerrero era barrio de contrastes y distinta fama. Casas en la calle de Los Héroes que delataban antigua grandeza, buen gusto, educación e historia.

"Y también cantinas y cabaretuchos de mala muerte que -pese a ello- atraían a curiosos y celebridades excitados por la idea del riesgo, el peligro y el trato con mujerzuelas que hacían la calle. Recuerde: "trotacalles" las llamaban. "Mujeres de vida fácil", "amigas de ocasión" que "fichaban" clientes en lugares como "El Olímpico" cerca de la calle de Mina.

"Hoteluchos donde amanecían "desplumados" los "parranderos". Barrio bajo en tiempo de "pachucos y tarzanes". Ambiente que recreó con talento y exito Emilio Fernández."El Indio" célebre director de cine y hasta musicalizó -para el mundo- el músico norteamericano Aaron Copland en su obra "Salón México". El centro nocturno "Bremen" en la esquina de avenida Hidalgo y Héroes, cerca del Cine Monumental y de la Iglesia de San Hipólito.

"Lunar" de la Ciudad de México la colonia Guerrero. Cruzada por muchas líneas de camiones. Guerrero-Cozumel. Azcapotzalco-Narvarte- Santa Julia- San Juandico-Pensil-México Nuevo. Asiento de vecindades de auténtico "Quinto Patio". Aglomeraciones de personas que se hacinaban en un "cuarto redondo" donde la atmósfera era irrespirable, con pisos de duela pintada con una solución que llamaban "congo". Lavaderos en el centro de cada patio donde las mujeres se doblaban para restregar los "petos" del marido. Ropa de mezclilla propia de los obreros. Patios con garrochas y "mecates" para tender prendas. Sol y aire las secaban. Patios con un baño. Un "excusado" lo llamaban común. Uno para tantísimos. Vecindades malolientes como la que inmortalizó Óscar Lewis en su obra "Los hijos de Sánchez".

"Mi madre fue siempre una mujer recta, de principios mas que firmes inconmovibles. Jamás renunció a su vida estricta, honrada incapaz de solapar una mala acción. Enemiga de conductas ligeras o levemente torcidas. Si bien pasábamos por algunas dificultades la practica de la dignidad y la decencia la enorgullecían. Ejemplo contagioso. Así me educó.

"Crecí -sigue el relato de la señora Elvia Martínez en su casa de la colonia Anzures- sana y fuerte. Nadé, jugué tenis. No fui "amiguera" ni dada a las fiestas.

"México vivía la euforia de la Expropiación Petrolera". ¡Por fin el petróleo daría riqueza al pueblo! Había que pagar la "Deuda Petrolera", indemnizar a las empresas extranjeras. Resarcirlas de lo que valían sus inversiones.

"Petróleos Mexicanos" -con su "charrito patizambo" de emblema-, se volvió un sitio atrayente para trabajar. "Pagan muy buenos sueldos. Dan servicio médico de lo mejor. Luego, luego te surten las recetas de sus médicos. Hay que ir al sindicato. Buscar una "palanca". La recomendación de un influyente para que te admitan. Entras como "meritorio". De poco a poco Te dan un contrato de veintiocho días, Y ya lo demás es cosa tuya. Te empeñas. Le das duro a lo que te manden y así hasta que consigues tu plaza. El chiste es entrar a Petróleos Mexicanos.

Casa de fachada discreta. Dista de insinuar los tesoros pictóricos que dan vida a sus muros. Nadie imagina los finos muebles -discretos, elegantes- cómodos de sus salas y corredores. Residencia amplia, silenciosa. Espesas alfombras ahogan prisas y urgencias. Óeos y acuarelas. Retratos, paisajes.

"Adquisiciones de una vida. Existencia ordenada. Sobria. Mi madre supo administrar mis salarios. Tuve buenas oportunidades y pude compartir mi existencia al lado de mi madre. Consejera, confidente cuyo rigor me normó.

"Un pariente lejano de mi madre llegó a la Dirección General de Petróleos Mexicanos.

"Nunca imaginé que ahí cumpliría mi destino. Me puse "tacones" y me vestí como una señorita. Tenía que dar buena impresión a los directivos. Dejé las tobilleras. Me esperancé. Todas las cosas que se decían. Ya no pasaríamos estrecheces mi madre y yo. Con tantita suerte...

"Ni en sueños me acerqué a la realidad que ahí me aguardaba. El Director me recibió de inmediato. Recorrió el árbol genealógico y su liga con la familia de mi mamá.

"Entré luego luego a la Dirección general de Pemex. A un grupo de secretarias asignadas a la cúspide de la industria. Sitio que exigía magnífica presentación y adecuada preparación. Total inclinación, disposición al trabajo. Intensa jornada diaria.

"Ahí me transformé en la Diana Cazadora.

"Ahí conocí y me enamoré para siempre de un ingeniero llamado Jorge Díaz Serrano.

¿Cómo fue, señora?- le pregunté.

"Luego se lo contaré- me respondió.

Por Miguel Reyes Razo

"Era yo - me contó la señora Elvia Martínez- una jovencita "de tobilleras" que andaba en los quince años cuando las necesidades económicas de mi familia me pusieron ante la urgencia de conseguir un empleo. Mi madre y yo viviamos en la colonia Guerrero. Casi en la misma calle de Camelia vivía el clan de los Ramírez Vázquez. Pedro, que sería brillante arquitecto, organizador de los Juegos Olímpicos de 68 secretario de estado y Primer Rector de la Universidad Autónoma Metropolitana me conocía y nos saludaba con mucho respeto.

"Guerrero era barrio de contrastes y distinta fama. Casas en la calle de Los Héroes que delataban antigua grandeza, buen gusto, educación e historia.

"Y también cantinas y cabaretuchos de mala muerte que -pese a ello- atraían a curiosos y celebridades excitados por la idea del riesgo, el peligro y el trato con mujerzuelas que hacían la calle. Recuerde: "trotacalles" las llamaban. "Mujeres de vida fácil", "amigas de ocasión" que "fichaban" clientes en lugares como "El Olímpico" cerca de la calle de Mina.

"Hoteluchos donde amanecían "desplumados" los "parranderos". Barrio bajo en tiempo de "pachucos y tarzanes". Ambiente que recreó con talento y exito Emilio Fernández."El Indio" célebre director de cine y hasta musicalizó -para el mundo- el músico norteamericano Aaron Copland en su obra "Salón México". El centro nocturno "Bremen" en la esquina de avenida Hidalgo y Héroes, cerca del Cine Monumental y de la Iglesia de San Hipólito.

"Lunar" de la Ciudad de México la colonia Guerrero. Cruzada por muchas líneas de camiones. Guerrero-Cozumel. Azcapotzalco-Narvarte- Santa Julia- San Juandico-Pensil-México Nuevo. Asiento de vecindades de auténtico "Quinto Patio". Aglomeraciones de personas que se hacinaban en un "cuarto redondo" donde la atmósfera era irrespirable, con pisos de duela pintada con una solución que llamaban "congo". Lavaderos en el centro de cada patio donde las mujeres se doblaban para restregar los "petos" del marido. Ropa de mezclilla propia de los obreros. Patios con garrochas y "mecates" para tender prendas. Sol y aire las secaban. Patios con un baño. Un "excusado" lo llamaban común. Uno para tantísimos. Vecindades malolientes como la que inmortalizó Óscar Lewis en su obra "Los hijos de Sánchez".

"Mi madre fue siempre una mujer recta, de principios mas que firmes inconmovibles. Jamás renunció a su vida estricta, honrada incapaz de solapar una mala acción. Enemiga de conductas ligeras o levemente torcidas. Si bien pasábamos por algunas dificultades la practica de la dignidad y la decencia la enorgullecían. Ejemplo contagioso. Así me educó.

"Crecí -sigue el relato de la señora Elvia Martínez en su casa de la colonia Anzures- sana y fuerte. Nadé, jugué tenis. No fui "amiguera" ni dada a las fiestas.

"México vivía la euforia de la Expropiación Petrolera". ¡Por fin el petróleo daría riqueza al pueblo! Había que pagar la "Deuda Petrolera", indemnizar a las empresas extranjeras. Resarcirlas de lo que valían sus inversiones.

"Petróleos Mexicanos" -con su "charrito patizambo" de emblema-, se volvió un sitio atrayente para trabajar. "Pagan muy buenos sueldos. Dan servicio médico de lo mejor. Luego, luego te surten las recetas de sus médicos. Hay que ir al sindicato. Buscar una "palanca". La recomendación de un influyente para que te admitan. Entras como "meritorio". De poco a poco Te dan un contrato de veintiocho días, Y ya lo demás es cosa tuya. Te empeñas. Le das duro a lo que te manden y así hasta que consigues tu plaza. El chiste es entrar a Petróleos Mexicanos.

Casa de fachada discreta. Dista de insinuar los tesoros pictóricos que dan vida a sus muros. Nadie imagina los finos muebles -discretos, elegantes- cómodos de sus salas y corredores. Residencia amplia, silenciosa. Espesas alfombras ahogan prisas y urgencias. Óeos y acuarelas. Retratos, paisajes.

"Adquisiciones de una vida. Existencia ordenada. Sobria. Mi madre supo administrar mis salarios. Tuve buenas oportunidades y pude compartir mi existencia al lado de mi madre. Consejera, confidente cuyo rigor me normó.

"Un pariente lejano de mi madre llegó a la Dirección General de Petróleos Mexicanos.

"Nunca imaginé que ahí cumpliría mi destino. Me puse "tacones" y me vestí como una señorita. Tenía que dar buena impresión a los directivos. Dejé las tobilleras. Me esperancé. Todas las cosas que se decían. Ya no pasaríamos estrecheces mi madre y yo. Con tantita suerte...

"Ni en sueños me acerqué a la realidad que ahí me aguardaba. El Director me recibió de inmediato. Recorrió el árbol genealógico y su liga con la familia de mi mamá.

"Entré luego luego a la Dirección general de Pemex. A un grupo de secretarias asignadas a la cúspide de la industria. Sitio que exigía magnífica presentación y adecuada preparación. Total inclinación, disposición al trabajo. Intensa jornada diaria.

"Ahí me transformé en la Diana Cazadora.

"Ahí conocí y me enamoré para siempre de un ingeniero llamado Jorge Díaz Serrano.

¿Cómo fue, señora?- le pregunté.

"Luego se lo contaré- me respondió.

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