/ jueves 16 de mayo de 2019

Diaconisas en la iglesia

VER.- En julio del año 2000, muy poco tiempo después de haber llegado como obispo a San Cristóbal de Las Casas, recibí una carta de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en que se me sugería esperar algún tiempo, indeterminado, para ordenar nuevos diáconos permanentes, porque había la duda de que mi antecesor, Mons. Samuel Ruiz García, en la numerosa ordenación que hizo de diáconos permanentes en enero de ese año, hubiera ordenado diaconisas.

Esto en base a una nota informativa del periódico “La Jornada”, cuya reportera así lo informaba. Aclaramos que nada de eso era verdad. La reportera, desconocedora de los ritos, pensó que una bendición que dio el obispo a las esposas de los diáconos era una ordenación. No hubo, pues, tal ordenación. Había otras razones más profundas para suspender dichas ordenaciones, pero lo de las diaconisas hizo mucho ruido.

El 12 de mayo de 2016, la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, reunidas en Roma, preguntó al Papa Francisco qué impedía “incluir mujeres entre los diáconos permanentes, al igual que ocurría en la Iglesia primitiva” y le sugirió “crear una comisión oficial que pueda estudiar el tema”. El Papa tomó en cuenta su propuesta y, el 2 de agosto de ese año, creó dicha Comisión.

PENSAR

Ciertamente San Pablo cita a Febe, “diaconisa de la Iglesia de Cencreas” (Rom 16,1), y esto ha dado pie a que se piense en la posibilidad de que nuevamente se puedan tener en la Iglesia. Al respecto, en la rueda de prensa que dio, a su regreso de Macedonia del Norte a Roma, esto respondió el Papa a la pregunta de una reportera sobre el asunto:

“La comisión se hizo y ha trabajado por casi dos años. Todos pensaban diferente, pero han trabajado juntos y se han puesto de acuerdo hasta un cierto punto. Pero, cada uno de ellos tiene su propia visión, que no concuerda con la de los otros. Y allí se detuvieron como comisión y cada uno está estudiando seguir adelante.

Sí ayudaban, por ejemplo, en la liturgia. Lo vemos en los bautismos, que eran de inmersión. Cuando se bautizaba una mujer, la diaconisa ayudaba. También en la unción en el cuerpo de la mujer. Luego salió un documento en el que se veía que las diaconisas eran llamadas por el obispo cuando había una disputa matrimonial para la nulidad, o el divorcio, o la separación.

Cuando la mujer acusaba al marido de golpearla, llamaban a la diaconisa para que ésta viera el cuerpo y así testimoniaba en el juicio” (6-V-2019). Lo acaba de confirmar en la asamblea plenaria de dicha Unión de Superioras Generales: “La forma de ordenación no es una fórmula sacramental. Era como lo que hoy es la bendición de una abadesa. Yo no puedo hacer un decreto sacramental sin un fundamento teológico, histórico” (10-V-2019).

ACTUAR

Es un tema todavía no definido y abierto al estudio. Considero que no es tan necesario ordenar diaconisas. Y no por discriminación a la mujer, pues, de acuerdo al Código de Derecho Canónico, yo faculté a mujeres indígenas para bautizar y, previo permiso de Roma, también para presidir matrimonios, en comunidades alejadas donde no había diáconos y era rara la presencia del párroco. Cuando la comunidad está preparada, dan un magnifico servicio.

Nadie pedía que fueran diaconisas. Son mujeres idóneas, con buena aceptación en su comunidad, catequistas por varios años, dignas de toda confianza para confiarles la celebración de estos sacramentos y la educación en la fe en sus comunidades. Oremos al Espíritu Santo, para decidir lo más conveniente.

Obispo Emérito de San Cristobal de las Casas

VER.- En julio del año 2000, muy poco tiempo después de haber llegado como obispo a San Cristóbal de Las Casas, recibí una carta de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en que se me sugería esperar algún tiempo, indeterminado, para ordenar nuevos diáconos permanentes, porque había la duda de que mi antecesor, Mons. Samuel Ruiz García, en la numerosa ordenación que hizo de diáconos permanentes en enero de ese año, hubiera ordenado diaconisas.

Esto en base a una nota informativa del periódico “La Jornada”, cuya reportera así lo informaba. Aclaramos que nada de eso era verdad. La reportera, desconocedora de los ritos, pensó que una bendición que dio el obispo a las esposas de los diáconos era una ordenación. No hubo, pues, tal ordenación. Había otras razones más profundas para suspender dichas ordenaciones, pero lo de las diaconisas hizo mucho ruido.

El 12 de mayo de 2016, la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, reunidas en Roma, preguntó al Papa Francisco qué impedía “incluir mujeres entre los diáconos permanentes, al igual que ocurría en la Iglesia primitiva” y le sugirió “crear una comisión oficial que pueda estudiar el tema”. El Papa tomó en cuenta su propuesta y, el 2 de agosto de ese año, creó dicha Comisión.

PENSAR

Ciertamente San Pablo cita a Febe, “diaconisa de la Iglesia de Cencreas” (Rom 16,1), y esto ha dado pie a que se piense en la posibilidad de que nuevamente se puedan tener en la Iglesia. Al respecto, en la rueda de prensa que dio, a su regreso de Macedonia del Norte a Roma, esto respondió el Papa a la pregunta de una reportera sobre el asunto:

“La comisión se hizo y ha trabajado por casi dos años. Todos pensaban diferente, pero han trabajado juntos y se han puesto de acuerdo hasta un cierto punto. Pero, cada uno de ellos tiene su propia visión, que no concuerda con la de los otros. Y allí se detuvieron como comisión y cada uno está estudiando seguir adelante.

Sí ayudaban, por ejemplo, en la liturgia. Lo vemos en los bautismos, que eran de inmersión. Cuando se bautizaba una mujer, la diaconisa ayudaba. También en la unción en el cuerpo de la mujer. Luego salió un documento en el que se veía que las diaconisas eran llamadas por el obispo cuando había una disputa matrimonial para la nulidad, o el divorcio, o la separación.

Cuando la mujer acusaba al marido de golpearla, llamaban a la diaconisa para que ésta viera el cuerpo y así testimoniaba en el juicio” (6-V-2019). Lo acaba de confirmar en la asamblea plenaria de dicha Unión de Superioras Generales: “La forma de ordenación no es una fórmula sacramental. Era como lo que hoy es la bendición de una abadesa. Yo no puedo hacer un decreto sacramental sin un fundamento teológico, histórico” (10-V-2019).

ACTUAR

Es un tema todavía no definido y abierto al estudio. Considero que no es tan necesario ordenar diaconisas. Y no por discriminación a la mujer, pues, de acuerdo al Código de Derecho Canónico, yo faculté a mujeres indígenas para bautizar y, previo permiso de Roma, también para presidir matrimonios, en comunidades alejadas donde no había diáconos y era rara la presencia del párroco. Cuando la comunidad está preparada, dan un magnifico servicio.

Nadie pedía que fueran diaconisas. Son mujeres idóneas, con buena aceptación en su comunidad, catequistas por varios años, dignas de toda confianza para confiarles la celebración de estos sacramentos y la educación en la fe en sus comunidades. Oremos al Espíritu Santo, para decidir lo más conveniente.

Obispo Emérito de San Cristobal de las Casas