/ viernes 14 de diciembre de 2018

El Nuevo Acuerdo por la Educación

Esta semana, con la presentación de la iniciativa de reforma al Artículo Tercero de la Constitución, base del Nuevo Acuerdo por la Educación, inició el cierre de uno de los capítulos más tristes de la historia de la educación en México, la llamada Reforma Educativa.

Esta reforma laboral fue la semilla de una de las discordias más costosas del país, el ejemplo proverbial de una política neoliberal fallida, desde su origen estaba condenada al fracaso. Basada en modelos extranjeros, ajenos a la realidad nacional, donde la miopía tecnocrática, que no entendió que Ecatepec no es lo mismo que Helsinki, sin diálogo alguno, inició con una acción penal contra la lideresa sindical; generó nuevas formas de deuda a través de la bursatilización de bonos educativos (se gastaron hasta lo que no había); burocratizó la labor magisterial al incrementar de manera obscena las cargas administrativa. Pero de todos estos males, el más perverso fue la campaña de desprestigio contra los maestros.

La Reforma que hoy inicia su camino hacia la extinción no representó avances, no eliminó la venta de plazas, sólo cambio de vendedor; no mejoraron los índices educativos, no se creó un mejor sistema. En justicia hay que reconocer que no todo fue malo, pero su operación y concepción fue atroz y de gran daño. La Reforma que presenta el presidente López Obrador y el secretario Moctezuma parece la antítesis de las malas prácticas del pasado, es una Reforma que pasó por un consenso amplísimo, literalmente miles de maestros y alumnos, que integra a los maestros y a todo el ecosistema escolar, está enfocada en un proyecto educativo de largo plazo, tiene una visión social, en la cual la educación es un mecanismo de equidad y desarrollo, como debe ser una reforma constitucional da principios, derechos y una direccionalidad al Estado mexicano en la materia.

Las críticas al nuevo proyecto son magras y sesgadas, habrá quien defienda la reforma de Peña, tratando de salvar los retazos de lo rescatable, pero hasta ahora nadie ha defendido la integridad o bondad de la reforma defenestrada. Llama la atención que se centren en la desaparición del INEE y no mencionen ya no sólo las bondades de la propuesta del nuevo texto constitucional, también omiten que el nuevo instituto estará centrado en la revalorización del magisterio y la mejora continua de la educación, una evaluación formativa y no una punitiva.

@LuisHFernandez

Esta semana, con la presentación de la iniciativa de reforma al Artículo Tercero de la Constitución, base del Nuevo Acuerdo por la Educación, inició el cierre de uno de los capítulos más tristes de la historia de la educación en México, la llamada Reforma Educativa.

Esta reforma laboral fue la semilla de una de las discordias más costosas del país, el ejemplo proverbial de una política neoliberal fallida, desde su origen estaba condenada al fracaso. Basada en modelos extranjeros, ajenos a la realidad nacional, donde la miopía tecnocrática, que no entendió que Ecatepec no es lo mismo que Helsinki, sin diálogo alguno, inició con una acción penal contra la lideresa sindical; generó nuevas formas de deuda a través de la bursatilización de bonos educativos (se gastaron hasta lo que no había); burocratizó la labor magisterial al incrementar de manera obscena las cargas administrativa. Pero de todos estos males, el más perverso fue la campaña de desprestigio contra los maestros.

La Reforma que hoy inicia su camino hacia la extinción no representó avances, no eliminó la venta de plazas, sólo cambio de vendedor; no mejoraron los índices educativos, no se creó un mejor sistema. En justicia hay que reconocer que no todo fue malo, pero su operación y concepción fue atroz y de gran daño. La Reforma que presenta el presidente López Obrador y el secretario Moctezuma parece la antítesis de las malas prácticas del pasado, es una Reforma que pasó por un consenso amplísimo, literalmente miles de maestros y alumnos, que integra a los maestros y a todo el ecosistema escolar, está enfocada en un proyecto educativo de largo plazo, tiene una visión social, en la cual la educación es un mecanismo de equidad y desarrollo, como debe ser una reforma constitucional da principios, derechos y una direccionalidad al Estado mexicano en la materia.

Las críticas al nuevo proyecto son magras y sesgadas, habrá quien defienda la reforma de Peña, tratando de salvar los retazos de lo rescatable, pero hasta ahora nadie ha defendido la integridad o bondad de la reforma defenestrada. Llama la atención que se centren en la desaparición del INEE y no mencionen ya no sólo las bondades de la propuesta del nuevo texto constitucional, también omiten que el nuevo instituto estará centrado en la revalorización del magisterio y la mejora continua de la educación, una evaluación formativa y no una punitiva.

@LuisHFernandez