/ miércoles 19 de septiembre de 2018

El peso de las palabras

Pronunciado antes y durante la campaña, el término bancarrota habría sido un elemento más en busca del voto. Pero Andrés Manuel López Obrador ya no es el candidato, sino el presidente electo y en pocas semanas será el jefe del Ejecutivo. Las palabras pesan y en ocasiones los políticos, los hombres de Estado resultan rehenes de ellas. Medir las palabras, sus efectos y su congruencia es obligación de quien ejerce el poder o es parte de él.

En la euforia del rotundo triunfo electoral que lleva a la precipitación, se advierten no pocas contradicciones en el equipo que a partir del primero de diciembre se hará cargo de la administración. Tras reunirse con el gobernador del Banco de México, Andrés Manuel López Obrador tuvo frases de elogio hacia la estabilidad económica y financiera del país que ha permitido, dijo, una transición ordenada y tranquila. No habrá crisis, sostuvo. Pocos días después, el presidente electo arremete contra la administración actual que le deja, afirma, un país en bancarrota. Expresión de campaña, no del próximo presidente cuyas palabras –debería entenderlo—tienen efectos negativos para la estabilidad que poco antes había reconocido. Ligereza en las palabras y desconocimiento del funcionamiento de la economía cuando López Obrador atribuye al Banco de México la responsabilidad –que la institución no tiene—del manejo de la política financiera.

La incongruencia y las contradicciones menudean en el discurso no sólo de López Obrador, sino en los planteamientos de los programas y acciones de la próxima administración, que no se cumplirán en su totalidad, advirtió, por responsabilidad del Banco de México. Planes como la Reforma Educativa, el combate a la corrupción, la desconcentración del aparato gubernamental o el perdón y la amnistía a la delincuencia sufren constantes cambios en forma y tiempo para su puesta en marcha según los aborden los diferentes responsables de su realización. Lo que un día se dice al siguiente puede cambiar en la perspectiva o el ánimo de quien lo aborda.

El término bancarrota es muy preciso. Designa una situación en la que una persona, una familia, una empresa o un gobierno se encuentran en la imposibilidad material de cumplir sus compromisos; es la suspensión total de pagos, es la quiebra. El futuro presidente de México no puede, no debe acudir a ese término para convencer o para dar una explicación adelantada de lo que no podrá lograr. Las promesas de campaña, recurso electoral, terminan cuando la realidad se transparenta. Andrés Manuel López Obrador no está en campaña. La realidad debe ser en esta nueva etapa la norma de su actuación futura. Pero no es dable a quien se encuentra en el umbral de la más alta responsabilidad acudir al recurso propagandístico, político y electoral para justificar los límites que la realidad le muestra.

La respuesta a las expresiones equívocas de López Obrador en diversos sectores de la sociedad ha sido de rechazo a la afirmación de que el país se encuentre en bancarrota. En medio de los obstáculos del entorno internacional, la economía del país ha avanzado, cumple sus compromisos internacionales y mantiene una estabilidad que el propio López Obrador ha reconocido. Confundir a la población con falsos enfoques de la verdadera situación, desorientar a quienes votaron a favor y en contra no es lo propio de quien será el presidente de todos y asumirá la grave responsabilidad de conducir al país.

Srio18@prodigy.net.mx


Pronunciado antes y durante la campaña, el término bancarrota habría sido un elemento más en busca del voto. Pero Andrés Manuel López Obrador ya no es el candidato, sino el presidente electo y en pocas semanas será el jefe del Ejecutivo. Las palabras pesan y en ocasiones los políticos, los hombres de Estado resultan rehenes de ellas. Medir las palabras, sus efectos y su congruencia es obligación de quien ejerce el poder o es parte de él.

En la euforia del rotundo triunfo electoral que lleva a la precipitación, se advierten no pocas contradicciones en el equipo que a partir del primero de diciembre se hará cargo de la administración. Tras reunirse con el gobernador del Banco de México, Andrés Manuel López Obrador tuvo frases de elogio hacia la estabilidad económica y financiera del país que ha permitido, dijo, una transición ordenada y tranquila. No habrá crisis, sostuvo. Pocos días después, el presidente electo arremete contra la administración actual que le deja, afirma, un país en bancarrota. Expresión de campaña, no del próximo presidente cuyas palabras –debería entenderlo—tienen efectos negativos para la estabilidad que poco antes había reconocido. Ligereza en las palabras y desconocimiento del funcionamiento de la economía cuando López Obrador atribuye al Banco de México la responsabilidad –que la institución no tiene—del manejo de la política financiera.

La incongruencia y las contradicciones menudean en el discurso no sólo de López Obrador, sino en los planteamientos de los programas y acciones de la próxima administración, que no se cumplirán en su totalidad, advirtió, por responsabilidad del Banco de México. Planes como la Reforma Educativa, el combate a la corrupción, la desconcentración del aparato gubernamental o el perdón y la amnistía a la delincuencia sufren constantes cambios en forma y tiempo para su puesta en marcha según los aborden los diferentes responsables de su realización. Lo que un día se dice al siguiente puede cambiar en la perspectiva o el ánimo de quien lo aborda.

El término bancarrota es muy preciso. Designa una situación en la que una persona, una familia, una empresa o un gobierno se encuentran en la imposibilidad material de cumplir sus compromisos; es la suspensión total de pagos, es la quiebra. El futuro presidente de México no puede, no debe acudir a ese término para convencer o para dar una explicación adelantada de lo que no podrá lograr. Las promesas de campaña, recurso electoral, terminan cuando la realidad se transparenta. Andrés Manuel López Obrador no está en campaña. La realidad debe ser en esta nueva etapa la norma de su actuación futura. Pero no es dable a quien se encuentra en el umbral de la más alta responsabilidad acudir al recurso propagandístico, político y electoral para justificar los límites que la realidad le muestra.

La respuesta a las expresiones equívocas de López Obrador en diversos sectores de la sociedad ha sido de rechazo a la afirmación de que el país se encuentre en bancarrota. En medio de los obstáculos del entorno internacional, la economía del país ha avanzado, cumple sus compromisos internacionales y mantiene una estabilidad que el propio López Obrador ha reconocido. Confundir a la población con falsos enfoques de la verdadera situación, desorientar a quienes votaron a favor y en contra no es lo propio de quien será el presidente de todos y asumirá la grave responsabilidad de conducir al país.

Srio18@prodigy.net.mx