/ sábado 27 de abril de 2024

El prefijo de moda

En el castellano hay palabras que, al paso de los años o como resultado de la necesidad de la época, se van creando; se les llama neologismos, o sea, palabra nueva. Las necesidades de la época las va marcando, generalmente, la tecnología. Así con la aparición de las comunicaciones rápidas se fueron creando neologismos que hoy son palabras del hablar diario: telégrafo, teléfono, telemetría, televisión, télex, telefax, telefoto, telemática, etc., todas ellas utilizan el prefijo “tele” que significa “a distancia, lejos”. Al proceso para crear nuevas palabras o neologismos mediante prefijos se lo conoce como prefijación. Es muy común hoy en día formar palabras nuevas, crear, inventar. Todo ello va marcando el signo de los tiempos, la vorágine que nos devora diariamente y que afecta, sobre todo, el lenguaje.

México ha entrado, desde hace casi cuatro años, en una guerra contra la delincuencia organizada y el narcotráfico. No es una guerra que tenga como fin el espacio vital, pretexto de miles de contiendas habidas a lo largo de la historia. Tampoco estamos inmersos en una guerra por distintas ideologías políticas, religiosas o sociales, como ocurre en varios países hoy en día. Es una guerra que no se planeó ni se establecieron parámetros de inteligencia para conocer la estatura del enemigo, simplemente se declaró y ya. Es una conflagración tan virulenta que en el lapso de los cuatro años ha producido más de 30 mil víctimas, de las cuales un gran porcentaje son inocentes. Jean Meyer Barth, historiador mexicano de origen francés, nacido en 1942 dice en su libro La Cristiada en el cual se calcula que en la llamada guerra de los cristeros, que transcurrió en México de 1926 a 1929 casi cuatro años, murieron entre 25 y 30 mil cristeros; aunque también perdieron la vida muchos más soldados. Conflicto producido por ideología religiosa. O sea que nuestro problema que no tiene para cuando acabar tiene un enemigo que no conocemos porque posee miles de cabezas y dejará un penoso mensaje en los libros de historia nacional.

Ahora bien, este conflicto contra las huestes del narcotráfico ha producido vocablos nuevos con prefijo. Hay un prefijo de moda: “narco”. Y así escuchamos y leemos a diario, una y mil veces unas palabras nuevas, neologismos también tristes y angustiantes: “narcotráfico, narcoterror, narcotúnel, narcomensaje, narcofosa, narcolista, narcoviolencia, narcoterritorio, narcociudad, narcoejecuciones, etc. Y así se van creando, con el paso del tiempo, palabras nuevas que detallan una etapa del México del tercer milenio.

Es imposible ignorar el delito. Aunque no seamos nosotros parte del drama penal, los medios de comunicación y la opinión pública están repletos de imágenes de delitos y delincuentes, de víctimas y de victimarios. Los delincuentes no han cambiado significativamente a través del tiempo; todos ellos han sido motivados por la ambición y la codicia, y satisfacen sus objetivos con riqueza y con poder. Esta riqueza y este poder lo han encontrado explotando inmisericordemente al ser humano en su integridad física, en su libertad y en su patrimonio, y aprovechando las deficiencias que tienen los gobiernos en el cumplimiento de la ley. Las organizaciones criminales cultivan una imagen de omnipotencia e invulnerabilidad, son autodestructivas y manipuladas por la ambición. En realidad, el delito organizado es un fenómeno fundamentalmente imperfecto.

Por otra parte, la impunidad y la desconfianza en el aparato gubernamental en los últimos años, obedece sin duda a un entorno más turbulento, tanto económica como políticamente, así como a un debilitamiento de las estructuras legales y de los mecanismos de procuración e impartición de justicia.

En el año 2000, el criminólogo Rafael Ruiz Harrell, hoy desaparecido, decía que la criminalidad ha crecido tanto, es a tal grado violenta y es tan poco lo que se está haciendo para restablecer el imperio de la ley, que México puede llegar a ser ingobernable. Desde que Ruiz Harrel pronunciara estas palabras han transcurrido 25 años.

Fundador de Notimex

Premio Primera Plana

Premio Nacional de Periodistmo

pacofonn@gmail.com

En el castellano hay palabras que, al paso de los años o como resultado de la necesidad de la época, se van creando; se les llama neologismos, o sea, palabra nueva. Las necesidades de la época las va marcando, generalmente, la tecnología. Así con la aparición de las comunicaciones rápidas se fueron creando neologismos que hoy son palabras del hablar diario: telégrafo, teléfono, telemetría, televisión, télex, telefax, telefoto, telemática, etc., todas ellas utilizan el prefijo “tele” que significa “a distancia, lejos”. Al proceso para crear nuevas palabras o neologismos mediante prefijos se lo conoce como prefijación. Es muy común hoy en día formar palabras nuevas, crear, inventar. Todo ello va marcando el signo de los tiempos, la vorágine que nos devora diariamente y que afecta, sobre todo, el lenguaje.

México ha entrado, desde hace casi cuatro años, en una guerra contra la delincuencia organizada y el narcotráfico. No es una guerra que tenga como fin el espacio vital, pretexto de miles de contiendas habidas a lo largo de la historia. Tampoco estamos inmersos en una guerra por distintas ideologías políticas, religiosas o sociales, como ocurre en varios países hoy en día. Es una guerra que no se planeó ni se establecieron parámetros de inteligencia para conocer la estatura del enemigo, simplemente se declaró y ya. Es una conflagración tan virulenta que en el lapso de los cuatro años ha producido más de 30 mil víctimas, de las cuales un gran porcentaje son inocentes. Jean Meyer Barth, historiador mexicano de origen francés, nacido en 1942 dice en su libro La Cristiada en el cual se calcula que en la llamada guerra de los cristeros, que transcurrió en México de 1926 a 1929 casi cuatro años, murieron entre 25 y 30 mil cristeros; aunque también perdieron la vida muchos más soldados. Conflicto producido por ideología religiosa. O sea que nuestro problema que no tiene para cuando acabar tiene un enemigo que no conocemos porque posee miles de cabezas y dejará un penoso mensaje en los libros de historia nacional.

Ahora bien, este conflicto contra las huestes del narcotráfico ha producido vocablos nuevos con prefijo. Hay un prefijo de moda: “narco”. Y así escuchamos y leemos a diario, una y mil veces unas palabras nuevas, neologismos también tristes y angustiantes: “narcotráfico, narcoterror, narcotúnel, narcomensaje, narcofosa, narcolista, narcoviolencia, narcoterritorio, narcociudad, narcoejecuciones, etc. Y así se van creando, con el paso del tiempo, palabras nuevas que detallan una etapa del México del tercer milenio.

Es imposible ignorar el delito. Aunque no seamos nosotros parte del drama penal, los medios de comunicación y la opinión pública están repletos de imágenes de delitos y delincuentes, de víctimas y de victimarios. Los delincuentes no han cambiado significativamente a través del tiempo; todos ellos han sido motivados por la ambición y la codicia, y satisfacen sus objetivos con riqueza y con poder. Esta riqueza y este poder lo han encontrado explotando inmisericordemente al ser humano en su integridad física, en su libertad y en su patrimonio, y aprovechando las deficiencias que tienen los gobiernos en el cumplimiento de la ley. Las organizaciones criminales cultivan una imagen de omnipotencia e invulnerabilidad, son autodestructivas y manipuladas por la ambición. En realidad, el delito organizado es un fenómeno fundamentalmente imperfecto.

Por otra parte, la impunidad y la desconfianza en el aparato gubernamental en los últimos años, obedece sin duda a un entorno más turbulento, tanto económica como políticamente, así como a un debilitamiento de las estructuras legales y de los mecanismos de procuración e impartición de justicia.

En el año 2000, el criminólogo Rafael Ruiz Harrell, hoy desaparecido, decía que la criminalidad ha crecido tanto, es a tal grado violenta y es tan poco lo que se está haciendo para restablecer el imperio de la ley, que México puede llegar a ser ingobernable. Desde que Ruiz Harrel pronunciara estas palabras han transcurrido 25 años.

Fundador de Notimex

Premio Primera Plana

Premio Nacional de Periodistmo

pacofonn@gmail.com