Cuando hay hombres (sectores y/o pueblos enteros) que ciega y gozosamente están sometidos a un líder, nace una relación simbiótica que, si bien en un inicio aporta beneficios mutuos a las partes, muy pronto deviene parasitaria -a partir de que el líder deja de preocuparse por el bienestar y los intereses del pueblo- y termina siendo depredadora, una vez que el líder de marras, afincado en el sitial del poder, pasa a la fase en la que ejerce total y descarado control sobre el pueblo que un día se sometió a su voluntad y del que ahora consume y agota todos sus recursos, materiales y humanos, sin importar ni siquiera que su sobrevivencia pueda estar en riesgo. A este punto de la perversa relación el líder ya no necesita al pueblo y por eso mismo carece de freno en el uso de la violencia, represión y explotación, aún si ello implica el sufrimiento y destrucción de su mismo pueblo.
Así pues, luego de haber hecho una mínima aproximación a las diversas reflexiones que en torno al fenómeno del sometimiento popular al líder distintos intelectuales han elaborado a lo largo de los últimos siglos, a continuación presentaré -en un intento de sistematización final- una suma de rasgos propios de este fenómeno, reiteradamente presentes y englobables en cinco grandes ejes.
Primero: control informativo y coerción. El líder busca alcanzar la rectoría de los medios de comunicación y de las redes sociales para ejercer ad libitum la censura. Sólo así puede tener el control de la información que llegue al conocimiento del pueblo. Sí: “saber es poder” y “el que no está conmigo, está en contra de mí”. De ahí la necesidad por promover la cultura de la delación y espionaje ciudadanos; fomentar el culto a la violencia y la agresión en contra de los opositores por parte de los sectores “sumisos”, deslegitimando lo mismo a particulares que a organizaciones no gubernamentales que piensen de manera autónoma.
Segundo: nacionalismo y discriminación. Elemento propio y característico de la esencia de todo fantismo servil es la del fomento al nacionalismo extremo, el cual implica la estigmatización hacia lo extranjero y hacia toda cultura, orientación política e ideología distintas a las del coletivo “oficial”, sobre todo cuando son divergentes. De ahí el fomento al neo desprecio por los derechos humanos y la dignidad de las personas.
Tercero: manipulación popular. Nada como instrumentar todo un sistema de adoctrinamiento que permita la manipulación de los sectores afines al líder, comenzando por la integración de una nueva élite intelectual obsequiosa y servil que sirva de foco de irradiación y redundancia hacia nuevos sectores de la sociedad: mecanismo táctico esencial en la tarea de desarrollar teorías conspirativas para deslegitimar a la oposición e impulsar nuevas teorías “educativas” en el marco de la nueva sumisión. Dominio social a través del asistencialismo económico y del control al acceso de los recursos básicos (energéticos, alimentos y agua, entre otros). En suma, manipulación mediática como la sintetizada por Noam Chomsky: distracción de las masas; creación de problemas, reacción y “solución”; gradualidad del control; promesas de beneficios que nunca llegarán; infantilización social; manipulación emocional; promoción de la ignorancia popular (la peor arma de destrucción masiva) y refuerzo de la autoculpabilidad.
Cuarto: culto a la personalidad. Propaganda intensiva y omnipresencia del líder en los medios de comunicación. Empleo simbólico y ceremonial, de imágenes y mantras políticos e ideológicos y refundación de la nueva “verdad histórica” encarnada en el líder.
Quinto: control político y fin de la democracia. Estigmatización y persecución de opositores. Deslegitimación de la crítica. Fomento a la cultura del miedo. Promulgación de leyes de excepción que fortalecen el autoritarismo creciente del líder. Restricción de los derechos humanos indispensables y de las libertades civiles básicas. Destrucción de las instituciones que ponen en riesgo el poder del liderato, comenzando por la denostación y socavamiento de la independencia judicial hasta pulverizar el equilibrio entre los poderes en favor de uno solo: el del líder.
En pocas palabras ¡cuánto más por decir!, pero todo tiene un fin que es un principio a su vez. Hace medio milenio Maquiavelo advirtió a la humanidad que la historia nos permitía conocer los errores del pasado para que no los volviéramos a cometer pero lo desoímos. El propio Hitler sentenció: "quizás la más grande y mejor lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia", y en esto tenía razón. Los líderes ambiciosos de poder se suceden y, con ellos, los pueblos que, como “verdaderos creyentes” hofferianos, se les someten.
¿Hay alguna esperanza? Sí: la educación. Un pueblo ignorante es un pueblo manipulable, un pueblo que se contagia de la psicopatía del líder y que es proclive a la fanatización y la opresión. En cambio, UN PUEBLO FORMADO EN LA LIBERTAD Y EN LOS VALORES ES UN PUEBLO INDOMABLE, CRÍTICO y NO HAY LIDER capaz de encadenarlo y mucho menos de que lo pueda someter.
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