/ miércoles 19 de febrero de 2020

El TMEC y el Muro de Berlín

Por: Luis Rossano, Asociado COMEXI

El TMEC es el único tratado / acuerdo que Estados Unidos ha firmado. No se ha firmado ni acuerdo nuclear con Irán, ni de proliferación de armas de destrucción masiva con Rusia, ni acuerdo comercial con China (la firma de la llamada primera etapa no es un acuerdo comercial), ni con Europa, ni la OTAN, ni con la Organización Mundial de Comercio, ni Acuerdo Transpacífico, entre otros.

Como parte del Consejo Consultivo del sector privado en la negociación del tratado, mejor conocido como Cuarto de Junto, atestiguo lo desgarrador de la lucha y en definitiva, los sacrificios y sangre que México dejó en el camino.

Si se analiza en cada milímetro encontraremos grandes ganancias y grandes pérdidas. De manera global y con el acuerdo ratificado en México, en Estados Unidos y próximamente en Canadá, surge la duda si no es un seguro de vida demasiado caro. Dependiendo de si uno cree que el comercio internacional y los acuerdos de un mundo abierto seguirán en picada o no, se puede inferir con cierta lógica que en el primer caso se convertiría en un seguro de vida barato y en el otro en uno carísimo. No es una apología a las decisiones del gobierno o de los sectores productivos, a este punto es una realidad que debemos digerir y actuar en consecuencia.

Sin duda es momento de revisar a profundidad las letras pequeñas que firmamos, no debemos regatear a los detractores su aportación crítica, no por amor a la defensa de la libertad de expresión - aunque también - sino porque en el camino de la aplicación y de los meses por venir, desmenuzar sus implicaciones requiere de un ejército de análisis: para ganar este juego, tenemos que conocer las reglas a profundidad y retarlas para aventajar a nuestros socios y competidores en el tablero del mundo. Por tanto los estrategas del país, tanto en el sector público como privado y la sociedad civil, estamos obligados y con la feliz posibilidad de usar el TMEC, como escudo y espada, como punta de lanza de estrategias y tácticas, en nuestro mejor beneficio, de la región y del mundo.

Hay que decirlo con toda claridad, no podemos permitir que nuestra generación sea recordada como la que no peleó la buena batalla. Este año se cumplen treinta años de la caída del Muro de Berlín. Hace sólo tres décadas la euforia de las imágenes navegaban el mundo. La civilización se regocijaba, la penitencia de Alemania llegaba a un punto de remanso, las familias se abrazaban, las hermanas separadas se reunificaban, los amigos y la humanidad se sostenía en vilo: el símbolo del odio y la división llegaban a su fin. Por eso tenemos que pararnos firmemente ante la historia, ninguna modalidad de muro es aceptable, no para ignorar reclamos comprensibles de ambos lados de la frontera, pero simplemente porque es un símbolo de racismo y odio.

Alemania tiene otra decisión histórica por delante. En caso de que el Presidente Trump logre su reelección, asunto por demás posible si se sigue de cerca las elecciones primarias demócratas, Europa y con dedicatoria especial Alemania y su industria automotriz, tendrán que negociar la virulencia de la administración americana. En ese momento quedará claro a Bruselas y a Berlín como le quedó claro a México en su momento, que todo está sobre la mesa y que las decisiones económicas de arduas negociaciones técnicas en la realidad, son geopolíticas históricas.

Pero entonces ¿qué debe hacer Alemania y México hoy? Luchar por las inversiones que los han hecho prosperar como socios comerciales, incrementarlas como obliga el tratado. Es cierto que dificulta las nuevas inversiones de armadoras automotrices, pero nos obliga hacer crecer en porcentajes robustos el contenido local de las autopartes. Hoy en día la suma de exportaciones de autos y camiones juntos a Estados Unidos, son menores al total de las de autopartes. Si se revisa las letras chiquitas del TMEC con la precisión alemana, estoy seguro habrá algunas buenas razones para seguir adelante o frenarse, pero la decisión de invertir en México no sólo es una asunto económico, es un asunto geopolítico. Alemania puede ser el gran usuario de ese seguro de vida y refugio que será nuestro país y nuestra región, en caso de que los brutales terremotos provocados por nuestro vecino del norte continúen. Y van a continuar.

México debe buscar activamente extender la mano a Alemania, enviar emisarios oficiales y misiones empresariales, hacer crecer la relación bilateral ¿Qué tipo de socios quiere México para superar el maremoto de la coyuntura mundial? Y no sólo eso ¿qué tipo de socios quiere México para surfear las altas olas de la cuarta revolución industrial y ser un campeón de la transición digital? ¿A quién quiere Alemania a su lado para mostrarle el camino recorrido de la negociación comercial inminente y para generosamente compartir su seguro de vida?

El futuro demasiado próximo juzgará nuestras acciones. Se preguntará qué hicieron México y Alemania para derribar los muros de Trump.

En todo caso no es una cuestión de letra chiquita, es una cuestión de letras grandes, con las que México y Alemania escribirán la historia.

@LuigiRossano

Por: Luis Rossano, Asociado COMEXI

El TMEC es el único tratado / acuerdo que Estados Unidos ha firmado. No se ha firmado ni acuerdo nuclear con Irán, ni de proliferación de armas de destrucción masiva con Rusia, ni acuerdo comercial con China (la firma de la llamada primera etapa no es un acuerdo comercial), ni con Europa, ni la OTAN, ni con la Organización Mundial de Comercio, ni Acuerdo Transpacífico, entre otros.

Como parte del Consejo Consultivo del sector privado en la negociación del tratado, mejor conocido como Cuarto de Junto, atestiguo lo desgarrador de la lucha y en definitiva, los sacrificios y sangre que México dejó en el camino.

Si se analiza en cada milímetro encontraremos grandes ganancias y grandes pérdidas. De manera global y con el acuerdo ratificado en México, en Estados Unidos y próximamente en Canadá, surge la duda si no es un seguro de vida demasiado caro. Dependiendo de si uno cree que el comercio internacional y los acuerdos de un mundo abierto seguirán en picada o no, se puede inferir con cierta lógica que en el primer caso se convertiría en un seguro de vida barato y en el otro en uno carísimo. No es una apología a las decisiones del gobierno o de los sectores productivos, a este punto es una realidad que debemos digerir y actuar en consecuencia.

Sin duda es momento de revisar a profundidad las letras pequeñas que firmamos, no debemos regatear a los detractores su aportación crítica, no por amor a la defensa de la libertad de expresión - aunque también - sino porque en el camino de la aplicación y de los meses por venir, desmenuzar sus implicaciones requiere de un ejército de análisis: para ganar este juego, tenemos que conocer las reglas a profundidad y retarlas para aventajar a nuestros socios y competidores en el tablero del mundo. Por tanto los estrategas del país, tanto en el sector público como privado y la sociedad civil, estamos obligados y con la feliz posibilidad de usar el TMEC, como escudo y espada, como punta de lanza de estrategias y tácticas, en nuestro mejor beneficio, de la región y del mundo.

Hay que decirlo con toda claridad, no podemos permitir que nuestra generación sea recordada como la que no peleó la buena batalla. Este año se cumplen treinta años de la caída del Muro de Berlín. Hace sólo tres décadas la euforia de las imágenes navegaban el mundo. La civilización se regocijaba, la penitencia de Alemania llegaba a un punto de remanso, las familias se abrazaban, las hermanas separadas se reunificaban, los amigos y la humanidad se sostenía en vilo: el símbolo del odio y la división llegaban a su fin. Por eso tenemos que pararnos firmemente ante la historia, ninguna modalidad de muro es aceptable, no para ignorar reclamos comprensibles de ambos lados de la frontera, pero simplemente porque es un símbolo de racismo y odio.

Alemania tiene otra decisión histórica por delante. En caso de que el Presidente Trump logre su reelección, asunto por demás posible si se sigue de cerca las elecciones primarias demócratas, Europa y con dedicatoria especial Alemania y su industria automotriz, tendrán que negociar la virulencia de la administración americana. En ese momento quedará claro a Bruselas y a Berlín como le quedó claro a México en su momento, que todo está sobre la mesa y que las decisiones económicas de arduas negociaciones técnicas en la realidad, son geopolíticas históricas.

Pero entonces ¿qué debe hacer Alemania y México hoy? Luchar por las inversiones que los han hecho prosperar como socios comerciales, incrementarlas como obliga el tratado. Es cierto que dificulta las nuevas inversiones de armadoras automotrices, pero nos obliga hacer crecer en porcentajes robustos el contenido local de las autopartes. Hoy en día la suma de exportaciones de autos y camiones juntos a Estados Unidos, son menores al total de las de autopartes. Si se revisa las letras chiquitas del TMEC con la precisión alemana, estoy seguro habrá algunas buenas razones para seguir adelante o frenarse, pero la decisión de invertir en México no sólo es una asunto económico, es un asunto geopolítico. Alemania puede ser el gran usuario de ese seguro de vida y refugio que será nuestro país y nuestra región, en caso de que los brutales terremotos provocados por nuestro vecino del norte continúen. Y van a continuar.

México debe buscar activamente extender la mano a Alemania, enviar emisarios oficiales y misiones empresariales, hacer crecer la relación bilateral ¿Qué tipo de socios quiere México para superar el maremoto de la coyuntura mundial? Y no sólo eso ¿qué tipo de socios quiere México para surfear las altas olas de la cuarta revolución industrial y ser un campeón de la transición digital? ¿A quién quiere Alemania a su lado para mostrarle el camino recorrido de la negociación comercial inminente y para generosamente compartir su seguro de vida?

El futuro demasiado próximo juzgará nuestras acciones. Se preguntará qué hicieron México y Alemania para derribar los muros de Trump.

En todo caso no es una cuestión de letra chiquita, es una cuestión de letras grandes, con las que México y Alemania escribirán la historia.

@LuigiRossano

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