/ martes 26 de septiembre de 2017

Fin al desprestigio de los partidos

Para nadie es sorpresa la pobre opinión que la población tiene de la política, los políticos y los partidos, porque se la han ganado a pulso. Corrupción e impunidad han dejado una profunda mella en la sociedad. Por ello tampoco sorprende que después del sismo se viera un fuerte rechazo a la clase política a lo largo y ancho de todas las clases sociales. Sentimientos de desprecio que se habían visto ocasionalmente en la vida diaria, ahora fluyeron en memes, fotografías y videos en los que se exhibe a la autoridad, especialmente a legisladores y presidentes municipales.

Adicionalmente, el comportamiento de algunos funcionarios públicos después del terremoto no fue el mejor, especialmente en donde se ordenó a subordinados desviar la ayuda a los damnificados para que solo les llegue a través de ellos. Aunque los funcionarios no intentaron quedarse con la ayuda, sino “solo” intentar lucrar políticamente con lo que otros (ciudadanos de a pie o asociaciones de la sociedad) han recolectado. Lo que lograron es incrementar la molestia de la población hacia los políticos y de paso hacia la política misma. Algunos partidos políticos por su lado al marcar con su logo la ayuda recolectada también contribuyeron a enlodar más la opinión de la población acerca de la política.

En un débil intento de mejorar su imagen, el presidente del PRI ofreció inicialmente donar a los damnificados 285 millones de pesos (alrededor del 25% de su presupuesto de campaña) y el presidente de Morena el 50% del suyo. Fue hasta que los presidentes del Frente Ciudadano por México ofrecieron el 100% de sus recursos, incluso con una reforma a la ley que incluyera a todos los partidos, es que comenzamos a creer en su posibilidad de regeneración. Pero falta que hagan mucho más.

Encuestas señalan que aumenta notablemente el número de ciudadanos que desconfían de los partidos políticos. Prefieren candidatos independientes, esto es que no estén afilados a partido político alguno, para puestos de elección popular. Pero aún los “independientes” tienen ideas alrededor de las cuales se irán aglutinando otros ciudadanos y tarde o temprano se convertirán en partido político al estilo de los Científicos de tiempos de Porfirio Díaz.

Va a ser muy difícil que nuestro sistema político funcione sin partidos, pero seguramente no subsistirá como lo conocemos en la actualidad. Van a surgir infinidad de líderes locales que definirán la elección en su municipio y también en su entorno. Pero aunque sirva para elegir alcaldes, diputados y quizá gobernadores, definir al Presidente de la República a través de la multiplicidad de liderazgos no será posible.

Los partidos son necesarios, pero deben reformarse a fondo. Deben ser honestos, pero además sobrios. No deberán ya hacer grandes gastos de campaña (eventos grandiosos, espectaculares, anuncios en radio y tv), mantener sobriedad en el gasto corriente (vuelos, vehículos, oficinas, ayudantes, etc,) y sobre todo, no ostentar una riqueza que insulte a la población.

Sin partidos, México corre el riesgo de caer bajo el dominio de un hombre fuerte al estilo del siglo XIX, lo que no garantizaría sobriedad ni honestidad, al contrario fomentaría más corrupción e impunidad. México requiere que sus partidos se renueven tanto en su actuación en los términos descritos como en que permitan acceder al poder a quienes tengan verdadero espíritu de servicio e inhiba a los ambiciosos.

daaiadpd@hotmail.com

Para nadie es sorpresa la pobre opinión que la población tiene de la política, los políticos y los partidos, porque se la han ganado a pulso. Corrupción e impunidad han dejado una profunda mella en la sociedad. Por ello tampoco sorprende que después del sismo se viera un fuerte rechazo a la clase política a lo largo y ancho de todas las clases sociales. Sentimientos de desprecio que se habían visto ocasionalmente en la vida diaria, ahora fluyeron en memes, fotografías y videos en los que se exhibe a la autoridad, especialmente a legisladores y presidentes municipales.

Adicionalmente, el comportamiento de algunos funcionarios públicos después del terremoto no fue el mejor, especialmente en donde se ordenó a subordinados desviar la ayuda a los damnificados para que solo les llegue a través de ellos. Aunque los funcionarios no intentaron quedarse con la ayuda, sino “solo” intentar lucrar políticamente con lo que otros (ciudadanos de a pie o asociaciones de la sociedad) han recolectado. Lo que lograron es incrementar la molestia de la población hacia los políticos y de paso hacia la política misma. Algunos partidos políticos por su lado al marcar con su logo la ayuda recolectada también contribuyeron a enlodar más la opinión de la población acerca de la política.

En un débil intento de mejorar su imagen, el presidente del PRI ofreció inicialmente donar a los damnificados 285 millones de pesos (alrededor del 25% de su presupuesto de campaña) y el presidente de Morena el 50% del suyo. Fue hasta que los presidentes del Frente Ciudadano por México ofrecieron el 100% de sus recursos, incluso con una reforma a la ley que incluyera a todos los partidos, es que comenzamos a creer en su posibilidad de regeneración. Pero falta que hagan mucho más.

Encuestas señalan que aumenta notablemente el número de ciudadanos que desconfían de los partidos políticos. Prefieren candidatos independientes, esto es que no estén afilados a partido político alguno, para puestos de elección popular. Pero aún los “independientes” tienen ideas alrededor de las cuales se irán aglutinando otros ciudadanos y tarde o temprano se convertirán en partido político al estilo de los Científicos de tiempos de Porfirio Díaz.

Va a ser muy difícil que nuestro sistema político funcione sin partidos, pero seguramente no subsistirá como lo conocemos en la actualidad. Van a surgir infinidad de líderes locales que definirán la elección en su municipio y también en su entorno. Pero aunque sirva para elegir alcaldes, diputados y quizá gobernadores, definir al Presidente de la República a través de la multiplicidad de liderazgos no será posible.

Los partidos son necesarios, pero deben reformarse a fondo. Deben ser honestos, pero además sobrios. No deberán ya hacer grandes gastos de campaña (eventos grandiosos, espectaculares, anuncios en radio y tv), mantener sobriedad en el gasto corriente (vuelos, vehículos, oficinas, ayudantes, etc,) y sobre todo, no ostentar una riqueza que insulte a la población.

Sin partidos, México corre el riesgo de caer bajo el dominio de un hombre fuerte al estilo del siglo XIX, lo que no garantizaría sobriedad ni honestidad, al contrario fomentaría más corrupción e impunidad. México requiere que sus partidos se renueven tanto en su actuación en los términos descritos como en que permitan acceder al poder a quienes tengan verdadero espíritu de servicio e inhiba a los ambiciosos.

daaiadpd@hotmail.com

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