/ jueves 14 de septiembre de 2023

Fracturas en puerta 

Andrés Manuel López Obrador pudo haber fallado a la hora de hacer sus cálculos políticos cuando decidió adelantar el proceso de sucesión en Morena, partido que él mismo fundó hace casi doce años como vehículo para llegar a la Presidencia de la República y dentro del cual ejerce el principal liderazgo, lo que significa que cada una de las definiciones que ahí se adoptan, forzosamente pasan por su despacho en Palacio Nacional.

Sin que fácilmente alguien pueda discutir lo anterior, sería ingenuo creer que López Obrador se mantuvo ajeno al proceso interno de selección de quien, es lo más probable, será su candidata a sucederlo al frente de la jefatura de Estado, Claudia Sheinbaum Pardo, y no haya dado su visto bueno en cada una de las etapas de la encuesta con la que supuestamente se definió a la ganadora de esa contienda.

Más allá de ello, se insiste en que el presidente López Obrador habría tomado su decisión acerca de quien será la abanderada de Morena en las elecciones presidenciales de junio de 2024 desde hace tiempo y que toda la parafernalia que significó el proceso interno de su partido, con el dispendio de recursos que hubo, además del desgaste entre los grupos políticos de su movimiento, habría sido una simple escenografía para alimentar la idea de que se trató de un hecho histórico en la vida pública del país.

Es por ello que difícilmente se puede explicar que no haya previsto una muy probable ruptura con quien resultó en el segundo lugar del proceso de selección en Morena, el ex Canciller Marcelo Ebrard. Su compañero de ruta en los últimos 24 años, a quien le precede una de las carreras políticas más sólidas en la izquierda mexicana, ha vivido innumerables situaciones similares a las que enfrenta actualmente y que lo tienen a un paso de la puerta de salida del partido oficialista.

Dos problemas se le presentan a López Obrador ante este probable escenario. En todo este proceso de definición de la candidatura presidencial de Morena, Ebrard construyó un importante capital político dentro y fuera del partido que lo llevó a colocarse en el segundo sitio de la encuesta. Esta posición le representa, sin duda alguna, un número considerable de potenciales votos que podrían representar una merma para el movimiento obradorista en caso de que el ex titular de Relaciones Exteriores decidiera abandonar las filas de esa organización.

Segunda problemática para López Obrador es que Ebrard no es un político cualquiera al que pueda desechar como ha sucedido con tantos cercanos colaboradores en el transcurso de su carrera. Marcelo ha sido parte de la construcción del camino que llevó al tabasqueño a contender en tres ocasiones por la Presidencia de la República, de su salida del PRD, de la fundación de Morena y de la principal operación política del hoy presidente frente a todo tipo de escenarios. Además, ha sido su único sucesor en un cargo público, cuando ocupó la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en 2006, poco tiempo después de que AMLO perdiera de manera escandalosa la elección frente a Felipe Calderón.

Quizá López Obrador no tenga bien hecho el cálculo de un Marcelo Ebrard fuera de Morena. A nadie en su partido le convendría tener a uno de los políticos más distinguidos de México fuera de sus filas, particularmente en un escenario de una oposición crecientemente fortalecida con Xóchitl Gálvez, una mujer aguerrida, al frente de ese proyecto.

sdelrio1934@gmail.com


Andrés Manuel López Obrador pudo haber fallado a la hora de hacer sus cálculos políticos cuando decidió adelantar el proceso de sucesión en Morena, partido que él mismo fundó hace casi doce años como vehículo para llegar a la Presidencia de la República y dentro del cual ejerce el principal liderazgo, lo que significa que cada una de las definiciones que ahí se adoptan, forzosamente pasan por su despacho en Palacio Nacional.

Sin que fácilmente alguien pueda discutir lo anterior, sería ingenuo creer que López Obrador se mantuvo ajeno al proceso interno de selección de quien, es lo más probable, será su candidata a sucederlo al frente de la jefatura de Estado, Claudia Sheinbaum Pardo, y no haya dado su visto bueno en cada una de las etapas de la encuesta con la que supuestamente se definió a la ganadora de esa contienda.

Más allá de ello, se insiste en que el presidente López Obrador habría tomado su decisión acerca de quien será la abanderada de Morena en las elecciones presidenciales de junio de 2024 desde hace tiempo y que toda la parafernalia que significó el proceso interno de su partido, con el dispendio de recursos que hubo, además del desgaste entre los grupos políticos de su movimiento, habría sido una simple escenografía para alimentar la idea de que se trató de un hecho histórico en la vida pública del país.

Es por ello que difícilmente se puede explicar que no haya previsto una muy probable ruptura con quien resultó en el segundo lugar del proceso de selección en Morena, el ex Canciller Marcelo Ebrard. Su compañero de ruta en los últimos 24 años, a quien le precede una de las carreras políticas más sólidas en la izquierda mexicana, ha vivido innumerables situaciones similares a las que enfrenta actualmente y que lo tienen a un paso de la puerta de salida del partido oficialista.

Dos problemas se le presentan a López Obrador ante este probable escenario. En todo este proceso de definición de la candidatura presidencial de Morena, Ebrard construyó un importante capital político dentro y fuera del partido que lo llevó a colocarse en el segundo sitio de la encuesta. Esta posición le representa, sin duda alguna, un número considerable de potenciales votos que podrían representar una merma para el movimiento obradorista en caso de que el ex titular de Relaciones Exteriores decidiera abandonar las filas de esa organización.

Segunda problemática para López Obrador es que Ebrard no es un político cualquiera al que pueda desechar como ha sucedido con tantos cercanos colaboradores en el transcurso de su carrera. Marcelo ha sido parte de la construcción del camino que llevó al tabasqueño a contender en tres ocasiones por la Presidencia de la República, de su salida del PRD, de la fundación de Morena y de la principal operación política del hoy presidente frente a todo tipo de escenarios. Además, ha sido su único sucesor en un cargo público, cuando ocupó la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en 2006, poco tiempo después de que AMLO perdiera de manera escandalosa la elección frente a Felipe Calderón.

Quizá López Obrador no tenga bien hecho el cálculo de un Marcelo Ebrard fuera de Morena. A nadie en su partido le convendría tener a uno de los políticos más distinguidos de México fuera de sus filas, particularmente en un escenario de una oposición crecientemente fortalecida con Xóchitl Gálvez, una mujer aguerrida, al frente de ese proyecto.

sdelrio1934@gmail.com