/ jueves 23 de agosto de 2018

Hay otra iglesia

VER

Horror, vergüenza, desconcierto, enojo, dolor, ira e incertidumbre, han causado los casos de abusos sexuales por parte de clérigos de nuestra Iglesia, en diversas partes del mundo, que salen ahora a luz pública, aunque algunos se cometieron hace varias décadas. El delito es abominable y no tiene justificación. El sufrimiento causado a las víctimas, sobre todo cuando autoridades eclesiásticas no les dieron crédito, ni una solución justa y oportuna, es motivo de arrepentimiento y de asumir lo que nos toca de irresponsabilidad. El pueblo también está sufriendo por su “madre” la Iglesia, porque esto no desprestigia sólo al clero, sino que hiere a todo el pueblo fiel.

En contraparte, estoy en Medellín, Colombia, en la reunión anual de la coordinación general del CELAM, como miembro del Departamento de Cultura y Educación. Se han presentado los informes de las actividades realizadas por los diversos Departamentos. Es asombroso lo que hace nuestra Iglesia en este sub-continente; son incontables los servicios que se promueven y que manifiestan una Iglesia viva, servidora, samaritana, misericordiosa, confiable, cercana a los procesos que viven los pueblos en este cambio cultural total.

La mayoría de los fieles siguen firmes en su fe católica y no abandonan la Iglesia. Les duele lo que ha pasado y se preguntan por qué ha sucedido, pero les sostiene su fe en Jesús y los testimonios que conocen de sacerdotes buenos, que son la inmensa mayoría. Un árbol que cae hace más ruido que mil que permanecen en pie.

PENSAR

El Papa Francisco ha dicho: “Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre. Agradezco el hermoso ejemplo que me dan tantos cristianos que ofrecen su vida y su tiempo con alegría” (EG 76).


Ha escrito una “Carta al Pueblo de Dios”, a propósito de los últimos escándalos, y dice de entrada: Mirando hacia el pasado, nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad” (20-VIII-2018).


ACTUAR

Los obispos mexicanos tenemos ya una legislación y unos protocolos para atacar estos casos cuando se presenten, tanto en lo canónico como en lo jurídico civil. Debemos seguirlos puntualmente. Y sobre todo evitar que en los Seminarios haya candidatos que presenten algún signo de desviación en este aspecto y en todos los demás. De ordinario, no cambian.

Con el Papa, exhortamos a los fieles a hacer oración y penitencia por estos pecados clericales, y mantenerse firmes en su fe, a pesar de esos crímenes. Nuestra fe está centrada en Jesús, no en los seres humanos. Y Jesús no falla.


VER

Horror, vergüenza, desconcierto, enojo, dolor, ira e incertidumbre, han causado los casos de abusos sexuales por parte de clérigos de nuestra Iglesia, en diversas partes del mundo, que salen ahora a luz pública, aunque algunos se cometieron hace varias décadas. El delito es abominable y no tiene justificación. El sufrimiento causado a las víctimas, sobre todo cuando autoridades eclesiásticas no les dieron crédito, ni una solución justa y oportuna, es motivo de arrepentimiento y de asumir lo que nos toca de irresponsabilidad. El pueblo también está sufriendo por su “madre” la Iglesia, porque esto no desprestigia sólo al clero, sino que hiere a todo el pueblo fiel.

En contraparte, estoy en Medellín, Colombia, en la reunión anual de la coordinación general del CELAM, como miembro del Departamento de Cultura y Educación. Se han presentado los informes de las actividades realizadas por los diversos Departamentos. Es asombroso lo que hace nuestra Iglesia en este sub-continente; son incontables los servicios que se promueven y que manifiestan una Iglesia viva, servidora, samaritana, misericordiosa, confiable, cercana a los procesos que viven los pueblos en este cambio cultural total.

La mayoría de los fieles siguen firmes en su fe católica y no abandonan la Iglesia. Les duele lo que ha pasado y se preguntan por qué ha sucedido, pero les sostiene su fe en Jesús y los testimonios que conocen de sacerdotes buenos, que son la inmensa mayoría. Un árbol que cae hace más ruido que mil que permanecen en pie.

PENSAR

El Papa Francisco ha dicho: “Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre. Agradezco el hermoso ejemplo que me dan tantos cristianos que ofrecen su vida y su tiempo con alegría” (EG 76).


Ha escrito una “Carta al Pueblo de Dios”, a propósito de los últimos escándalos, y dice de entrada: Mirando hacia el pasado, nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad” (20-VIII-2018).


ACTUAR

Los obispos mexicanos tenemos ya una legislación y unos protocolos para atacar estos casos cuando se presenten, tanto en lo canónico como en lo jurídico civil. Debemos seguirlos puntualmente. Y sobre todo evitar que en los Seminarios haya candidatos que presenten algún signo de desviación en este aspecto y en todos los demás. De ordinario, no cambian.

Con el Papa, exhortamos a los fieles a hacer oración y penitencia por estos pecados clericales, y mantenerse firmes en su fe, a pesar de esos crímenes. Nuestra fe está centrada en Jesús, no en los seres humanos. Y Jesús no falla.