De pronto el espíritu navideño envuelve a todos en el mundo, o a casi todos. Esto es así por la Noche Buena y la Navidad, 24 y 25 de diciembre, en los que se está a gusto, feliz o tristón, pero son días que no pasan desapercibidos para millones de creyentes católicos, o no.
Y se genera ese espíritu navideño vestido de distintos colores alegres, luces brillantes que iluminan las calles y las avenidas principales de todas las ciudades o pueblos; el enorme árbol-abeto que se decora con esferas luminosas de distintos colores también. Y se coloca en los lugares en los que se busca la convivencia y la emoción del día de los regalos, que es la noche previa a la Navidad.
En el caso de México, hasta hace algún tiempo, se acostumbraba colocar en cada casa un “Nacimiento” en el que, sobre heno, se reproducía con pequeñas figuras, a modo artesanal y emotivo, el nacimiento de Jesús en un pesebre, rodeado de sus padres, María y José, de aquellos animalitos que le dieron calor y de ángeles y querubines…
… Pocitos de agua, lagos que son espejos, cisnes más grandes que las vaquitas del campo, campesinos en trabajo, mujeres hacendosas, borricos, guajolotes que son enormes, comparados con los burritos; unos Reyes Magos gigantes y muchas más figuras de artesanía sacra. Así la desproporción pero más grande la alegría de su colocación, como ocurría… Ya no tanto.
La costumbre hogareña poco a poco da paso a la colocación del árbol iluminado por series de foquitos coloridos que parecen caramelos –costumbre originada en Alemania, aunque allá se encendían pequeñas velas la Noche Buena, lo que pasó a EU y de ahí al mundo--; hay musgo, hay caramelos, hay angelitos y en la cúspide la gran Estrella de Belén…
Y ese mismo ‘espíritu navideño’ ha dado muestras de hondura y reflexión, de amor y búsqueda de paz interna y externa. Ya en la vida de las naciones –sobre todo en las de creencia católica- como en la vida de cada uno de quienes vemos en la Navidad un periodo de encuentro y bonhomía.
En el arte religioso hay muestras más que supremas de ese espíritu religioso e, incluso de fe católica. La Navidad y las tradiciones en torno a ella han quedado plasmadas desde distintas perspectivas, enfocadas a la estética o a su aportación testimonial.
La pintura-arte es una muestra grandiosa en la que se expone tanto la Anunciación como la búsqueda de un lugar para que María diera a luz y José junto a ella.
Hay obras de arte que son resguardadas en los grandes museos del mundo. Son las de artistas como Sandro Boticcelli, Leonardo Da Vinci, Alberto Durero, Hans Hemling, Tintoretto, Caravaggio, Correggio y El Greco, quienes dedicaron cuadros en honor a esta celebración, así como también Fra Filippo Lippi, Fra Angélico, Piero della Francesca, Pedro Pablo Rubens, Diego Velázquez, entre otros, quienes abordaron en sus lienzos a la Navidad.
En el caso del arte religioso mexicano hay muestras vastas de nacimiento de Jesús. Miguel Cabrera, el gran artista oaxaqueño de la época colonial plasmó en lienzos el momento litúrgico.
Obras de Cabrera y muchos pintores mexicanos a lo largo de siglos, están en iglesias y recintos religiosos, como también en museos de arte colonial o pinacotecas. Y son muestra del encuentro entre el arte religioso europeo y la percepción indígena-nacional que deriva en arte barroco, para referirse a una creencia que se asumió como propia luego de la conquista.
En el arte escénico, en México está en la puesta en escena cada año en diciembre de las pastorelas. Según registros estas representaciones tienen origen en la Italia medieval. Aunque luego, con la conquista española, llegan a la Nueva España para apoyar a los frailes en la catequización indígena.
Y lo dicen los libros: ‘Algunos señalan que la primera pastorela escrita y montada en nuestro país fue “La adoración de los Reyes Magos”, escrita alrededor de 1550 por el franciscano fray Andrés de Olmos.
‘El texto fue escrito por el religioso en náhuatl para facilitar la conexión con los pueblos indígenas; en esta obra, De Olmos integró elementos cercanos a la cosmovisión prehispánica como la música, danza y flores. Hay versiones que sugieren que la fecha pudo ser en 1535…’
El argumento de estas pastorelas es, básicamente, el inicio del viaje de un grupo de pastores para adorar al recién nacido Niño Dios; durante la travesía los pastores tendrán que superar los obstáculos que un grupo de demonios ponen en su camino.
En algunos de los montajes, los siete pecados capitales cobran vida en un pelotón de demonios, que tientan a los pastores, custodiados por el Arcángel San Miguel y su escudero San Rafael montado en un burro. La batalla entre el bien y el mal termina en una gran fiesta mexicana. El momento culmina con un Nacimiento, cantos, fuegos artificiales, posada y piñatas.
Por supuesto, luego de la Pastorela, se disfruta del ponche de frutas –con piquetito de mezcal sabe mejor-, los tamales de distintos sabores, la colación y las frutas de la temporada navideña y que impregnan con su aroma el instante y el recuerdo de este momento.
La música es parte esencial del arte religioso. O del momento que este significa en la vida de los seres humanos. Hay villancicos inolvidables; cantos alegres que hacen alusión al peregrinar de María y José y al nacimiento del niño Jesús; la pobreza del lugar, el homenaje de los Reyes Magos a la criatura prometida y la lucha en contra de la adversidad. Son cantos homenaje que reconocen la magia y la ilusión, la esperanza y la creencia religiosa-litúrgica...
En cuanto a la música culta, ésta ha sido pródiga en ejemplos de grandiosas composiciones que exaltan la religiosidad, la creencia en un Dios supremo, su magnificencia y la esperanza. Muy en forma directa escribieron sobre la liturgia distintos autores de música sinfónica o de cámara…:
“Oratorio de Navidad” de Juan Sebastián Bach (1734) basado en el evangelio de San Mateo, o como también “El Mesías” de G. F. Haendel (1741) compuesta en apenas tres semanas. La primera parte corresponde al adviento y la navidad y luego la pasión en otros movimientos, para culminar con el gran coro “Aleluya”. También compusieron música alusiva a la Navidad Arcangelo Corelli. Heinrich Schütz… Y tantos más.
Por supuesto hay obras que no hacen alusión al nacimiento de Jesús, pero que sí aluden al espíritu navideño, como es el caso del muy emblemático “Cascanueces” de Tchaikovsky. Y tiene su historia.
El cascanueces es un cuento de hadas y ballet en dos actos. Fue un encargo que le hicieron a Tchaikovsky en 1891 y que estrenó él mismo en 1892. El libreto fue escrito por Iván Vsévolozhsky y Marius Petipa, en base a la adaptación de Alejandro Dumas del cuento “El cascanueces y el rey de los ratones”, de Ernest Theodor Amadeus Hoffman escrito en 1816.
Y aunque Tchaikovsky aceptó el encargo, en un principio lo hizo a regañadientes. Sin embargo, al paso de las semanas se iba sintiendo muy satisfecho con la obra. Y aunque durante su presentación no tuvo el éxito que se esperaba, a lo largo de los años se fue convirtiendo en una obra indispensable para los días navideños.
La obra recrea la celebración de la Nochebuena, en la que Clarita, una niña, recibe como obsequio un cascanueces con figura de soldado, el cual durante la noche cobra vida y se enfrenta al rey de los ratones y sus huestes. Luego de una dura batalla el Cascanueces la lleva a un viaje por países maravillosos. Pródiga en fantasía, la obra es un obsequio feliz del compositor ruso quien, por aquellos días, pasaba las de Caín en su estado de ánimo. Murió un año después.
Pero bueno, todo este largo y sinuoso camino por los temas navideños envueltos en cultura, tiene como objetivo darles un abrazo a todos los aquí presentes. Decirles ¡Feliz Navidad! Y decirles que a fin de cuentas estos días nos recuerdan, para bien o para mal, que somos humanos, que somos gente de un tiempo y una generación…
…Que todos estamos aquí en una lucha cotidiana por una sola cosa: la felicidad. La salud, la tranquilidad y el recuerdo de lo que se nos enseñó hace 2023: el querernos unos a otros, en buena onda, y el perdonarnos ‘por todas las ofensas que nos hemos hecho’…
“Pero mira cómo beben los peces en el río; pero mira cómo beben por ver al Dios nacido: Beben y beben y vuelven a beber, los peces en el río por ver a Dios nacer…”
[Nos vemos de nueva cuenta en enero de 2024. ¡Felices fiestas]