/ sábado 7 de julio de 2018

La moviola

Yo sólo vine por mi final post créditos 2ª parte

GERARDO GIL BALLESTEROS

@lamoviola


El eslabón débil de los filmes sobre el Universo Marvel ha llegado. Ant-Man and The Wasp,(Estados Unidos,2018) dirigida por el a veces efectivo pero sobre todo maquilador Peyton Reed, -quien sobre todo ha realizado series de televisión y esto se nota en el ritmo de la película-, traza a lo largo de dos horas un camino de anti clímax cinematográfico.

Ni los diálogos que pretenden ser graciosos y que por forzados, predecibles, muy en el tono de lo que se vuelve costumbre en la franquicia y que harían palidecer al mismo Chespirito, salvan la más absoluta intrascendencia de esta historia. Porque Ant-Man and The Wasp, queda a años luz de lo construido en el universo cinematográfico: atrás en el lenguaje, en el avance de la historia general y sobre todo en el desarrollo de los personajes que se muestran en exceso humorísticos.

Ant-Man and The Wasp es el pedazo de pizza que uno se come ya sin hambre, que si bien no daña, tampoco provoca ningún placer. Es la gula de la industria hollywoodense por entregar un filme de verano que cumpla en forma y fondo un calendario de estreno, la fórmula que desnuda su convención por gritarla sin pudor al espectador: soy el entremés gracioso de la franquicia, ríe conmigo.

El inútil y fracasado adulto patineto, que vive en arresto domiciliario luego de los eventos de la primera entrega, Scott Lang (Paul Rudd), cuida a su pequeña hija, la adorabilísima Cassie (Abby Ryder Fortson), mientras toca la batería para pasar el rato cual niño de trece años. Así le va la vida, hasta que recibe un extraño mensaje que lo inquieta y relaciona de nueva cuenta con Hank Pym (Michael Douglas, lo mejor del filme) y con Hope Van Dyne (Evangeline Lily). Existe la posibilidad de que Janet Van Dyne (la aún portentosa Michell Pfeiffer) se encuentre con vida y extraviada en el universo cuántico. La nueva misión será rescatarla.

Por ahí aparece el socio de Lang, el despistado Luis (Michael Peña), un grupo de mafiosos que se quieren robar el laboratorio de Pym, encabezados por Sonny (Walton Goggins), un mirrey que sirve de relleno a la trama, personaje sacado de manera forzosa del comic, Ava (Hanna John-Kamen) a punto de desvanecerse (literal) y que hace las veces de contraparte de Hope, para claro, ser acordes con los tiempos. ¡Ah! Y por ahí como perdido Laurence Fishburne.

En resumen, el guión está lleno de sub tramas de poca fuerza. Cercano a lo que hacía el género antes del boom, la película poca justicia hace al público, ya a estas alturas picado con Infinity Waro a la más que digna Black Panther.

Desligado, deslucido, lo único que la justifica es su final post créditos. A estas alturas, propuesta narrativa de género.


Yo sólo vine por mi final post créditos 2ª parte

GERARDO GIL BALLESTEROS

@lamoviola


El eslabón débil de los filmes sobre el Universo Marvel ha llegado. Ant-Man and The Wasp,(Estados Unidos,2018) dirigida por el a veces efectivo pero sobre todo maquilador Peyton Reed, -quien sobre todo ha realizado series de televisión y esto se nota en el ritmo de la película-, traza a lo largo de dos horas un camino de anti clímax cinematográfico.

Ni los diálogos que pretenden ser graciosos y que por forzados, predecibles, muy en el tono de lo que se vuelve costumbre en la franquicia y que harían palidecer al mismo Chespirito, salvan la más absoluta intrascendencia de esta historia. Porque Ant-Man and The Wasp, queda a años luz de lo construido en el universo cinematográfico: atrás en el lenguaje, en el avance de la historia general y sobre todo en el desarrollo de los personajes que se muestran en exceso humorísticos.

Ant-Man and The Wasp es el pedazo de pizza que uno se come ya sin hambre, que si bien no daña, tampoco provoca ningún placer. Es la gula de la industria hollywoodense por entregar un filme de verano que cumpla en forma y fondo un calendario de estreno, la fórmula que desnuda su convención por gritarla sin pudor al espectador: soy el entremés gracioso de la franquicia, ríe conmigo.

El inútil y fracasado adulto patineto, que vive en arresto domiciliario luego de los eventos de la primera entrega, Scott Lang (Paul Rudd), cuida a su pequeña hija, la adorabilísima Cassie (Abby Ryder Fortson), mientras toca la batería para pasar el rato cual niño de trece años. Así le va la vida, hasta que recibe un extraño mensaje que lo inquieta y relaciona de nueva cuenta con Hank Pym (Michael Douglas, lo mejor del filme) y con Hope Van Dyne (Evangeline Lily). Existe la posibilidad de que Janet Van Dyne (la aún portentosa Michell Pfeiffer) se encuentre con vida y extraviada en el universo cuántico. La nueva misión será rescatarla.

Por ahí aparece el socio de Lang, el despistado Luis (Michael Peña), un grupo de mafiosos que se quieren robar el laboratorio de Pym, encabezados por Sonny (Walton Goggins), un mirrey que sirve de relleno a la trama, personaje sacado de manera forzosa del comic, Ava (Hanna John-Kamen) a punto de desvanecerse (literal) y que hace las veces de contraparte de Hope, para claro, ser acordes con los tiempos. ¡Ah! Y por ahí como perdido Laurence Fishburne.

En resumen, el guión está lleno de sub tramas de poca fuerza. Cercano a lo que hacía el género antes del boom, la película poca justicia hace al público, ya a estas alturas picado con Infinity Waro a la más que digna Black Panther.

Desligado, deslucido, lo único que la justifica es su final post créditos. A estas alturas, propuesta narrativa de género.


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