/ sábado 18 de noviembre de 2017

La moviola

  •   Mènage a trois paternal 

por Gerardo Gil Ballesteros

Con todo y que el mega blockbuster Liga de la Justicia (Zack Snyder, 2017) ocupará una gran cantidad de salas por lo menos durante sus primeros días de exhibición, hay en la cartelera opciones  y vale la pena hacer un repaso por dos de estas.

En primer lugar y de franco aire comercial, está Guerra de papás 2 (Sean Anders, 2017). Protagonizada por Mark Wahlberg, WillFerrell y la adición de Mel Gibson, ya en papel de soporte, además del siempre efectivo John Lithgow, prófugo de Churchill, pero en el tono y tipo de comedia que lo ha hecho popular, el filme está emparentado con un sub género de la comedia sobre todo hollywoodense, la Family comedie.

Más subversivos de lo que en una primera lectura aparentan ser, las películas que parodian la no tan escondida neurosis de la familia típica gringa, aparecen de vez en cuando en la cartelera mundial y van de la mano de un discreto patetismo en sus personajes y los roles sociales que representan.

Si en 1989  Ron Howard con Parenthooh, exploraba, o mejor dicho dinamitaba la vida de los suburbios estadounidenses en torno a un matrimonio  convencional y la crianza de sus hijos, con vecinos molestos y parentela  que desfila en su típica casa norteamericana, ahora en un nuevo milenio y lejos del establishment de finales de los ochenta que nos recetaba Howard, Guerra de papás 2, siguiendo la línea de la primera entrega, se sumerge en la familia actual: parejas en segundas nupcias que crían a los hijos de sus cónyuges  para estar a tono con los tiempos.

Pero Guerra de papás 2  va más lejos que otros filmes que han tocado el tema como Los tuyos, los míos y los nuestros (Raja Gosnell, 2005), remake por cierto de un filme sesentero.  Lo hace, por su discreta o por lo menos no evidente incorreción, que va desde una paródica atracción soterrada de los personajes principales, Dusty (Mark Wahlberg) y Brad (WillFerrel), hasta la exacerbación de los arquetipos políticos estadounidense entre republicanos y demócratas, pasando claro, por el acertado numerito que nos receta Mel Gibson, como un sujeto racista proclive a las armas, además de mujeriego y cínico. En una parte de la película está el gagy, en otra la subversión, sin sobrevalorar, claro, a la comedia.

El aparentemente rudo, pero más bien inseguro Dusty, continúa con una guerra de bajo perfil  para que los hijos que tuvo con su ex esposa  Sarah (Linda Cardellini) no se encariñen de más con el ñoño  Brad.

Las cosas se complican, cuando luego de decidir pasar todos juntos navidad en una cabaña, llegan de visita el padre de Dusty el racista y misógino  Kurt (Mel Gibson),  y por otro lado, Don(John Lithgow ) el suave  y bobalicón progenitor de Brad.

Mientras Kurt alienta a sus nietos para que usen armas, Don les explica lo cruel que es matar a un pavo solo por diversión. La broma de la idiosincrasia entre  republicanos y demócratas  funciona todavía  y recuerda a las batallas libradas por Robert De Niro y el ahora innombrable Dustin Hoffman en Meetthe Fockers (JayRoach, 2004).

En su aparente sencillez, Guerra de papás 2, es una comedia más aguda de lo que sus gags  ofrecen. Lo es por su clara vocación de exacerbar los arquetipos y a la siempre bobalicona familia convencional. Entra en preestreno a partir del lunes.

La opción políticamente correcta de la semana es La verdad incómoda 2 (An inconvenient sequel: Truth to power, Bonnie Cohen, Jon Shenk, 2017), documental en el que el mediático Al Gore, le apuesta  al discurso millennial, con una acertada narrativa muy ad hoc con las causas de corte liberal estadounidenses.

Para ser honestos, el filme es bastante entretenido, aunque algo ingenuo y panfletario. Se puede ver.

¿De la Liga de la Justicia, que decir? Pues  convence a los convencidos, lo que dicho en otras palabras, no es ni buena ni mala, sino todo lo contrario.

  •   Mènage a trois paternal 

por Gerardo Gil Ballesteros

Con todo y que el mega blockbuster Liga de la Justicia (Zack Snyder, 2017) ocupará una gran cantidad de salas por lo menos durante sus primeros días de exhibición, hay en la cartelera opciones  y vale la pena hacer un repaso por dos de estas.

En primer lugar y de franco aire comercial, está Guerra de papás 2 (Sean Anders, 2017). Protagonizada por Mark Wahlberg, WillFerrell y la adición de Mel Gibson, ya en papel de soporte, además del siempre efectivo John Lithgow, prófugo de Churchill, pero en el tono y tipo de comedia que lo ha hecho popular, el filme está emparentado con un sub género de la comedia sobre todo hollywoodense, la Family comedie.

Más subversivos de lo que en una primera lectura aparentan ser, las películas que parodian la no tan escondida neurosis de la familia típica gringa, aparecen de vez en cuando en la cartelera mundial y van de la mano de un discreto patetismo en sus personajes y los roles sociales que representan.

Si en 1989  Ron Howard con Parenthooh, exploraba, o mejor dicho dinamitaba la vida de los suburbios estadounidenses en torno a un matrimonio  convencional y la crianza de sus hijos, con vecinos molestos y parentela  que desfila en su típica casa norteamericana, ahora en un nuevo milenio y lejos del establishment de finales de los ochenta que nos recetaba Howard, Guerra de papás 2, siguiendo la línea de la primera entrega, se sumerge en la familia actual: parejas en segundas nupcias que crían a los hijos de sus cónyuges  para estar a tono con los tiempos.

Pero Guerra de papás 2  va más lejos que otros filmes que han tocado el tema como Los tuyos, los míos y los nuestros (Raja Gosnell, 2005), remake por cierto de un filme sesentero.  Lo hace, por su discreta o por lo menos no evidente incorreción, que va desde una paródica atracción soterrada de los personajes principales, Dusty (Mark Wahlberg) y Brad (WillFerrel), hasta la exacerbación de los arquetipos políticos estadounidense entre republicanos y demócratas, pasando claro, por el acertado numerito que nos receta Mel Gibson, como un sujeto racista proclive a las armas, además de mujeriego y cínico. En una parte de la película está el gagy, en otra la subversión, sin sobrevalorar, claro, a la comedia.

El aparentemente rudo, pero más bien inseguro Dusty, continúa con una guerra de bajo perfil  para que los hijos que tuvo con su ex esposa  Sarah (Linda Cardellini) no se encariñen de más con el ñoño  Brad.

Las cosas se complican, cuando luego de decidir pasar todos juntos navidad en una cabaña, llegan de visita el padre de Dusty el racista y misógino  Kurt (Mel Gibson),  y por otro lado, Don(John Lithgow ) el suave  y bobalicón progenitor de Brad.

Mientras Kurt alienta a sus nietos para que usen armas, Don les explica lo cruel que es matar a un pavo solo por diversión. La broma de la idiosincrasia entre  republicanos y demócratas  funciona todavía  y recuerda a las batallas libradas por Robert De Niro y el ahora innombrable Dustin Hoffman en Meetthe Fockers (JayRoach, 2004).

En su aparente sencillez, Guerra de papás 2, es una comedia más aguda de lo que sus gags  ofrecen. Lo es por su clara vocación de exacerbar los arquetipos y a la siempre bobalicona familia convencional. Entra en preestreno a partir del lunes.

La opción políticamente correcta de la semana es La verdad incómoda 2 (An inconvenient sequel: Truth to power, Bonnie Cohen, Jon Shenk, 2017), documental en el que el mediático Al Gore, le apuesta  al discurso millennial, con una acertada narrativa muy ad hoc con las causas de corte liberal estadounidenses.

Para ser honestos, el filme es bastante entretenido, aunque algo ingenuo y panfletario. Se puede ver.

¿De la Liga de la Justicia, que decir? Pues  convence a los convencidos, lo que dicho en otras palabras, no es ni buena ni mala, sino todo lo contrario.

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