/ sábado 16 de febrero de 2019

Lealtad y muerte de Madero

En estos días fríos y ventosos del mes de febrero estamos recordando la vida de uno de los próceres de la Nación mexicana: Francisco I. Madero. Es uno de los personajes patrios, junto con Miguel Hidalgo, José María Morelos y Benito Juárez, destacados por el Presidente de la República para enmarcar las labores de su administración.

También estamos trayendo a la memoria la lealtad del Ejército Mexicano a las instituciones de la República. Esta semana, el presidente López Obrador presidió la conmemoración llamada Marcha de la Lealtad.

Hace 106 años, el día 9, un grupo de cadetes del Colegio Militar acompañó al presidente Madero del Castillo de Chapultepec, que era la residencia oficial, al Palacio Nacional en un camino luminoso de lealtad y patriotismo. Lamentablemente a los trece días de ello, es decir, el 22 de febrero, el Presidente caía muerto bajo las balas de un asesino.

Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron detenidos en Palacio Nacional el día 18 por el general Aureliano Blanquet por órdenes del traidor Victoriano Huerta. Quedaron encerrados durante 4 días en un pequeño despacho de Palacio, aislados casi por completo. El día 22 fueron llevados, en vehículos separados, hasta la Penitenciaría de Lecumberri para ser muertos.

Ese episodio sangriento dio inicio a las 10 de la noche del 22 de febrero de 1913. Madero y Pino Suárez, que se disponían a dormir, fueron interrumpidos por el coronel Joaquín Chicarro, quien les informó que serían trasladados a la penitenciaria. Suponiendo que el final estaba cerca Madero se despidió de Felipe Ángeles con un “adiós mi general, nunca volveré a verlo”. Finalmente cerca de las 11 de la noche Madero fue subido a un automóvil Protos y Pino Suárez en un Packard.

Fueron trasladados al Palacio de Lecumberri. A su llegada se les informó que debían entrar por la puerta trasera. En ese momento Madero le dijo al mayor Francisco Cárdenas que atrás no había ninguna puerta. Los automóviles se detuvieron. Cárdenas obligó a bajar a Madero. En cuanto bajó le disparó en la cabeza, muriendo al instante. Pino Suárez también fue obligado a bajar de su auto. Al bajar, el teniente Rafael Pimienta le disparó. Al ver a Madero muerto trató de huir, herido por el primer balazo, gritando “¡Socorro, me asesinan!”. Tras esto Pimienta y los soldados que los acompañaban le dispararon.

En total Madero recibió 2 disparos en la cabeza, Pino Suárez recibió 13 disparos también en la cabeza. La versión oficial del suceso fue: “Al llegar al tramo final del camino a la Penitenciaría, fueron atacados por un grupo armado, en medio del ataque los prisioneros trataron de huir por lo cual resultaron muertos”. Además se disparó contra los automóviles para confirmar la versión oficial de los hechos. Al día siguiente se difundió la noticia. Pasaron varios años para que se difundiera una versión más creíble.

Hablar del Ejército Mexicano es hablar de una Institución dedicada a preservar la paz y a custodiar la soberanía nacional. Hoy, en aras de la seguridad nacional y para combatir los delitos contra la salud, el Ejército ha sido enviado a las calles para patrullar, prevenir, detener, asegurar e investigar. Son los signos de los tiempos; allí están las opiniones de analistas políticos y sociales en todos los sentidos.

Nuestro ejército actual es la misma y digna fuerza armada creada en 1821 a raíz de la Consumación de la Independencia Nacional; es la misma figura que acompañó a Juárez, a Madero y a Carranza en sus luchas contra las invasiones territoriales y contra las traiciones; es la misma Institución que se esfuerza por salvar las vidas de sus semejantes en caso de desastre, o en luchar a brazo partido contra la siembre de estupefacientes, o en llevar a cabo diversas labores sociales.

Pero también se dice que su presencia ha exacerbado la violencia. Lo cierto es que la delincuencia organizada no soporta el sometimiento y se rebela; y esa rebelión ha bañado de sangre al territorio nacional produciendo miles de víctimas, muchísimas de ellas inocentes.


Para actuar con lealtad a la Nación, en recuerdo de la memorable Gesta Histórica de 1913, el Ejército Mexicano debe actuar para preservar las instituciones surgidas de la voluntad de los mexicanos. Debe ser un ejército de paz con dignidad, para la libertad con democracia, y para la justicia con garantías y obligaciones. El pueblo de México, por décadas, ha visto a su ejército como una institución seria y confiable; que sabe bien para qué sirve y qué puede esperar de él, que sabe cuándo utilizarlo y cómo juzgar sus funciones porque lo conoce y lo reconoce. El Ejército Nacional siempre deberá ser la última instancia, siempre.


pacofonn@yahoo.com.mx

Premio Nacional de Periodismo 2018



En estos días fríos y ventosos del mes de febrero estamos recordando la vida de uno de los próceres de la Nación mexicana: Francisco I. Madero. Es uno de los personajes patrios, junto con Miguel Hidalgo, José María Morelos y Benito Juárez, destacados por el Presidente de la República para enmarcar las labores de su administración.

También estamos trayendo a la memoria la lealtad del Ejército Mexicano a las instituciones de la República. Esta semana, el presidente López Obrador presidió la conmemoración llamada Marcha de la Lealtad.

Hace 106 años, el día 9, un grupo de cadetes del Colegio Militar acompañó al presidente Madero del Castillo de Chapultepec, que era la residencia oficial, al Palacio Nacional en un camino luminoso de lealtad y patriotismo. Lamentablemente a los trece días de ello, es decir, el 22 de febrero, el Presidente caía muerto bajo las balas de un asesino.

Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron detenidos en Palacio Nacional el día 18 por el general Aureliano Blanquet por órdenes del traidor Victoriano Huerta. Quedaron encerrados durante 4 días en un pequeño despacho de Palacio, aislados casi por completo. El día 22 fueron llevados, en vehículos separados, hasta la Penitenciaría de Lecumberri para ser muertos.

Ese episodio sangriento dio inicio a las 10 de la noche del 22 de febrero de 1913. Madero y Pino Suárez, que se disponían a dormir, fueron interrumpidos por el coronel Joaquín Chicarro, quien les informó que serían trasladados a la penitenciaria. Suponiendo que el final estaba cerca Madero se despidió de Felipe Ángeles con un “adiós mi general, nunca volveré a verlo”. Finalmente cerca de las 11 de la noche Madero fue subido a un automóvil Protos y Pino Suárez en un Packard.

Fueron trasladados al Palacio de Lecumberri. A su llegada se les informó que debían entrar por la puerta trasera. En ese momento Madero le dijo al mayor Francisco Cárdenas que atrás no había ninguna puerta. Los automóviles se detuvieron. Cárdenas obligó a bajar a Madero. En cuanto bajó le disparó en la cabeza, muriendo al instante. Pino Suárez también fue obligado a bajar de su auto. Al bajar, el teniente Rafael Pimienta le disparó. Al ver a Madero muerto trató de huir, herido por el primer balazo, gritando “¡Socorro, me asesinan!”. Tras esto Pimienta y los soldados que los acompañaban le dispararon.

En total Madero recibió 2 disparos en la cabeza, Pino Suárez recibió 13 disparos también en la cabeza. La versión oficial del suceso fue: “Al llegar al tramo final del camino a la Penitenciaría, fueron atacados por un grupo armado, en medio del ataque los prisioneros trataron de huir por lo cual resultaron muertos”. Además se disparó contra los automóviles para confirmar la versión oficial de los hechos. Al día siguiente se difundió la noticia. Pasaron varios años para que se difundiera una versión más creíble.

Hablar del Ejército Mexicano es hablar de una Institución dedicada a preservar la paz y a custodiar la soberanía nacional. Hoy, en aras de la seguridad nacional y para combatir los delitos contra la salud, el Ejército ha sido enviado a las calles para patrullar, prevenir, detener, asegurar e investigar. Son los signos de los tiempos; allí están las opiniones de analistas políticos y sociales en todos los sentidos.

Nuestro ejército actual es la misma y digna fuerza armada creada en 1821 a raíz de la Consumación de la Independencia Nacional; es la misma figura que acompañó a Juárez, a Madero y a Carranza en sus luchas contra las invasiones territoriales y contra las traiciones; es la misma Institución que se esfuerza por salvar las vidas de sus semejantes en caso de desastre, o en luchar a brazo partido contra la siembre de estupefacientes, o en llevar a cabo diversas labores sociales.

Pero también se dice que su presencia ha exacerbado la violencia. Lo cierto es que la delincuencia organizada no soporta el sometimiento y se rebela; y esa rebelión ha bañado de sangre al territorio nacional produciendo miles de víctimas, muchísimas de ellas inocentes.


Para actuar con lealtad a la Nación, en recuerdo de la memorable Gesta Histórica de 1913, el Ejército Mexicano debe actuar para preservar las instituciones surgidas de la voluntad de los mexicanos. Debe ser un ejército de paz con dignidad, para la libertad con democracia, y para la justicia con garantías y obligaciones. El pueblo de México, por décadas, ha visto a su ejército como una institución seria y confiable; que sabe bien para qué sirve y qué puede esperar de él, que sabe cuándo utilizarlo y cómo juzgar sus funciones porque lo conoce y lo reconoce. El Ejército Nacional siempre deberá ser la última instancia, siempre.


pacofonn@yahoo.com.mx

Premio Nacional de Periodismo 2018