/ viernes 14 de junio de 2024

Los crímenes atroces no son justificables

La guerra en Gaza seguida del ataque de Hamas el 7 de octubre ha revelado una profunda polarización que se ha exacerbado con el uso de las redes sociales. Por un lado, se observa un antisemitismo creciente y preocupante, y por otro lado, una deshumanización e indiferencia ante crímenes atroces, la justificación de estos mismos, y por lo tanto, el debilitamiento del Derecho Internacional Penal y Humanitario.

El pasado 20 de mayo el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) solicitó una órden de arresto a Netanyahu por crímenes de guerra y de lesa humanidad, junto con el ministro de defensa Gallant, quien ha admitido abiertamente la utilización del hambre como herramienta de guerra. También se hicieron peticiones para tres altos mandos de Hamas, quienes de la misma manera, han admitido abiertamente sus intenciones genocidas de destruir al Estado de Israel, además del uso de violencia sexual y la toma de rehenes como herramientas de guerra.

Paralelamente, México, España, y otros países solicitaron a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) unirse a la demanda de Sudáfrica en contra de Israel en el caso relativo a la aplicación de la Convención para la Prevención y la Sanción para el Delito de Genocidio en la Franja de Gaza. El artículo 2° de esta Convención (1948) define el genocidio como “cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial, y religioso como tal: a) matanza de miembros del grupo, b) lesiones graves a la integridad física o mental, c) sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, d) medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo, e) traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”.

Este crimen fue tipificado por Rafael Lemkin que, tras años de cabildeo, después del Holocausto logró convencer a la comunidad internacional de firmar una convención para prevenir y sancionar el crimen de genocidio, y así asegurar el lema de “nunca más”. Sin embargo, después siguieron muchos más, y hoy estamos siendo testigo de otro posible genocidio en contra del pueblo palestino en Gaza. Hemos visto la matanza de más de 35,000 personas, el 60% siendo mujeres y niños, el bombardeo del campo de refugiados Tel al Sultán en Rafah que mató a más de 45 personas, en una zona que había sido denominada como segura (OMS, 2024). En cuanto a lesiones graves, se han reportado más de 60,000 heridos (UNICEF, 2024), que debemos dejar de contar como daño colateral, y más de 150,000 han sido desplazados forzosamente (Amnistía Intencional, 2024). Aunado a esto, el sitio y el impedimento de ayuda humanitaria imponen condiciones que acarrean la destrucción física del grupo, con la justificación de legítima defensa.

Por todo esto, se debe detener la guerra, los crímenes de lesa humanidad y el genocidio, al mismo tiempo que se liberen los rehenes, y que inicie un proceso no solo de mantenimiento de paz, sino de construcción de paz, atendiendo la violencia estructural subyacente que ha existido en Palestina desde mucho antes del 7 de octubre. Se debe hacer el famoso plan del “día de después”, que dé paso a una solución de dos estados, crear políticas de integración y despolarización, reducir la violencia y el miedo a la violencia, prohibir el sistema de apartheid, y que posteriormente ambos países, (Palestina ya como un Estado-Nación reconocido internacionalmente) firmen el Estatuto de Roma y otras convenciones internacionales que los obliguen a acatarse al Derecho Internacional. Además, ante crímenes atroces como los cometidos por ambos lados, es necesario un proceso de justicia transicional que incluya verdad, justicia, memoria, garantías de no repetición, y reparación.

El problema no se va a solucionar con la destrucción de Hamas, por dos razones. Primero, porque iría de la mano de la destrucción del pueblo palestino por la densidad poblacional de Gaza y sobre todo, por la infraestructura subterránea de Hamas. Segundo, porque el terrorismo no puede ser combatido sólo con armas, sino también con democracia e instituciones inclusivas y liberales. Hamas no puede y no debe ser solamente “destruido”, sino desmantelado y desarmado.

Por último, es necesario recalcar que el caso en la CIJ sigue en proceso ya que por más que exista evidencia sobre las distintas conductas de genocidio, la intencionalidad será difícil de probar. En el caso de la CPI, las personas imputadas también tendrán que ser evaluadas antes de ser declaradas culpables. No obstante, como sociedad civil debemos evaluar si lo legal siempre va a ser lo justo y lo moral, especialmente cuando se trata de vidas humanas. Más allá del Derecho Internacional, cualquier tipo de violencia, tanto el terrorismo, como la violencia sexual, el uso del hambre, la matanza indiscriminada, el desplazamiento forzado, o cualquier otra táctica de guerra convencional, todas indican una falta de Paz. Minimizar las violencias es deshumanizar a las personas afectadas, que no son sólo cifras, sino que cada una tiene una historia, familia, sueños, y el derecho inalienable a una vida digna y segura.

Escrito por: Renata Carrillo Granados.


La guerra en Gaza seguida del ataque de Hamas el 7 de octubre ha revelado una profunda polarización que se ha exacerbado con el uso de las redes sociales. Por un lado, se observa un antisemitismo creciente y preocupante, y por otro lado, una deshumanización e indiferencia ante crímenes atroces, la justificación de estos mismos, y por lo tanto, el debilitamiento del Derecho Internacional Penal y Humanitario.

El pasado 20 de mayo el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) solicitó una órden de arresto a Netanyahu por crímenes de guerra y de lesa humanidad, junto con el ministro de defensa Gallant, quien ha admitido abiertamente la utilización del hambre como herramienta de guerra. También se hicieron peticiones para tres altos mandos de Hamas, quienes de la misma manera, han admitido abiertamente sus intenciones genocidas de destruir al Estado de Israel, además del uso de violencia sexual y la toma de rehenes como herramientas de guerra.

Paralelamente, México, España, y otros países solicitaron a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) unirse a la demanda de Sudáfrica en contra de Israel en el caso relativo a la aplicación de la Convención para la Prevención y la Sanción para el Delito de Genocidio en la Franja de Gaza. El artículo 2° de esta Convención (1948) define el genocidio como “cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial, y religioso como tal: a) matanza de miembros del grupo, b) lesiones graves a la integridad física o mental, c) sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, d) medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo, e) traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”.

Este crimen fue tipificado por Rafael Lemkin que, tras años de cabildeo, después del Holocausto logró convencer a la comunidad internacional de firmar una convención para prevenir y sancionar el crimen de genocidio, y así asegurar el lema de “nunca más”. Sin embargo, después siguieron muchos más, y hoy estamos siendo testigo de otro posible genocidio en contra del pueblo palestino en Gaza. Hemos visto la matanza de más de 35,000 personas, el 60% siendo mujeres y niños, el bombardeo del campo de refugiados Tel al Sultán en Rafah que mató a más de 45 personas, en una zona que había sido denominada como segura (OMS, 2024). En cuanto a lesiones graves, se han reportado más de 60,000 heridos (UNICEF, 2024), que debemos dejar de contar como daño colateral, y más de 150,000 han sido desplazados forzosamente (Amnistía Intencional, 2024). Aunado a esto, el sitio y el impedimento de ayuda humanitaria imponen condiciones que acarrean la destrucción física del grupo, con la justificación de legítima defensa.

Por todo esto, se debe detener la guerra, los crímenes de lesa humanidad y el genocidio, al mismo tiempo que se liberen los rehenes, y que inicie un proceso no solo de mantenimiento de paz, sino de construcción de paz, atendiendo la violencia estructural subyacente que ha existido en Palestina desde mucho antes del 7 de octubre. Se debe hacer el famoso plan del “día de después”, que dé paso a una solución de dos estados, crear políticas de integración y despolarización, reducir la violencia y el miedo a la violencia, prohibir el sistema de apartheid, y que posteriormente ambos países, (Palestina ya como un Estado-Nación reconocido internacionalmente) firmen el Estatuto de Roma y otras convenciones internacionales que los obliguen a acatarse al Derecho Internacional. Además, ante crímenes atroces como los cometidos por ambos lados, es necesario un proceso de justicia transicional que incluya verdad, justicia, memoria, garantías de no repetición, y reparación.

El problema no se va a solucionar con la destrucción de Hamas, por dos razones. Primero, porque iría de la mano de la destrucción del pueblo palestino por la densidad poblacional de Gaza y sobre todo, por la infraestructura subterránea de Hamas. Segundo, porque el terrorismo no puede ser combatido sólo con armas, sino también con democracia e instituciones inclusivas y liberales. Hamas no puede y no debe ser solamente “destruido”, sino desmantelado y desarmado.

Por último, es necesario recalcar que el caso en la CIJ sigue en proceso ya que por más que exista evidencia sobre las distintas conductas de genocidio, la intencionalidad será difícil de probar. En el caso de la CPI, las personas imputadas también tendrán que ser evaluadas antes de ser declaradas culpables. No obstante, como sociedad civil debemos evaluar si lo legal siempre va a ser lo justo y lo moral, especialmente cuando se trata de vidas humanas. Más allá del Derecho Internacional, cualquier tipo de violencia, tanto el terrorismo, como la violencia sexual, el uso del hambre, la matanza indiscriminada, el desplazamiento forzado, o cualquier otra táctica de guerra convencional, todas indican una falta de Paz. Minimizar las violencias es deshumanizar a las personas afectadas, que no son sólo cifras, sino que cada una tiene una historia, familia, sueños, y el derecho inalienable a una vida digna y segura.

Escrito por: Renata Carrillo Granados.