/ jueves 8 de febrero de 2018

Los jóvenes y las elecciones

Al inaugurar el rector de la UNAM Enrique Graue Wiechers la construcción de la Escuela Nacional de Estudios Unidad Mérida, dijo que “los jóvenes mexicanos tienen la responsabilidad y madurez necesarias para determinar la próxima contienda electoral y el futuro del país”. En efecto, ellos representan una fuerza política y siendo ya un presente son el futuro de México, responsabilidad y madurez que demostraron ampliamente, con gran solidaridad y comportamiento ejemplar, agregó el rector, durante los sismos de septiembre pasado. La verdad es que se habla mucho de los precandidatos o candidatos a la presidencia de la República, y de los demás aspirantes a cargos de elección popular, omitiendo la importancia y fuerza de los votantes, de los electores. Lo evidente es que por más que se aspire a algo, el aspirante no decide; claro, ya sabemos cómo influye éste y de qué manera, salvo raras excepciones, pero la palabra final en el caso es la del elector.

 Ahora bien, qué son los jóvenes, qué desean, cuáles son sus ideales y sus tendencias ideológicas. Y digo tendencias porque les falta aún por vivir y experimentar. Analizando, pues, tal material humano yo llego a las siguientes conclusiones, especialmente en el México de hoy convulso y atormentado. Característica de la juventud de todos los tiempos es el idealismo, o sea, la marcada propensión a idealizar, si se quiere hasta a soñar, ya que el joven eleva las cosas sobre la realidad sensible. A mi juicio lo caracteriza la esperanza inteligente. El joven ve alcanzable algo que desea, y que desea el país entero: paz, seguridad, ausencia de violencia y de crímenes atroces. Lo cual no es alcanzable -o tan alcanzable- por quienes se han hundido -digamos los maduros- en el fango de los contubernios y de las alianzas de moral dudosa; o que de plano se han hecho cómplices, por la vía del dinero, del narcotráfico y de la delincuencia. El joven, pensaba Nietzsche, está limpio. De acuerdo, no lo ha contaminado el torrente de  la vida. Lo cierto es que joven sin ideales es un viejo indolente prematuro. Y algo más, se dirá que por joven el joven es un ser humano influenciable, susceptible de ser manipulado. Depende. Así como el joven acumula esperanza en su temperamento, llevándola hasta el último rincón de su espíritu, también es reacio, -reciedumbre ética- a que le nieguen la realidad. Y en el caso de México la realidad es palpable, teñida de horror cotidiano y de violencia e inseguridad sin fin. El joven, a mayor abundamiento, siempre quiere el cambio y la transformación, aunque con el transcurso del tiempo sabrá que esto no es derruir a rajatabla el pasado ni tampoco la tradición. El escritor francés Henry Bordeaux dijo que “la juventud que más motivos da para inquietar es aquella que no tiene ideas extremistas”; pero yo diría que es aquella que no tiene ideas progresistas, avanzadas. En consecuencia, los precandidatos o candidatos están a la vista con sus respectivas ideologías. Yo creo en la juventud progresista, la conozco y sé que no confundirán los extremos de la retórica con el peso de las instituciones que no se pueden derruir de la noche a la mañana. Y creo en un equilibrio entre esa retórica y la composición jurídica y política del Estado Mexicano. Equilibrio que permite progresar de verdad y romper las cadenas de la inercia política. Coincido con el rector Graue Wiechers porque las jóvenes tienen la visión nueva de las cosas viejas o antiguas; por lo tanto rejuvenecen lo clásico, lo que hace que éste perdure. A ellos les convence lo novedoso, lo que a sus padres y abuelos, pero desde su juventud que es siempre espontaneidad e inocencia del espíritu.

@RaulCarranca

www.facebook.com/despacho.raulcarranca

Al inaugurar el rector de la UNAM Enrique Graue Wiechers la construcción de la Escuela Nacional de Estudios Unidad Mérida, dijo que “los jóvenes mexicanos tienen la responsabilidad y madurez necesarias para determinar la próxima contienda electoral y el futuro del país”. En efecto, ellos representan una fuerza política y siendo ya un presente son el futuro de México, responsabilidad y madurez que demostraron ampliamente, con gran solidaridad y comportamiento ejemplar, agregó el rector, durante los sismos de septiembre pasado. La verdad es que se habla mucho de los precandidatos o candidatos a la presidencia de la República, y de los demás aspirantes a cargos de elección popular, omitiendo la importancia y fuerza de los votantes, de los electores. Lo evidente es que por más que se aspire a algo, el aspirante no decide; claro, ya sabemos cómo influye éste y de qué manera, salvo raras excepciones, pero la palabra final en el caso es la del elector.

 Ahora bien, qué son los jóvenes, qué desean, cuáles son sus ideales y sus tendencias ideológicas. Y digo tendencias porque les falta aún por vivir y experimentar. Analizando, pues, tal material humano yo llego a las siguientes conclusiones, especialmente en el México de hoy convulso y atormentado. Característica de la juventud de todos los tiempos es el idealismo, o sea, la marcada propensión a idealizar, si se quiere hasta a soñar, ya que el joven eleva las cosas sobre la realidad sensible. A mi juicio lo caracteriza la esperanza inteligente. El joven ve alcanzable algo que desea, y que desea el país entero: paz, seguridad, ausencia de violencia y de crímenes atroces. Lo cual no es alcanzable -o tan alcanzable- por quienes se han hundido -digamos los maduros- en el fango de los contubernios y de las alianzas de moral dudosa; o que de plano se han hecho cómplices, por la vía del dinero, del narcotráfico y de la delincuencia. El joven, pensaba Nietzsche, está limpio. De acuerdo, no lo ha contaminado el torrente de  la vida. Lo cierto es que joven sin ideales es un viejo indolente prematuro. Y algo más, se dirá que por joven el joven es un ser humano influenciable, susceptible de ser manipulado. Depende. Así como el joven acumula esperanza en su temperamento, llevándola hasta el último rincón de su espíritu, también es reacio, -reciedumbre ética- a que le nieguen la realidad. Y en el caso de México la realidad es palpable, teñida de horror cotidiano y de violencia e inseguridad sin fin. El joven, a mayor abundamiento, siempre quiere el cambio y la transformación, aunque con el transcurso del tiempo sabrá que esto no es derruir a rajatabla el pasado ni tampoco la tradición. El escritor francés Henry Bordeaux dijo que “la juventud que más motivos da para inquietar es aquella que no tiene ideas extremistas”; pero yo diría que es aquella que no tiene ideas progresistas, avanzadas. En consecuencia, los precandidatos o candidatos están a la vista con sus respectivas ideologías. Yo creo en la juventud progresista, la conozco y sé que no confundirán los extremos de la retórica con el peso de las instituciones que no se pueden derruir de la noche a la mañana. Y creo en un equilibrio entre esa retórica y la composición jurídica y política del Estado Mexicano. Equilibrio que permite progresar de verdad y romper las cadenas de la inercia política. Coincido con el rector Graue Wiechers porque las jóvenes tienen la visión nueva de las cosas viejas o antiguas; por lo tanto rejuvenecen lo clásico, lo que hace que éste perdure. A ellos les convence lo novedoso, lo que a sus padres y abuelos, pero desde su juventud que es siempre espontaneidad e inocencia del espíritu.

@RaulCarranca

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