/ miércoles 24 de mayo de 2023

Más allá del ingreso: midiendo la prosperidad


Por Rafael Prieto-Curiel

Por años se consideró al ingreso como el indicador más poderoso para cuantificar el desarrollo de una población. Con la idea de que ingreso se traduce en calidad de vida y prosperidad, muchas políticas se diseñaron con el objetivo de aumentar el ingreso. Y fuimos muy exitosos, a nivel global, para aumentar el ingreso. Por ejemplo, en los últimos 30 años, el ingreso promedio de una persona en el mundo casi se triplicó. Incluso, el porcentaje de personas en el mundo viviendo en pobreza extrema se redujo casi 60%. El progreso que ha tenido la humanidad durante las últimas décadas es innegable. Sin embargo, es cada vez más evidente que el ingreso no es suficiente para cuantificar el desarrollo de una población. Primero, porque una sociedad con más ingreso no necesariamente goza de una mejor calidad de vida, ni significa que ese ingreso esté mejor distribuido. Y segundo, porque mayor ingreso no necesariamente es sustentable ni preserva el medio ambiente o las condiciones para el futuro. ¿De qué le sirve tener más dinero si no se traduce en una mejor calidad de vida? ¿Cómo garantizar que más ingreso genere más prosperidad?

Hemos medido la prosperidad de las 32 entidades federativas de México. Los resultados están en el Índice de Prosperidad de México, 2023. Medir la prosperidad permite observar lo que se está haciendo bien y las áreas de oportunidad. Al medir la prosperidad, estamos construyendo una especie de tablero de control que nos permita comparar la realidad que se vive, por ejemplo, en Campeche, Coahuila y Colima.

Medir la prosperidad no es un ejercicio para nada sencillo. Requiere considerar factores como salud, seguridad y medio ambiente, entre muchos otros. Precisamente por ello, medir la prosperidad es mucho más complejo, pues el ejercicio no consiste en medir un solo indicador (como en el caso del ingreso), sino que requiere observar muchos elementos al mismo tiempo. La prosperidad es multidimensional. El índice de prosperidad que hemos construido utiliza 16 componentes, incluyendo el ingreso por persona, pero también indicadores como la desigualdad, cercanía a centros educativos y de salud, esperanza de vida y la confianza en la policía o el Ministerio Público.

Lo relevante es que, precisamente, los estados con mayor ingreso no son necesariamente los más prósperos. Lo que tienen en común los estados más prósperos no es el ingreso, sino un conjunto de indicadores, como mayor confianza en las instituciones, una alta esperanza de vida, un alto porcentaje de personas afiliadas a algún servicio de salud y menos desigualdad que otros estados. Por otro lado, los estados menos no son los de mayor pobreza, sino los que tienen elementos como la baja calidad del agua, altas tasas de homicidios y de muertes causadas por accidentes viales, o poca confianza en las instituciones. Un caso muy relevante es lo que sucede en Campeche. Si bien su población tiene un ingreso relativamente alto (relacionado con la industria petrolera), es un estado con mucha desigualdad y tiene un muy alto porcentaje de personas con hipertensión, obesidad y diabetes, además de tener pocos hospitales y escuelas. Construir estados más prósperos requiere enfocar las políticas públicas en esos elementos que hacen que un estado con un ingreso alto sea considerado como no próspero.

Soy investigador postdoctoral en el Complexity Science Hub en Viena. Trabajo para OCDE, en donde realizo análisis sobre políticas de crecimiento urbano y demográfico en África. Estudié una maestría en Estadística y un doctorado en Matemáticas Aplicadas y Seguridad y Crimen en UCL.


Por Rafael Prieto-Curiel

Por años se consideró al ingreso como el indicador más poderoso para cuantificar el desarrollo de una población. Con la idea de que ingreso se traduce en calidad de vida y prosperidad, muchas políticas se diseñaron con el objetivo de aumentar el ingreso. Y fuimos muy exitosos, a nivel global, para aumentar el ingreso. Por ejemplo, en los últimos 30 años, el ingreso promedio de una persona en el mundo casi se triplicó. Incluso, el porcentaje de personas en el mundo viviendo en pobreza extrema se redujo casi 60%. El progreso que ha tenido la humanidad durante las últimas décadas es innegable. Sin embargo, es cada vez más evidente que el ingreso no es suficiente para cuantificar el desarrollo de una población. Primero, porque una sociedad con más ingreso no necesariamente goza de una mejor calidad de vida, ni significa que ese ingreso esté mejor distribuido. Y segundo, porque mayor ingreso no necesariamente es sustentable ni preserva el medio ambiente o las condiciones para el futuro. ¿De qué le sirve tener más dinero si no se traduce en una mejor calidad de vida? ¿Cómo garantizar que más ingreso genere más prosperidad?

Hemos medido la prosperidad de las 32 entidades federativas de México. Los resultados están en el Índice de Prosperidad de México, 2023. Medir la prosperidad permite observar lo que se está haciendo bien y las áreas de oportunidad. Al medir la prosperidad, estamos construyendo una especie de tablero de control que nos permita comparar la realidad que se vive, por ejemplo, en Campeche, Coahuila y Colima.

Medir la prosperidad no es un ejercicio para nada sencillo. Requiere considerar factores como salud, seguridad y medio ambiente, entre muchos otros. Precisamente por ello, medir la prosperidad es mucho más complejo, pues el ejercicio no consiste en medir un solo indicador (como en el caso del ingreso), sino que requiere observar muchos elementos al mismo tiempo. La prosperidad es multidimensional. El índice de prosperidad que hemos construido utiliza 16 componentes, incluyendo el ingreso por persona, pero también indicadores como la desigualdad, cercanía a centros educativos y de salud, esperanza de vida y la confianza en la policía o el Ministerio Público.

Lo relevante es que, precisamente, los estados con mayor ingreso no son necesariamente los más prósperos. Lo que tienen en común los estados más prósperos no es el ingreso, sino un conjunto de indicadores, como mayor confianza en las instituciones, una alta esperanza de vida, un alto porcentaje de personas afiliadas a algún servicio de salud y menos desigualdad que otros estados. Por otro lado, los estados menos no son los de mayor pobreza, sino los que tienen elementos como la baja calidad del agua, altas tasas de homicidios y de muertes causadas por accidentes viales, o poca confianza en las instituciones. Un caso muy relevante es lo que sucede en Campeche. Si bien su población tiene un ingreso relativamente alto (relacionado con la industria petrolera), es un estado con mucha desigualdad y tiene un muy alto porcentaje de personas con hipertensión, obesidad y diabetes, además de tener pocos hospitales y escuelas. Construir estados más prósperos requiere enfocar las políticas públicas en esos elementos que hacen que un estado con un ingreso alto sea considerado como no próspero.

Soy investigador postdoctoral en el Complexity Science Hub en Viena. Trabajo para OCDE, en donde realizo análisis sobre políticas de crecimiento urbano y demográfico en África. Estudié una maestría en Estadística y un doctorado en Matemáticas Aplicadas y Seguridad y Crimen en UCL.