/ lunes 24 de febrero de 2020

México, víctima de una obsesión... (última parte)

Para el 7 de julio de 1846, el comodoro John D. Sloat tomó el puerto de Monterrey (Monterey, en inglés) en California, en la costa del Pacífico, anunciando su pertenencia a la nueva nación norteamericana. Para continuar, el 15 de agosto el coronel Stephen W. Kearny tomó posesión de lo que hoy se conoce como el Estado de Nuevo México.

Los habitantes del norte decidieron atacar por otro frente: Veracruz. Los días 22 y 23 de febrero de 1847 tuvo lugar la batalla de Buena Vista, el 29 de marzo la conquista de Veracruz y el 18 de abril la batalla de Cerro Gordo, que permitió a los agresores estadounidenses la ocupación de las ciudades de Jalapa y de Puebla.

La rapidez y la codicia de los invasores propició que en pocos días se conquistaran ciudades importantes.

El 19 y 20 de agosto de 1847 se produjo la batalla de lo que hoy conocemos como los Dinamos de Contreras, en el poniente del Valle de México, con enormes pérdidas para las fuerzas mexicanas. El 1° de septiembre dieron inicio las negociaciones. Las autoridades mexicanas consideraron inaceptables las duras condiciones impuestas por los agresores, quienes pretendían arrebatar más de la mitad del territorio. Por tal razón se reiniciaron las acciones bélicas.

El 8 de septiembre tuvieron lugar las batallas de Casa de Mata y de Molino del Rey, que abrieron el camino a las tropas estadounidenses a la capital mexicana.

El 13 de septiembre se inició la Batalla de Chapultepec, cuyo resultado posibilitó a las fuerzas invasoras apoderarse al día siguiente de la capital del país. En medio de la derrota, emergió para siempre el ejemplo de valentía y sacrificio de los niños cadetes del Colegio Militar.

La batalla de la Ciudad de México se libró los días 13 y 14 de septiembre de 1847 entre tropas, civiles, indígenas mexicanos y mercenarios estadounidenses. En las batallas de Churubusco, del Molino del Rey y la de Chapultepec, en el período comprendido entre el 20 de agosto y el 15 de septiembre de 1847 los oficiales mexicanos decidieron no presentar batalla en campo abierto sino en las calles de la capital.

El general Pedro María Anaya comandaba a las tropas en Churubusco. Hasta allí llegó el general norteamericano Twiggs preguntando por las armas, pertrechos, municiones, a lo cual el general Anaya le contestó: “¡Si hubiera parque, no estaría usted aquí!” Algún historiador narra que el pérfido de Santa Anna distribuyó balas de salva a los batallones de Churubusco. Esta confrontación fue importante porque definió el triunfo en la Guerra entre México y los Estados Unidos. La bandera de ese país ondeó por unos días en las alturas del Palacio Nacional.

El 2 de febrero de 1848 se firmó el ominoso Tratado Guadalupe-Hidalgo, que establecía que México cedería más de la mitad de su territorio, que comprende la totalidad de lo que hoy son los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Colorado y partes de Arizona, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Además, México renunciaría a todo reclamo sobre Texas y la frontera internacional se establecería en el río Bravo. Como compensación, los Estados Unidos pagarían 15 millones de dólares por daños al territorio mexicano durante la guerra.

En el territorio arrebatado estaban las grandes reservas de petróleo y gas que más tarde suministrarían a Estados Unidos durante más de un siglo y lo siguen en parte suministrando.

Algunos congresistas estadounidenses se opusieron a este tratado argumentando que “debían aprovechar la oportunidad de apoderarse de “todo México”. El “destino manifiesto” era muy elástico. En la concepción de muchos comprendía ahora “todo México”, y hasta toda la América Central”.

El haber perdido territorios muy provechosos en cuanto a la producción del campo, significaron mucho para México. Fuimos avisados, amenazados y oprimidos por un enemigo más fuerte y más organizado. Pero también dentro de nuestras filas hubo traidores que sucumbieron a los llamados rapaces y económicos.

Desde la época prehispánica nuestro pueblo ha sido oprimido, esclavizado, invadido y robado por diferentes países y culturas. Hasta por esos otros mexicanos, los explotadores del pueblo. A éstos los hemos sufrido por décadas, pero con más agudeza y rapiña durante los últimos 40 años.

Vuelvo a decir que “hoy México vuelve a llorar bajo el humilde rebozo de su historia”.


pacofonn@yahoo.com.mx

Para el 7 de julio de 1846, el comodoro John D. Sloat tomó el puerto de Monterrey (Monterey, en inglés) en California, en la costa del Pacífico, anunciando su pertenencia a la nueva nación norteamericana. Para continuar, el 15 de agosto el coronel Stephen W. Kearny tomó posesión de lo que hoy se conoce como el Estado de Nuevo México.

Los habitantes del norte decidieron atacar por otro frente: Veracruz. Los días 22 y 23 de febrero de 1847 tuvo lugar la batalla de Buena Vista, el 29 de marzo la conquista de Veracruz y el 18 de abril la batalla de Cerro Gordo, que permitió a los agresores estadounidenses la ocupación de las ciudades de Jalapa y de Puebla.

La rapidez y la codicia de los invasores propició que en pocos días se conquistaran ciudades importantes.

El 19 y 20 de agosto de 1847 se produjo la batalla de lo que hoy conocemos como los Dinamos de Contreras, en el poniente del Valle de México, con enormes pérdidas para las fuerzas mexicanas. El 1° de septiembre dieron inicio las negociaciones. Las autoridades mexicanas consideraron inaceptables las duras condiciones impuestas por los agresores, quienes pretendían arrebatar más de la mitad del territorio. Por tal razón se reiniciaron las acciones bélicas.

El 8 de septiembre tuvieron lugar las batallas de Casa de Mata y de Molino del Rey, que abrieron el camino a las tropas estadounidenses a la capital mexicana.

El 13 de septiembre se inició la Batalla de Chapultepec, cuyo resultado posibilitó a las fuerzas invasoras apoderarse al día siguiente de la capital del país. En medio de la derrota, emergió para siempre el ejemplo de valentía y sacrificio de los niños cadetes del Colegio Militar.

La batalla de la Ciudad de México se libró los días 13 y 14 de septiembre de 1847 entre tropas, civiles, indígenas mexicanos y mercenarios estadounidenses. En las batallas de Churubusco, del Molino del Rey y la de Chapultepec, en el período comprendido entre el 20 de agosto y el 15 de septiembre de 1847 los oficiales mexicanos decidieron no presentar batalla en campo abierto sino en las calles de la capital.

El general Pedro María Anaya comandaba a las tropas en Churubusco. Hasta allí llegó el general norteamericano Twiggs preguntando por las armas, pertrechos, municiones, a lo cual el general Anaya le contestó: “¡Si hubiera parque, no estaría usted aquí!” Algún historiador narra que el pérfido de Santa Anna distribuyó balas de salva a los batallones de Churubusco. Esta confrontación fue importante porque definió el triunfo en la Guerra entre México y los Estados Unidos. La bandera de ese país ondeó por unos días en las alturas del Palacio Nacional.

El 2 de febrero de 1848 se firmó el ominoso Tratado Guadalupe-Hidalgo, que establecía que México cedería más de la mitad de su territorio, que comprende la totalidad de lo que hoy son los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Colorado y partes de Arizona, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Además, México renunciaría a todo reclamo sobre Texas y la frontera internacional se establecería en el río Bravo. Como compensación, los Estados Unidos pagarían 15 millones de dólares por daños al territorio mexicano durante la guerra.

En el territorio arrebatado estaban las grandes reservas de petróleo y gas que más tarde suministrarían a Estados Unidos durante más de un siglo y lo siguen en parte suministrando.

Algunos congresistas estadounidenses se opusieron a este tratado argumentando que “debían aprovechar la oportunidad de apoderarse de “todo México”. El “destino manifiesto” era muy elástico. En la concepción de muchos comprendía ahora “todo México”, y hasta toda la América Central”.

El haber perdido territorios muy provechosos en cuanto a la producción del campo, significaron mucho para México. Fuimos avisados, amenazados y oprimidos por un enemigo más fuerte y más organizado. Pero también dentro de nuestras filas hubo traidores que sucumbieron a los llamados rapaces y económicos.

Desde la época prehispánica nuestro pueblo ha sido oprimido, esclavizado, invadido y robado por diferentes países y culturas. Hasta por esos otros mexicanos, los explotadores del pueblo. A éstos los hemos sufrido por décadas, pero con más agudeza y rapiña durante los últimos 40 años.

Vuelvo a decir que “hoy México vuelve a llorar bajo el humilde rebozo de su historia”.


pacofonn@yahoo.com.mx