/ miércoles 14 de noviembre de 2018

Muro de Berlín, 29 años de cambios

Empezaré éste texto con el icónico “parece que fue ayer”, en referencia a aquel 9 de noviembre de 1989, cuando una confusión del entonces gobernante de la República Democrática de Alemania (mejor conocida como Alemania Oriental), Egon Krenz, precipitó la huida en masa de los habitantes de aquella nación pretendidamente comunista, lo que precipitó la caída del Muro de Berlín, que desde 1962 dividía tanto a una ciudad, como a la nación alemana en su conjunto, que terminó por reunificarse el 3 de octubre de 1990, durante el mandato de Helmut Kohl.

Hoy estamos a 29 años de aquellos sucesos y desde entonces hemos sido testigos de acontecimientos históricos, entre otros de la caída del bloque comunista de la Europa Oriental y desde luego, el desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que dejó como gran heredera a Rusia, que de una u otra forma continúa ejerciendo alguna suerte de influencia o dominio sobre las otras 14 repúblicas.

En aquel entonces surgió una suerte de esperanza democrática alrededor del mundo, generándose altas expectativas al respecto, que entre otras cosas incluían anhelos pacifistas y muy especialmente la ilusión de que a partir de ello se generaran mejores condiciones de vida; era un optimismo desbordado que no necesariamente llevó a lo que tanto se buscaba.

¿Anhelos de paz?, ni soñarlos. Como primera prueba se dio la violenta escisión de la antigua Yugoslavia, con una guerra que comenzó con la separación de las repúblicas de Eslovenia y Croacia, lo que fue rechazado por el régimen de Belgrado, encabezado por Slobodan Milosevic. Posteriormente vino la parte más cruenta de aquella conflagración, con la independencia de Bosnia Herzegovina, lo que llegó a un nivel de violencia tal que volvió a haber campos de concentración en Europa, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.

La democracia fue una suerte de esperanza que se extendió por el mundo, abarcando incluso a América Latina, donde acabaron los regímenes militares, como el de Augusto Pinochet, en Chile y el de Alfredo Stroessner, de Paraguay. Se gestó un ambiente democrático en la región, que dándose el lujo de hacerse de la vista gorda por el caso de Cuba, se dio inicio en Guadalajara, México, a las cumbres iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno, que arrancaron con la mejor de las expectativas y han terminado por caer en el rigor de la rutina y el enfrentamiento por puntos de vista opuestos en la región, que entre otras cosas llevó al “ya cállate” que en su momento el rey Juan Carlos de España, le dirigiera al fallecido presidente venezolano, Hugo Chávez.

En estos 29 años han ocurrido muchas cosas en el mundo, a las que se les puede señalar principalmente por un factor, la ruta del encanto hacia el desencanto, ya que mientras que en muchos países no encontraron la prosperidad buscada en la democracia alcanzada, se ha ido gestando una suerte de reciclaje de nuevos fascistas que se han colocado con fortaleza en las diferentes competencias políticas.

En algunos casos, si bien han competido con fuerza, no han llegado al poder, como ocurrió en naciones como Francia y Holanda; sin embargo, aún en países con larga tradición democrática como Estados Unidos, terminó por colarse hasta llegar a la Casa Blanca, el republicano Donald Trump, cuya forma de competir y gobernar ha gestado una fuerte división y xenofobia en su país. Por otra parte, está el caso de Brasil y la llegada al poder de Jair Bolsonaro, cuyas posturas hacia las mujeres, los inmigrantes y la propia Amazonia, han causado fuerte controversia, por decir lo menos.

Es así, como a grandes rasgos ha cambiado el mundo desde aquella esperanzadora caída del Muro de Berlín, en muchos casos no como lo deseábamos, así que nos queda mucho por hacer.

FB: YolandaDeLaTorreV

Tw: @Yoladelatorre


Empezaré éste texto con el icónico “parece que fue ayer”, en referencia a aquel 9 de noviembre de 1989, cuando una confusión del entonces gobernante de la República Democrática de Alemania (mejor conocida como Alemania Oriental), Egon Krenz, precipitó la huida en masa de los habitantes de aquella nación pretendidamente comunista, lo que precipitó la caída del Muro de Berlín, que desde 1962 dividía tanto a una ciudad, como a la nación alemana en su conjunto, que terminó por reunificarse el 3 de octubre de 1990, durante el mandato de Helmut Kohl.

Hoy estamos a 29 años de aquellos sucesos y desde entonces hemos sido testigos de acontecimientos históricos, entre otros de la caída del bloque comunista de la Europa Oriental y desde luego, el desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que dejó como gran heredera a Rusia, que de una u otra forma continúa ejerciendo alguna suerte de influencia o dominio sobre las otras 14 repúblicas.

En aquel entonces surgió una suerte de esperanza democrática alrededor del mundo, generándose altas expectativas al respecto, que entre otras cosas incluían anhelos pacifistas y muy especialmente la ilusión de que a partir de ello se generaran mejores condiciones de vida; era un optimismo desbordado que no necesariamente llevó a lo que tanto se buscaba.

¿Anhelos de paz?, ni soñarlos. Como primera prueba se dio la violenta escisión de la antigua Yugoslavia, con una guerra que comenzó con la separación de las repúblicas de Eslovenia y Croacia, lo que fue rechazado por el régimen de Belgrado, encabezado por Slobodan Milosevic. Posteriormente vino la parte más cruenta de aquella conflagración, con la independencia de Bosnia Herzegovina, lo que llegó a un nivel de violencia tal que volvió a haber campos de concentración en Europa, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.

La democracia fue una suerte de esperanza que se extendió por el mundo, abarcando incluso a América Latina, donde acabaron los regímenes militares, como el de Augusto Pinochet, en Chile y el de Alfredo Stroessner, de Paraguay. Se gestó un ambiente democrático en la región, que dándose el lujo de hacerse de la vista gorda por el caso de Cuba, se dio inicio en Guadalajara, México, a las cumbres iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno, que arrancaron con la mejor de las expectativas y han terminado por caer en el rigor de la rutina y el enfrentamiento por puntos de vista opuestos en la región, que entre otras cosas llevó al “ya cállate” que en su momento el rey Juan Carlos de España, le dirigiera al fallecido presidente venezolano, Hugo Chávez.

En estos 29 años han ocurrido muchas cosas en el mundo, a las que se les puede señalar principalmente por un factor, la ruta del encanto hacia el desencanto, ya que mientras que en muchos países no encontraron la prosperidad buscada en la democracia alcanzada, se ha ido gestando una suerte de reciclaje de nuevos fascistas que se han colocado con fortaleza en las diferentes competencias políticas.

En algunos casos, si bien han competido con fuerza, no han llegado al poder, como ocurrió en naciones como Francia y Holanda; sin embargo, aún en países con larga tradición democrática como Estados Unidos, terminó por colarse hasta llegar a la Casa Blanca, el republicano Donald Trump, cuya forma de competir y gobernar ha gestado una fuerte división y xenofobia en su país. Por otra parte, está el caso de Brasil y la llegada al poder de Jair Bolsonaro, cuyas posturas hacia las mujeres, los inmigrantes y la propia Amazonia, han causado fuerte controversia, por decir lo menos.

Es así, como a grandes rasgos ha cambiado el mundo desde aquella esperanzadora caída del Muro de Berlín, en muchos casos no como lo deseábamos, así que nos queda mucho por hacer.

FB: YolandaDeLaTorreV

Tw: @Yoladelatorre