/ sábado 3 de abril de 2021

Nuestra vida cotidiana

Pensando con mayor profundidad en este mundo en que vivimos, y en el cual sufrimos encierros, contagios, y decesos muy sentidos, seguramente nos preguntaremos si realmente este es el mundo al que hemos aspirado los seres humanos por generaciones. Un mundo en el que la violencia no se resuelve con la justicia, sino con más violencia.

Me refiero al planeta entero, en el cual, al parecer no hemos sabido vivir ni sobrevivir porque no nos tomamos en serio la vida. Y al paso de los años, sobre todo estos últimos dos, mucho menos. Ahí la llevamos. Con todo y pandemia, cubre bocas, gel antibacterial, caretas, sana distancia, etc.

Hablo de un planeta en el que en nuestras ciudades existen edificios cada vez más altos, en donde habitan personas con voluntades cada vez más pequeñas, en donde existen autopistas cada vez más anchas por donde transitan seres humanos con puntos de vista cada vez más estrechos.

Estoy trascribiendo frases y sentencias que a lo largo de décadas hemos escuchado de intelectuales, pensadores, científicos, et al. Y sobre todo recuerdo que estamos terminando la Semana Mayor en la cual supuestamente debe haber un recogimiento espiritual, y ocurre todo lo contrario.

Cada día gastamos más y, sin embargo, cada día tenemos menos. Cada vez hay más dinero en circulación, pero éste pertenece día con día a un número menor de personas. Tenemos casas más grandes, pero familias más pequeñas. Hoy nos comprometemos más pero tenemos menos tiempo.

Hoy prácticamente es indispensable tener más de un título para conseguir trabajo. Sin embargo, aunque nos llenemos de títulos, cada día tenemos menos sentido común. Pareciera que cada vez tenemos mayor conocimiento y, sin embargo, cada vez tenemos menos criterio. Cada vez existen más y más expertos, pero también hay más y más problemas. Hay más medicamentos pero hay menos salud.

Según el comportamiento de la bolsa de valores y el crecimiento económico de los últimos 10 años, potencialmente hemos multiplicado nuestras posesiones; pero me atrevo a decir que hemos reducido nuestros valores.

Hablamos mucho y hacemos poco. Amamos poco y odiamos cada vez más. Podría decirse que aprendimos a amar la vida, pero nadie nos enseñó a vivirla plenamente. Se han conquistado presumiblemente todos los rincones de la tierra, el hombre ha visitado la luna y existen naves espaciales que nos mandan imágenes desde otros planetas. Sin embargo, tenemos problemas para poder cruzar las calles de nuestras ciudades y conocer a nuestros vecinos.

Hemos conquistado el espacio exterior y hemos olvidado el espacio interior. Estamos haciendo esfuerzos increíbles por limpiar el aire y cada día contaminamos más nuestra propia alma.

Contamos con mayor libertad, pero con menos alegría, con más comida y menos nutrición. Cada vez hay más familias que viven juntas, pero cada vez es menor el número de familias unidas. Las casas que se construyen son cada vez más bonitas, pero hay más hogares rotos.

¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia dónde queremos llegar? ¿Por qué no somos capaces de apreciar más lo que tenemos y enderezar el rumbo de nuestro destino? ¿Por qué siempre guardamos lo mejor para una ocasión especial y no alcanzamos a ver que cada día que podemos seguir viviendo puede ser un día muy especial si nosotros lo decidimos?

¿Por qué preocuparnos tanto por la apariencia y no por la realidad? ¿Por qué no podemos leer más y limpiar menos? ¿Por qué no podemos admirar la belleza del milagro que existe en cada flor sin distraernos tanto en la mala hierba? ¿Por qué no hacemos un esfuerzo por estar más cerca de nuestros amigos y familia, en lugar de estar consiguiendo dinero para ellos?

Estoy seguro de que si pudiéramos visualizar el tiempo de vida que nos queda, seguramente quisiéramos pasar más tiempo con nuestros seres queridos, visitaríamos los lugares que nos traen buenos recuerdos, comeríamos nuestra comida preferida, sacaríamos nuestras copas de cristal sin miedo a que se rompieran, nos pondríamos nuestra mejor ropa simplemente para ir al mercado. Habría menos cosas que nos pusieran de mal humor porque entonces sabríamos que nuestras horas están limitadas.

Si supiéramos cuándo llegará esa irremediable cita con la muerte, pensaríamos en todas esas personas que queríamos visitar y que no hemos podido hacerlo, todas esas cartas que hemos querido escribir y siguen en el tintero. Nuestra vida y la de nuestros seres más cercanos seguramente sería mucho mejor, pues no dudaríamos en decirles a nuestros cónyuges, a nuestros padres, a nuestros hermanos, parientes y amigos, lo mucho que los queremos.

Querido amigo, ojalá que estas reflexiones, al menos por hoy, te hagan apreciar los buenos momentos, te hagan sentir la felicidad que hay en una sonrisa sincera, te hagan apreciar cada día, cada hora y cada momento de forma muy especial. Después de todo no sabemos con certeza cuántas veces podremos ver nuevamente el amanecer de un nuevo día.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx

Pensando con mayor profundidad en este mundo en que vivimos, y en el cual sufrimos encierros, contagios, y decesos muy sentidos, seguramente nos preguntaremos si realmente este es el mundo al que hemos aspirado los seres humanos por generaciones. Un mundo en el que la violencia no se resuelve con la justicia, sino con más violencia.

Me refiero al planeta entero, en el cual, al parecer no hemos sabido vivir ni sobrevivir porque no nos tomamos en serio la vida. Y al paso de los años, sobre todo estos últimos dos, mucho menos. Ahí la llevamos. Con todo y pandemia, cubre bocas, gel antibacterial, caretas, sana distancia, etc.

Hablo de un planeta en el que en nuestras ciudades existen edificios cada vez más altos, en donde habitan personas con voluntades cada vez más pequeñas, en donde existen autopistas cada vez más anchas por donde transitan seres humanos con puntos de vista cada vez más estrechos.

Estoy trascribiendo frases y sentencias que a lo largo de décadas hemos escuchado de intelectuales, pensadores, científicos, et al. Y sobre todo recuerdo que estamos terminando la Semana Mayor en la cual supuestamente debe haber un recogimiento espiritual, y ocurre todo lo contrario.

Cada día gastamos más y, sin embargo, cada día tenemos menos. Cada vez hay más dinero en circulación, pero éste pertenece día con día a un número menor de personas. Tenemos casas más grandes, pero familias más pequeñas. Hoy nos comprometemos más pero tenemos menos tiempo.

Hoy prácticamente es indispensable tener más de un título para conseguir trabajo. Sin embargo, aunque nos llenemos de títulos, cada día tenemos menos sentido común. Pareciera que cada vez tenemos mayor conocimiento y, sin embargo, cada vez tenemos menos criterio. Cada vez existen más y más expertos, pero también hay más y más problemas. Hay más medicamentos pero hay menos salud.

Según el comportamiento de la bolsa de valores y el crecimiento económico de los últimos 10 años, potencialmente hemos multiplicado nuestras posesiones; pero me atrevo a decir que hemos reducido nuestros valores.

Hablamos mucho y hacemos poco. Amamos poco y odiamos cada vez más. Podría decirse que aprendimos a amar la vida, pero nadie nos enseñó a vivirla plenamente. Se han conquistado presumiblemente todos los rincones de la tierra, el hombre ha visitado la luna y existen naves espaciales que nos mandan imágenes desde otros planetas. Sin embargo, tenemos problemas para poder cruzar las calles de nuestras ciudades y conocer a nuestros vecinos.

Hemos conquistado el espacio exterior y hemos olvidado el espacio interior. Estamos haciendo esfuerzos increíbles por limpiar el aire y cada día contaminamos más nuestra propia alma.

Contamos con mayor libertad, pero con menos alegría, con más comida y menos nutrición. Cada vez hay más familias que viven juntas, pero cada vez es menor el número de familias unidas. Las casas que se construyen son cada vez más bonitas, pero hay más hogares rotos.

¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia dónde queremos llegar? ¿Por qué no somos capaces de apreciar más lo que tenemos y enderezar el rumbo de nuestro destino? ¿Por qué siempre guardamos lo mejor para una ocasión especial y no alcanzamos a ver que cada día que podemos seguir viviendo puede ser un día muy especial si nosotros lo decidimos?

¿Por qué preocuparnos tanto por la apariencia y no por la realidad? ¿Por qué no podemos leer más y limpiar menos? ¿Por qué no podemos admirar la belleza del milagro que existe en cada flor sin distraernos tanto en la mala hierba? ¿Por qué no hacemos un esfuerzo por estar más cerca de nuestros amigos y familia, en lugar de estar consiguiendo dinero para ellos?

Estoy seguro de que si pudiéramos visualizar el tiempo de vida que nos queda, seguramente quisiéramos pasar más tiempo con nuestros seres queridos, visitaríamos los lugares que nos traen buenos recuerdos, comeríamos nuestra comida preferida, sacaríamos nuestras copas de cristal sin miedo a que se rompieran, nos pondríamos nuestra mejor ropa simplemente para ir al mercado. Habría menos cosas que nos pusieran de mal humor porque entonces sabríamos que nuestras horas están limitadas.

Si supiéramos cuándo llegará esa irremediable cita con la muerte, pensaríamos en todas esas personas que queríamos visitar y que no hemos podido hacerlo, todas esas cartas que hemos querido escribir y siguen en el tintero. Nuestra vida y la de nuestros seres más cercanos seguramente sería mucho mejor, pues no dudaríamos en decirles a nuestros cónyuges, a nuestros padres, a nuestros hermanos, parientes y amigos, lo mucho que los queremos.

Querido amigo, ojalá que estas reflexiones, al menos por hoy, te hagan apreciar los buenos momentos, te hagan sentir la felicidad que hay en una sonrisa sincera, te hagan apreciar cada día, cada hora y cada momento de forma muy especial. Después de todo no sabemos con certeza cuántas veces podremos ver nuevamente el amanecer de un nuevo día.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx