/ sábado 7 de julio de 2018

Nuevo gobierno: nuevas expectativas

La democracia —que es el gobierno del pueblo y para el pueblo— ya ha dejado de ser el sueño de un mundo idílico, pleno de quietud, en el cual el desarrollo de la actividad humana transcurría sin más límite que las diarias necesidades tradicionales de la patria, de la familia o de la comunidad.

En verdad eran otros los tiempos, y el destino de la humanidad no estaba todavía bien identificado con los nuevos cambios políticos y sociales de la época moderna, quizás porque la expresión de la soberanía nacional o del sindicalismo o la de la posibilidad de que las mujeres ejercieran su derecho al voto, por ejemplo, estaba escondida en los vericuetos del sistema colonial o en la mentalidad prejuiciosa y discriminatoria de las instituciones de mayor influencia en la sociedad.

Sin embargo, los cambios, la metamorfosis colectiva de nuestra época proporcionaron un nuevo despertar en la conciencia y una identidad social que se encargaría de dar otra connotación al orden de la historia.

De entre los cotos cerrados, las palabras secretas, el caos aparente en la organización de la vida, surgió el derecho a la libertad hasta alcanzar la categoría moral más alta. De esta manera se expresaba el compromiso del hombre con la edificación de un futuro grandioso, digno, justo, inteligente y generoso.

La humanidad de nuestro tiempo está proporcionando un sentido diferente y positivo a su existencia. Con la nueva democracia —que es nuestra herencia común de libertad— surge una realidad sin el lastre de las dudas, los fracasos y los temores. Es la realidad del nosotros, que nos equipara con gotas de agua de un inmenso océano de posibilidades infinitas de conciencia.

En 1981, la imaginación creadora del novelista argentino Antonio Elio Brailovsky definió con precisión la identidad humana con este concepto del nosotros: “Los hombres, Señor, llevan la música en la sangre, porque los pueblos tienen su forma de sentir el tiempo de cada hombre... porque cada hombre tiene un sola música que le viene de sus padres y sus abuelos; la lleva dentro de la sangre, la escuchó al nacer, la imagina cada vez que oye el latido de su corazón, y la recuerda en el momento de su muerte”.

Podemos deducir que la democracia es parte esencial de nuestra identidad personal; es el equilibrio político, la unidad del pensamiento y la acción que resulta de las diversidades; es la búsqueda de la autenticidad para fortalecer el derecho a la pertenencia, a la justicia y, por último, es el debido reclamo de una sociedad vulnerada para vivir tranquila y en paz, en reconciliación con su espíritu.

México es un conglomerado humano de más de 120 millones de habitantes. Gobernar este país es una tarea titánica. La principal labor del gobierno es servir a la ciudadanía y servirla bien, a plenitud. Se deben escuchar las demandas, atenderlas, buscar soluciones y aplicarlas. Hasta allí todo debe ser natural. Ese es el trabajo del gobernante. Para servir es contratado y para tal fin debe entregarse. En muchas y variadas ocasiones el candidato electo a la Presidencia de México repitió lo escrito en los renglones anteriores. Y esperaremos que se cumpla.

A lo largo de varios sexenios, los habitantes de este gran país hemos tenido variadas administraciones. No puedo decir que han sido buenas administraciones, especialmente los 12 años panistas, porque me mordería la lengua. Esos 12 años fueron catalizadores de problemas. Por citar un ejemplo: se olvidó la coordinación usual con los gobiernos estatales; se les permitió independizarse del centro del país, y hoy estamos viendo las consecuencias con varios gobernadores perseguidos y algunos tras las rejas. Fraudes, tráfico de influencia, operaciones con recursos de procedencia ilícita, etc. ¡Vergüenza!

Y eso es solo un ejemplo.

He llegado a pensar que el sexenio 2006-2012 debió haber sido el tiempo de López Obrador y no de Calderón. Aquella elección supuestamente sustraída y el gobierno que cobijó pudieron haber ocasionado el desconcierto en el cual nos hemos movido en temas como la inseguridad, la impunidad y falta de educación y cultura.

México tendrá nuevos gobernantes. Se renovarán los Poderes Legislativo y Ejecutivo.

Con los representantes populares tendremos la esperanza de que se legisle mejor y sobre todo en beneficio de quienes menos tienen; labor difícil por esos grandes intereses que compran autoridades federales, estatales y locales Estos nuevos diputados, desde sus curules, deberán buscar con justeza que se elaboren normas para el mejor trato a las víctimas, a los desproveídos, a quienes tienen capacidades diferentes, a quienes se les han vulnerado sus derechos.

Este grande y vasto país se ha caracterizado por adaptarse a las circunstancias y superar los obstáculos. En materia de seguridad pública y procuración de justicia tendrá seguramente


La democracia —que es el gobierno del pueblo y para el pueblo— ya ha dejado de ser el sueño de un mundo idílico, pleno de quietud, en el cual el desarrollo de la actividad humana transcurría sin más límite que las diarias necesidades tradicionales de la patria, de la familia o de la comunidad.

En verdad eran otros los tiempos, y el destino de la humanidad no estaba todavía bien identificado con los nuevos cambios políticos y sociales de la época moderna, quizás porque la expresión de la soberanía nacional o del sindicalismo o la de la posibilidad de que las mujeres ejercieran su derecho al voto, por ejemplo, estaba escondida en los vericuetos del sistema colonial o en la mentalidad prejuiciosa y discriminatoria de las instituciones de mayor influencia en la sociedad.

Sin embargo, los cambios, la metamorfosis colectiva de nuestra época proporcionaron un nuevo despertar en la conciencia y una identidad social que se encargaría de dar otra connotación al orden de la historia.

De entre los cotos cerrados, las palabras secretas, el caos aparente en la organización de la vida, surgió el derecho a la libertad hasta alcanzar la categoría moral más alta. De esta manera se expresaba el compromiso del hombre con la edificación de un futuro grandioso, digno, justo, inteligente y generoso.

La humanidad de nuestro tiempo está proporcionando un sentido diferente y positivo a su existencia. Con la nueva democracia —que es nuestra herencia común de libertad— surge una realidad sin el lastre de las dudas, los fracasos y los temores. Es la realidad del nosotros, que nos equipara con gotas de agua de un inmenso océano de posibilidades infinitas de conciencia.

En 1981, la imaginación creadora del novelista argentino Antonio Elio Brailovsky definió con precisión la identidad humana con este concepto del nosotros: “Los hombres, Señor, llevan la música en la sangre, porque los pueblos tienen su forma de sentir el tiempo de cada hombre... porque cada hombre tiene un sola música que le viene de sus padres y sus abuelos; la lleva dentro de la sangre, la escuchó al nacer, la imagina cada vez que oye el latido de su corazón, y la recuerda en el momento de su muerte”.

Podemos deducir que la democracia es parte esencial de nuestra identidad personal; es el equilibrio político, la unidad del pensamiento y la acción que resulta de las diversidades; es la búsqueda de la autenticidad para fortalecer el derecho a la pertenencia, a la justicia y, por último, es el debido reclamo de una sociedad vulnerada para vivir tranquila y en paz, en reconciliación con su espíritu.

México es un conglomerado humano de más de 120 millones de habitantes. Gobernar este país es una tarea titánica. La principal labor del gobierno es servir a la ciudadanía y servirla bien, a plenitud. Se deben escuchar las demandas, atenderlas, buscar soluciones y aplicarlas. Hasta allí todo debe ser natural. Ese es el trabajo del gobernante. Para servir es contratado y para tal fin debe entregarse. En muchas y variadas ocasiones el candidato electo a la Presidencia de México repitió lo escrito en los renglones anteriores. Y esperaremos que se cumpla.

A lo largo de varios sexenios, los habitantes de este gran país hemos tenido variadas administraciones. No puedo decir que han sido buenas administraciones, especialmente los 12 años panistas, porque me mordería la lengua. Esos 12 años fueron catalizadores de problemas. Por citar un ejemplo: se olvidó la coordinación usual con los gobiernos estatales; se les permitió independizarse del centro del país, y hoy estamos viendo las consecuencias con varios gobernadores perseguidos y algunos tras las rejas. Fraudes, tráfico de influencia, operaciones con recursos de procedencia ilícita, etc. ¡Vergüenza!

Y eso es solo un ejemplo.

He llegado a pensar que el sexenio 2006-2012 debió haber sido el tiempo de López Obrador y no de Calderón. Aquella elección supuestamente sustraída y el gobierno que cobijó pudieron haber ocasionado el desconcierto en el cual nos hemos movido en temas como la inseguridad, la impunidad y falta de educación y cultura.

México tendrá nuevos gobernantes. Se renovarán los Poderes Legislativo y Ejecutivo.

Con los representantes populares tendremos la esperanza de que se legisle mejor y sobre todo en beneficio de quienes menos tienen; labor difícil por esos grandes intereses que compran autoridades federales, estatales y locales Estos nuevos diputados, desde sus curules, deberán buscar con justeza que se elaboren normas para el mejor trato a las víctimas, a los desproveídos, a quienes tienen capacidades diferentes, a quienes se les han vulnerado sus derechos.

Este grande y vasto país se ha caracterizado por adaptarse a las circunstancias y superar los obstáculos. En materia de seguridad pública y procuración de justicia tendrá seguramente