/ domingo 4 de julio de 2021

Otro país, desde la familia

Se nos ha descompuesto mucho el país, por la pandemia, la corrupción, la pobreza, y sobre todo por la violencia, por el dominio del crimen organizado, por sus amenazas si no cumples sus exigencias, por las extorsiones a los pobres y la sensación de que el gobierno central les ha abandonado, porque éste tomó la opción política de no declararles la guerra, con lo cual ellos se sienten dueños de vidas y territorios, con capacidad armada para hacer dinero en formas muy arbitrarias. Esos grupos no entienden buenas razones. ¿Qué hacer? ¿Sólo quejarnos contra el gobierno? Tenemos un recurso fundamental: las familias bien constituidas, que educan para el amor fraterno, para el trabajo honrado y para la paz social.

Muchos de nosotros procedemos de hogares sencillos y pobres, pero trabajadores y honrados, fieles a sus compromisos familiares y solidarios con los demás. Allí aprendimos el valor de la fraternidad, el respeto a los demás, el trabajo sacrificado, el perdón mutuo, la austeridad, la fe en Dios y el amor al prójimo. ¡Qué valiosas son nuestras familias! Nos educaron para ser ciudadanos responsables, cristianos conscientes, miembros respetuosos de la comunidad y solidarios con los pobres. ¡Estas son las familias que pueden salvar a un pueblo y a un país!

PENSAR

El Papa Francisco nos dijo a los obispos mexicanos:

“Les ruego por favor no minusvalorar el desafío ético y anti cívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia. La proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión, como metástasis que devora, la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, Pastores de la Iglesia, refugiarnos en condenas genéricas, sino que exigen un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana, sin la cual todos seríamos desde el inicio derrotados por tal insidiosa amenaza. Sólo comenzando por las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando a las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, las comunidades políticas, las estructuras de seguridad; sólo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas, sea la vida de quien muere como víctima, sea la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada” (13-II-2016).

Ante esta realidad, recalcamos el valor de familias bien constituidas:

“Nos alegra y damos gracias a Dios por el don de la familia en nuestro pueblo mexicano. Nosotros amamos nuestra familia porque ella constituye una de las bases fundamentales de la sociedad y de la Iglesia. Esta realidad humana sigue siendo motivo de esperanza porque constituye el lugar fundamental donde se forman los verdaderos ciudadanos y cristianos para nuestra patria” (PGP 49).

ACTUAR

Apreciemos nuestra familia y hagamos hasta lo imposible para que no se destruyan los hogares, que se mantengan fieles, que eduquen a sus hijos en el amor, el trabajo y la solidaridad social. Eduquemos a los jóvenes para que aprendan a valorar la familia y le pongan sólidos cimientos a su posible matrimonio. Desde la familia, podemos reconstruir nuestro país.

Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas


Se nos ha descompuesto mucho el país, por la pandemia, la corrupción, la pobreza, y sobre todo por la violencia, por el dominio del crimen organizado, por sus amenazas si no cumples sus exigencias, por las extorsiones a los pobres y la sensación de que el gobierno central les ha abandonado, porque éste tomó la opción política de no declararles la guerra, con lo cual ellos se sienten dueños de vidas y territorios, con capacidad armada para hacer dinero en formas muy arbitrarias. Esos grupos no entienden buenas razones. ¿Qué hacer? ¿Sólo quejarnos contra el gobierno? Tenemos un recurso fundamental: las familias bien constituidas, que educan para el amor fraterno, para el trabajo honrado y para la paz social.

Muchos de nosotros procedemos de hogares sencillos y pobres, pero trabajadores y honrados, fieles a sus compromisos familiares y solidarios con los demás. Allí aprendimos el valor de la fraternidad, el respeto a los demás, el trabajo sacrificado, el perdón mutuo, la austeridad, la fe en Dios y el amor al prójimo. ¡Qué valiosas son nuestras familias! Nos educaron para ser ciudadanos responsables, cristianos conscientes, miembros respetuosos de la comunidad y solidarios con los pobres. ¡Estas son las familias que pueden salvar a un pueblo y a un país!

PENSAR

El Papa Francisco nos dijo a los obispos mexicanos:

“Les ruego por favor no minusvalorar el desafío ético y anti cívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia. La proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión, como metástasis que devora, la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, Pastores de la Iglesia, refugiarnos en condenas genéricas, sino que exigen un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana, sin la cual todos seríamos desde el inicio derrotados por tal insidiosa amenaza. Sólo comenzando por las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando a las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, las comunidades políticas, las estructuras de seguridad; sólo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas, sea la vida de quien muere como víctima, sea la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada” (13-II-2016).

Ante esta realidad, recalcamos el valor de familias bien constituidas:

“Nos alegra y damos gracias a Dios por el don de la familia en nuestro pueblo mexicano. Nosotros amamos nuestra familia porque ella constituye una de las bases fundamentales de la sociedad y de la Iglesia. Esta realidad humana sigue siendo motivo de esperanza porque constituye el lugar fundamental donde se forman los verdaderos ciudadanos y cristianos para nuestra patria” (PGP 49).

ACTUAR

Apreciemos nuestra familia y hagamos hasta lo imposible para que no se destruyan los hogares, que se mantengan fieles, que eduquen a sus hijos en el amor, el trabajo y la solidaridad social. Eduquemos a los jóvenes para que aprendan a valorar la familia y le pongan sólidos cimientos a su posible matrimonio. Desde la familia, podemos reconstruir nuestro país.

Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas