/ sábado 29 de enero de 2022

Periodistas asesinados: ¿Les importan?

A la casta divina la deja por completo impávida. Fingen demencia con frases melodramáticas, en el intento de aparentar una preocupación inexistente. En el fondo de su alma les debe dar contento el ver que alguien aniquila a sus “odiosos adversarios”. Cuando menos esta es la actitud de un tlatoani que, un día sí y otro también, ataca impunemente a colegas y medios, calumniando a quienes no comparten su deplorable visión del país.

Tres periodistas asesinados, tan solo en este inicio de año, más los 47 que se contabilizan desde que, el tabasqueño llegó a Palacio Nacional. ¿Se ha hecho algo por abatir la impunidad y resolver estos crímenes atentatorios de la libertad de expresión?

Ni un uno por ciento ha recibido justicia. Quedan en esa penumbra en la que habitan los tantos otros homicidios que suman un número mayor de muertos, que los habidos en los sexenios del pasado, a pesar de la catarata de promesas de la 4T y de sus críticas a los “conservadores, neoliberales de otros tiempos”.

La muerte más reciente fue la de Lourdes Maldonado, valiente mujer, comunicadora que vivía en Baja California, donde, unos días antes habían segado la vida de un fotorreportero, Margarito Martínez, igualmente querido por la comunidad y el gremio. A los dos los acabaron en plan de ajusticiamiento, con balazos a la cabeza.

Previo a este par de tragedias le habían quitado la vida a José Luis Gamboa, en el estado de Veracruz, entidad que goza del gran honor de estar entre los primeros lugares de la República, por el número de periodistas asesinados. Un territorio desgobernado por uno de los peores mequetrefes, de que se tenga memoria. Veracruz no merecía la llegada del protegido de AMLO, y ahora de la Sheinbaum, un individuo que se dedica a violar Derechos Humanos y cometer todo tipo de atrocidades-.

Las quejas contra este personaje llenarían libros y, sin embargo, no hay quien pueda ponerlo en su lugar, en vista del respaldo de su gurú y guía. En cuanto aparece alguien, al que ve como su enemigo, mueve al brazo de la procuraduría y lo ponen tras las rejas. Su archi mentado engendro, de la “ley por ultrajes a la autoridad” es una muestra del calibre de autoritarismo estatal, apapachado desde la máxima jerarquía.

Lourdes Maldonado estuvo en una mañanera a pedir protección, a sabiendas de que su vida corría peligro, por el pleito laboral que emprendió en contra de la empresa televisiva del exgobernador de fama de gangster, Jaime Bonilla. El día que le notificaron que había ganado en tribunales, la mataron. “Coincidencia” que se presta a especulaciones, o cuando menos a una investigación en forma. ¿La habrá? Lo pongo en duda.

Son pocos los que, de corazón, se conduelen de la suerte de estos y el resto de comunicadores sujetos a la venganza, o cualquier otro sentimiento inmundo, de sus verdugos, los que suelen encuadrarse dentro de la esfera política y policial. Se ha sembrado el odio contra quienes ejercemos una profesión que implica una enorme entrega, responsabilidad y sacrificio y se paga con la propia vida la fidelidad a estos principios.

El gremio se une y exige un alto a esta matanza. En Palacio se hacen como que oyen. Los ojos del exterior se enfocan en el país y la denuncia se vuelve internacional, sin que tampoco cause mella.

Habrá que confiar en que, algún día llegará alguien que aquilate la libertad de expresión y a los profesionales que la ejercen.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq


A la casta divina la deja por completo impávida. Fingen demencia con frases melodramáticas, en el intento de aparentar una preocupación inexistente. En el fondo de su alma les debe dar contento el ver que alguien aniquila a sus “odiosos adversarios”. Cuando menos esta es la actitud de un tlatoani que, un día sí y otro también, ataca impunemente a colegas y medios, calumniando a quienes no comparten su deplorable visión del país.

Tres periodistas asesinados, tan solo en este inicio de año, más los 47 que se contabilizan desde que, el tabasqueño llegó a Palacio Nacional. ¿Se ha hecho algo por abatir la impunidad y resolver estos crímenes atentatorios de la libertad de expresión?

Ni un uno por ciento ha recibido justicia. Quedan en esa penumbra en la que habitan los tantos otros homicidios que suman un número mayor de muertos, que los habidos en los sexenios del pasado, a pesar de la catarata de promesas de la 4T y de sus críticas a los “conservadores, neoliberales de otros tiempos”.

La muerte más reciente fue la de Lourdes Maldonado, valiente mujer, comunicadora que vivía en Baja California, donde, unos días antes habían segado la vida de un fotorreportero, Margarito Martínez, igualmente querido por la comunidad y el gremio. A los dos los acabaron en plan de ajusticiamiento, con balazos a la cabeza.

Previo a este par de tragedias le habían quitado la vida a José Luis Gamboa, en el estado de Veracruz, entidad que goza del gran honor de estar entre los primeros lugares de la República, por el número de periodistas asesinados. Un territorio desgobernado por uno de los peores mequetrefes, de que se tenga memoria. Veracruz no merecía la llegada del protegido de AMLO, y ahora de la Sheinbaum, un individuo que se dedica a violar Derechos Humanos y cometer todo tipo de atrocidades-.

Las quejas contra este personaje llenarían libros y, sin embargo, no hay quien pueda ponerlo en su lugar, en vista del respaldo de su gurú y guía. En cuanto aparece alguien, al que ve como su enemigo, mueve al brazo de la procuraduría y lo ponen tras las rejas. Su archi mentado engendro, de la “ley por ultrajes a la autoridad” es una muestra del calibre de autoritarismo estatal, apapachado desde la máxima jerarquía.

Lourdes Maldonado estuvo en una mañanera a pedir protección, a sabiendas de que su vida corría peligro, por el pleito laboral que emprendió en contra de la empresa televisiva del exgobernador de fama de gangster, Jaime Bonilla. El día que le notificaron que había ganado en tribunales, la mataron. “Coincidencia” que se presta a especulaciones, o cuando menos a una investigación en forma. ¿La habrá? Lo pongo en duda.

Son pocos los que, de corazón, se conduelen de la suerte de estos y el resto de comunicadores sujetos a la venganza, o cualquier otro sentimiento inmundo, de sus verdugos, los que suelen encuadrarse dentro de la esfera política y policial. Se ha sembrado el odio contra quienes ejercemos una profesión que implica una enorme entrega, responsabilidad y sacrificio y se paga con la propia vida la fidelidad a estos principios.

El gremio se une y exige un alto a esta matanza. En Palacio se hacen como que oyen. Los ojos del exterior se enfocan en el país y la denuncia se vuelve internacional, sin que tampoco cause mella.

Habrá que confiar en que, algún día llegará alguien que aquilate la libertad de expresión y a los profesionales que la ejercen.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq