/ domingo 29 de octubre de 2023

¿Qué frutos esperamos del Sínodo?

MIRAR

Está por concluir en Roma la primera sesión del Sínodo de los Obispos, con el arduo trabajo de elaborar una síntesis de los aportes recibidos hasta el momento y preparar el proceso hacia la segunda sesión, que será en octubre de 2024. Todos nos preguntamos qué frutos dará, y ya está dando, para la Iglesia y para la humanidad.

No faltarán quienes se sientan decepcionados, porque se imaginaban que muchas cosas cambiarían: que la moral sexual se hiciera más light, que se cambiaría la constitución jerárquica de la Iglesia, que las mujeres pudieran ya acceder al diaconado, al presbiterado y demás, etc. Se han escuchado voces en ese sentido y se les toma en cuenta en aquello que es concorde con la Palabra de Dios, pues la Iglesia no está por encima de ella, sino a su servicio, para la vida plena de Pueblo de Dios.

Por cierto, en cuanto al sacerdocio femenino, he conocido a mujeres, particularmente a religiosas, que son extraordinarias agentes de pastoral; sin ellas, no funciona bien una comunidad, una parroquia, una diócesis. Son entregadas hasta casi el martirio; sencillas y humildes, generosas, preparadas y se dedican a su labor con toda el alma. No andan pretendiendo ser clericalizadas, sino que viven su femineidad, que es maternidad y sorodidad, con pasión y se sienten realizadas. ¡Qué sería de nosotros sin ellas! Pero también conocí a una religiosa norteamericana que luchaba por ser parte del Consejo Presbiteral, que es una institución que aconseja al obispo pero que está integrada sólo por sacerdotes; insistía en que todos somos iguales y que no debería haber ese Consejo sólo con presbíteros. Le decíamos que ella podía participar en el Consejo Diocesano de Pastoral, integrado por los diferentes miembros del Pueblo de Dios y no sólo por sacerdotes. Cuando su Decanato la elegía, participaba con pasión. Hay que escuchar a todos.

De esta sesión sinodal en Roma, no se deben esperar definiciones; es parte de un proceso de consulta, que el Papa quiere que se extienda hasta octubre de 2024. Mientras tanto, el Sínodo ya está dando sus frutos, pues estos no dependen de un documento final, sino de la actitud que, poco a poco, va permeando las instituciones eclesiales en todo el mundo. Estamos aprendiendo a vivir la sinodalidad: los pastores, en una escucha más atenta y de corazón al Pueblo de Dios; los demás bautizados, asumir que son parte viva y operativa de la Iglesia.

DISCERNIR

Ya decía el Papa en su homilía de apertura de esta sesión: “No nos sirve tener una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas ―por ejemplo, si el Sínodo permitirá esto o lo otro; si abrirá esta puerta o la otra―; no, esto no sirve. No estamos aquí para celebrar una reunión parlamentaria o un plan de reformas. El Sínodo no es un parlamento. El protagonista es el Espíritu Santo. No, no estamos aquí como en un parlamento, sino para caminar juntos, con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a todos los que están afligidos y agobiados. Partamos, pues, de la mirada de Jesús, que es una mirada que bendice y acoge”.

ACTUAR

Preguntémonos cada quien: ¿Yo tengo una actitud sinodal? Si soy clérigo, ¿tomo en cuenta la palabra y las necesidades de mi Pueblo, o soy autoritario y acaparo todo en mi comunidad? Si no soy clérigo, ¿participo activamente en mi comunidad, en mi parroquia, en mi diócesis? ¿Comparto mi palabra con mi párroco, con mi obispo, sobre las necesidades de la gente, para que se les atienda pastoralmente? Oremos al Espíritu Santo.


MIRAR

Está por concluir en Roma la primera sesión del Sínodo de los Obispos, con el arduo trabajo de elaborar una síntesis de los aportes recibidos hasta el momento y preparar el proceso hacia la segunda sesión, que será en octubre de 2024. Todos nos preguntamos qué frutos dará, y ya está dando, para la Iglesia y para la humanidad.

No faltarán quienes se sientan decepcionados, porque se imaginaban que muchas cosas cambiarían: que la moral sexual se hiciera más light, que se cambiaría la constitución jerárquica de la Iglesia, que las mujeres pudieran ya acceder al diaconado, al presbiterado y demás, etc. Se han escuchado voces en ese sentido y se les toma en cuenta en aquello que es concorde con la Palabra de Dios, pues la Iglesia no está por encima de ella, sino a su servicio, para la vida plena de Pueblo de Dios.

Por cierto, en cuanto al sacerdocio femenino, he conocido a mujeres, particularmente a religiosas, que son extraordinarias agentes de pastoral; sin ellas, no funciona bien una comunidad, una parroquia, una diócesis. Son entregadas hasta casi el martirio; sencillas y humildes, generosas, preparadas y se dedican a su labor con toda el alma. No andan pretendiendo ser clericalizadas, sino que viven su femineidad, que es maternidad y sorodidad, con pasión y se sienten realizadas. ¡Qué sería de nosotros sin ellas! Pero también conocí a una religiosa norteamericana que luchaba por ser parte del Consejo Presbiteral, que es una institución que aconseja al obispo pero que está integrada sólo por sacerdotes; insistía en que todos somos iguales y que no debería haber ese Consejo sólo con presbíteros. Le decíamos que ella podía participar en el Consejo Diocesano de Pastoral, integrado por los diferentes miembros del Pueblo de Dios y no sólo por sacerdotes. Cuando su Decanato la elegía, participaba con pasión. Hay que escuchar a todos.

De esta sesión sinodal en Roma, no se deben esperar definiciones; es parte de un proceso de consulta, que el Papa quiere que se extienda hasta octubre de 2024. Mientras tanto, el Sínodo ya está dando sus frutos, pues estos no dependen de un documento final, sino de la actitud que, poco a poco, va permeando las instituciones eclesiales en todo el mundo. Estamos aprendiendo a vivir la sinodalidad: los pastores, en una escucha más atenta y de corazón al Pueblo de Dios; los demás bautizados, asumir que son parte viva y operativa de la Iglesia.

DISCERNIR

Ya decía el Papa en su homilía de apertura de esta sesión: “No nos sirve tener una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas ―por ejemplo, si el Sínodo permitirá esto o lo otro; si abrirá esta puerta o la otra―; no, esto no sirve. No estamos aquí para celebrar una reunión parlamentaria o un plan de reformas. El Sínodo no es un parlamento. El protagonista es el Espíritu Santo. No, no estamos aquí como en un parlamento, sino para caminar juntos, con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a todos los que están afligidos y agobiados. Partamos, pues, de la mirada de Jesús, que es una mirada que bendice y acoge”.

ACTUAR

Preguntémonos cada quien: ¿Yo tengo una actitud sinodal? Si soy clérigo, ¿tomo en cuenta la palabra y las necesidades de mi Pueblo, o soy autoritario y acaparo todo en mi comunidad? Si no soy clérigo, ¿participo activamente en mi comunidad, en mi parroquia, en mi diócesis? ¿Comparto mi palabra con mi párroco, con mi obispo, sobre las necesidades de la gente, para que se les atienda pastoralmente? Oremos al Espíritu Santo.


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