/ miércoles 7 de julio de 2021

Quién es quién en La Mañanera

En la llamada conferencia de prensa de este día el presidente Andrés Manuel López Obrador presentará el segundo episodio de la serie Quién es quién en las “mentiras” de la prensa, que es en realidad una torpe respuesta a las críticas de los medios de comunicación que él interpreta como parte de una conjura de sus adversarios conservadores y de oscuros intereses a los que periodistas y analistas políticos responderían.

El recurso de exhibir a periodistas y comentadores desde el púlpito de Palacio Nacional fue reprobado desde el día siguiente de la primera entrega por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero también por organizaciones internacionales de trabajadores de la prensa, lo mismo que por quienes consideran esta práctica como un ataque a la libertad de expresión y una forma de censura desde el gobierno federal. Los señalamientos de reprobación, como era de esperarse, fueron desde luego descalificados por el propio presidente López Obrador junto con una andanada contra la sobrevivencia de supuestas antiguas mafias del poder. Una vez más el presidente manifiesta su respeto al libre ejercicio de esas libertades, aunque en la práctica la estigmatización sistemática al periodismo las vulnera.

En el fondo del permanente rechazo a la crítica se encuentra una demostración más del carácter autoritario y centralizador del actual presidente de la República. Como en otros aspectos de la política del actual gobierno, la comunicación y el diálogo con los medios está en las manos, en la voluntad y en la verdad de un solo hombre. En la posrevolución, Lázaro Cárdenas creó la primera oficina de prensa de la presidencia de la República, a cargo del político Agustín Arroyo Che. Fue una respuesta congruente del presidente Cárdenas a una prensa que en general y en su mayor parte dedicó duras críticas a su administración. Después de esa decisión de Cárdenas surgieron las primeras formas del moderno concepto de la comunicación, que en los decenios siguientes alcanzó una verdadera significación profesional. La comunicación es hoy una parte importante de las ciencias políticas que se imparten en universidades y centros de estudios superiores en todo el país. La prensa, señalaba a mediados del Siglo XIX, Víctor Hugo, es el dedo indicador del progreso y en ello coinciden pensadores mexicanos como el liberal Francisco Zarco, para quien la prensa es la mejor arma contra la tiranía. La comunicación, que durante años alcanzó la magnitud de parte fundamental de las políticas públicas, en el gobierno de López Obrador está totalmente nulificada; las instancias de información, de contacto con los medios han desaparecido junto con una verdadera planificación y profesionalización de esa especialidad que constituyó un elemento imprescindible en todo programa gubernamental.

Como una forma de la división del trabajo, cada vez más perfeccionados los órganos de la comunicación han respondido a los diferentes segmentos de la administración a responsabilizarse de sectores específicos del conjunto del aparato gubernamental; esos sistemas profesionales de la comunicación han mantenido el contacto con periodistas y medios para una difusión ordenada, planificada de la información. A través de los mecanismos de la administración, el presidente de la República, en el pasado ha sido el responsable último de la proyección de la imagen de la administración, pero la tarea era encomendada directamente a profesionales de la comunicación cada vez mejor preparados para el ejercicio de estos servicios que constituyen una verdadera profesión. La comunicación en el gobierno de López Obrador como elemento profesional y especializado ha desaparecido. Las oficinas de prensa y de información del gobierno de la República prácticamente no existen o están totalmente disminuidas. El presidente de la República se ha erigido en el único y supremo comunicador, el que informa o desinforma a voluntad. Una de las consecuencias de esa política autoritaria y centralizadora es que las críticas, los señalamientos y los análisis de la prensa no se distribuyen, como antes ocurría, en las diferentes dependencias y órganos gubernamentales, sino que se dirigen al sólo objetivo, el presidente de la República, que es la fuente única de esa responsabilidad. Se agrega a ello la intolerancia que en lo personal el presidente muestra frente a toda crítica o análisis contrario a su parecer y que en el fondo se convierte en violación permanente a las libertades de prensa y de expresión que López Obrador afirma respetar.

sdelrio1934@gmail.com

En la llamada conferencia de prensa de este día el presidente Andrés Manuel López Obrador presentará el segundo episodio de la serie Quién es quién en las “mentiras” de la prensa, que es en realidad una torpe respuesta a las críticas de los medios de comunicación que él interpreta como parte de una conjura de sus adversarios conservadores y de oscuros intereses a los que periodistas y analistas políticos responderían.

El recurso de exhibir a periodistas y comentadores desde el púlpito de Palacio Nacional fue reprobado desde el día siguiente de la primera entrega por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero también por organizaciones internacionales de trabajadores de la prensa, lo mismo que por quienes consideran esta práctica como un ataque a la libertad de expresión y una forma de censura desde el gobierno federal. Los señalamientos de reprobación, como era de esperarse, fueron desde luego descalificados por el propio presidente López Obrador junto con una andanada contra la sobrevivencia de supuestas antiguas mafias del poder. Una vez más el presidente manifiesta su respeto al libre ejercicio de esas libertades, aunque en la práctica la estigmatización sistemática al periodismo las vulnera.

En el fondo del permanente rechazo a la crítica se encuentra una demostración más del carácter autoritario y centralizador del actual presidente de la República. Como en otros aspectos de la política del actual gobierno, la comunicación y el diálogo con los medios está en las manos, en la voluntad y en la verdad de un solo hombre. En la posrevolución, Lázaro Cárdenas creó la primera oficina de prensa de la presidencia de la República, a cargo del político Agustín Arroyo Che. Fue una respuesta congruente del presidente Cárdenas a una prensa que en general y en su mayor parte dedicó duras críticas a su administración. Después de esa decisión de Cárdenas surgieron las primeras formas del moderno concepto de la comunicación, que en los decenios siguientes alcanzó una verdadera significación profesional. La comunicación es hoy una parte importante de las ciencias políticas que se imparten en universidades y centros de estudios superiores en todo el país. La prensa, señalaba a mediados del Siglo XIX, Víctor Hugo, es el dedo indicador del progreso y en ello coinciden pensadores mexicanos como el liberal Francisco Zarco, para quien la prensa es la mejor arma contra la tiranía. La comunicación, que durante años alcanzó la magnitud de parte fundamental de las políticas públicas, en el gobierno de López Obrador está totalmente nulificada; las instancias de información, de contacto con los medios han desaparecido junto con una verdadera planificación y profesionalización de esa especialidad que constituyó un elemento imprescindible en todo programa gubernamental.

Como una forma de la división del trabajo, cada vez más perfeccionados los órganos de la comunicación han respondido a los diferentes segmentos de la administración a responsabilizarse de sectores específicos del conjunto del aparato gubernamental; esos sistemas profesionales de la comunicación han mantenido el contacto con periodistas y medios para una difusión ordenada, planificada de la información. A través de los mecanismos de la administración, el presidente de la República, en el pasado ha sido el responsable último de la proyección de la imagen de la administración, pero la tarea era encomendada directamente a profesionales de la comunicación cada vez mejor preparados para el ejercicio de estos servicios que constituyen una verdadera profesión. La comunicación en el gobierno de López Obrador como elemento profesional y especializado ha desaparecido. Las oficinas de prensa y de información del gobierno de la República prácticamente no existen o están totalmente disminuidas. El presidente de la República se ha erigido en el único y supremo comunicador, el que informa o desinforma a voluntad. Una de las consecuencias de esa política autoritaria y centralizadora es que las críticas, los señalamientos y los análisis de la prensa no se distribuyen, como antes ocurría, en las diferentes dependencias y órganos gubernamentales, sino que se dirigen al sólo objetivo, el presidente de la República, que es la fuente única de esa responsabilidad. Se agrega a ello la intolerancia que en lo personal el presidente muestra frente a toda crítica o análisis contrario a su parecer y que en el fondo se convierte en violación permanente a las libertades de prensa y de expresión que López Obrador afirma respetar.

sdelrio1934@gmail.com