En un mundo cada vez más interconectado por las redes sociales, la reciente demanda colectiva presentada por fiscales de 41 Estados y el Distrito de Columbia en Estados Unidos contra Meta, la empresa detrás de Facebook, WhatsApp e Instagram entre otros destaca un tema crucial: el impacto de las redes sociales en la salud mental de niñas, niños y adolescentes.
Esta demanda no es un caso aislado. En el documento del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU. recientemente publicado Social Media and Youth Mental Health: The U.S. Surgeon General’s Advisory se refleja que aunque existen beneficios de las redes sociales como la conexión con comunidades, el acceso a información importante, y el apoyo social, no se puede dejar de lado la existencia de riesgos graves para la salud mental de niñas, niños y adolescentes, incluyendo depresión, ansiedad, así como, problemas relacionados con la imagen corporal y la salud física.
Según dicho estudio, pasar más de tres horas diarias en línea, duplica el riesgo de ansiedad o depresión. Además de que el uso frecuente de redes sociales puede estar asociado con cambios en el cerebro y aumentar la sensibilidad a recompensas y castigos sociales.
El problema se agrava por la falta de control por parte de proveedores de servicios y plataformas de redes sociales, así como también de la escasa supervisión parental. Por un lado, la edad mínima de 13 años para usar estas plataformas es una barrera fácilmente evitable. Por otra parte, el dominio digital por parte de las niñas, niños y adolescentes, la escasa alfabetización digital por parte de cuidadores y las tácticas de inteligencia artificial de las plataformas para mantener a las niñas, niños y adolescentes enganchados, dificulta enormemente la supervisión parental. Por ejemplo, el contenido es tan personalizado que incluso si una mamá, papá o cuidador quisiera monitorear el contenido al que accede su hija o hijo, no lograría llegar al mismo algoritmo que un niño, niña o adolescente cuando navega en redes sociales.
El tema es de la mayor relevancia también para México pues, de acuerdo con el INEGI, el 75% de las niñas y niños entre 6 y 11 años, y el 90% de los adolescentes de 12 a 17 años son usuarios activos de internet. Además, niñas y niños pasan más de 3 horas en internet diariamente, y los adolescentes más de 5 horas en promedio.
Frente a este escenario, la reciente firma del Pacto Nacional de Ciberseguridad en el Senado de la República representa un paso en la dirección correcta, donde actores públicos y privados se comprometen a poner mayores esfuerzos para brindar espacios seguros en el mundo digital. Sin embargo, queda la pregunta: ¿es suficiente?
La velocidad a la que evoluciona el mundo digital supera la capacidad de respuesta de nuestras leyes y regulaciones, es urgente priorizar la salud mental sobre todo en este grupo poblacional tan vulnerable.
Para proteger realmente la salud mental de nuestras niñas, niños y adolescentes, se necesita un enfoque multisectorial. Las empresas de redes sociales deben asumir una responsabilidad mayor en la protección de sus usuarios niñas, niños y adolescentes. Es urgente la implementación de alfabetización o educación digital para madres, padres y cuidadores y también la conciencia social sobre el tema debe formar parte fundamental de nuestro sistema educativo.
Es imperativo que reflexionemos como sociedad para evaluar nuestra capacidad de protección de las niñas, niños y adolescentes. La triste realidad es que nuestros esfuerzos han sido insuficientes, y si no logramos ser personas proactivas en la construcción de un entorno digital más seguro estaremos comprometiendo la salud mental no solo en el futuro sino en el día a día de niñas, niños y adolescentes.
Investigadora en Early Institute