/ lunes 14 de enero de 2019

Sin Gafete | El miedo a los militares...

Para la “popular” legisladora Tatiana Clouthier, que tiene ambiciones políticas, el gran riesgo del control militar sobre la Guardia Nacional es perder el poder civil. Asumió, con total desconocimiento del tema castrense, que, si los militares tienen el “mando”, pondrán al próximo presidente de la República.

Como si fuésemos un país “bananero”, como si no hubiésemos vivido el mejor ejemplo de vigencia de la democracia con la elección de López Obrador. ¿Qué interés pueden tener los militares en la política? Ninguno. Así de contundente.

Los titulares de Marina y Defensa Nacional, en una inédita presencia en la Cámara de Diputados, respondieron a esta afirmación, y a muchas otras de legisladores y académicos que estaban en el lado del agravio intencional. Negaron cualquier forma de “militarización” de la vida pública en los años que llevan combatiendo al crimen organizado, fuera de sus cuarteles.

Tanto el general Luis Cresencio Sandoval, como el almirante Rafael Ojeda dieron ejemplos contundentes. Basta recordar que ambos están, constitucionalmente, supeditados al primer mandatario. Y sobre la militarización preguntaron si el PLAN DNIII en auxilio a la población, o los 300 mil árboles sembrados por militares, forman parte de este concepto.

¿Qué es militarizar el país? Algunos legisladores, sobre todo panistas y perredistas, equiparan la presencia militar en una institución nueva de seguridad, de policía, a un control político. ¿Tenemos militares golpistas? En buen español habría que responder que es una “jalada” siquiera pensarlo.

Si ha habido un momento complicado para la relación entre el poder civil y los militares fue en Chiapas. Hace 25 años. Cuando la guerra. En el justo tiempo en que recogían cadáveres de militares y civiles que ni siquiera pudieron dar a conocer, cuando avanzaban en el combate desigual con los “zapatistas”. Y, por razones políticas, totalmente ajenas a las militares, a las propias de una guerra, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari ordenó un cese al fuego unilateral.

Que fue obedecido de manera automática, al cien por cien, por los militares. Contra ellos mismos en combate.

El mismo “subcomandante” Marcos declararía, semanas después, que esta decisión fue inexplicable desde el punto de vista de la guerra porque ellos “iban perdiendo”.

El general Sandoval aseguró, frente a los legisladores, que ellos obedecerían incluso la posibilidad de que un civil estuviese al mando en la Secretaría de la Defensa Nacional. El almirante Ojeda recordó que los marinos que están “comisionados” en labores de seguridad pública, en los Estados, obedecen a un civil.

Insisto, es clarísima la obediencia militar. Ahí está nuestra historia para dar fe. Y, sobre todo, la falta de interés que tienen, vaya que los conozco, en el poder civil. Su disciplina probada con mandatarios de distintos partidos políticos.

Para la “popular” legisladora Tatiana Clouthier, que tiene ambiciones políticas, el gran riesgo del control militar sobre la Guardia Nacional es perder el poder civil. Asumió, con total desconocimiento del tema castrense, que, si los militares tienen el “mando”, pondrán al próximo presidente de la República.

Como si fuésemos un país “bananero”, como si no hubiésemos vivido el mejor ejemplo de vigencia de la democracia con la elección de López Obrador. ¿Qué interés pueden tener los militares en la política? Ninguno. Así de contundente.

Los titulares de Marina y Defensa Nacional, en una inédita presencia en la Cámara de Diputados, respondieron a esta afirmación, y a muchas otras de legisladores y académicos que estaban en el lado del agravio intencional. Negaron cualquier forma de “militarización” de la vida pública en los años que llevan combatiendo al crimen organizado, fuera de sus cuarteles.

Tanto el general Luis Cresencio Sandoval, como el almirante Rafael Ojeda dieron ejemplos contundentes. Basta recordar que ambos están, constitucionalmente, supeditados al primer mandatario. Y sobre la militarización preguntaron si el PLAN DNIII en auxilio a la población, o los 300 mil árboles sembrados por militares, forman parte de este concepto.

¿Qué es militarizar el país? Algunos legisladores, sobre todo panistas y perredistas, equiparan la presencia militar en una institución nueva de seguridad, de policía, a un control político. ¿Tenemos militares golpistas? En buen español habría que responder que es una “jalada” siquiera pensarlo.

Si ha habido un momento complicado para la relación entre el poder civil y los militares fue en Chiapas. Hace 25 años. Cuando la guerra. En el justo tiempo en que recogían cadáveres de militares y civiles que ni siquiera pudieron dar a conocer, cuando avanzaban en el combate desigual con los “zapatistas”. Y, por razones políticas, totalmente ajenas a las militares, a las propias de una guerra, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari ordenó un cese al fuego unilateral.

Que fue obedecido de manera automática, al cien por cien, por los militares. Contra ellos mismos en combate.

El mismo “subcomandante” Marcos declararía, semanas después, que esta decisión fue inexplicable desde el punto de vista de la guerra porque ellos “iban perdiendo”.

El general Sandoval aseguró, frente a los legisladores, que ellos obedecerían incluso la posibilidad de que un civil estuviese al mando en la Secretaría de la Defensa Nacional. El almirante Ojeda recordó que los marinos que están “comisionados” en labores de seguridad pública, en los Estados, obedecen a un civil.

Insisto, es clarísima la obediencia militar. Ahí está nuestra historia para dar fe. Y, sobre todo, la falta de interés que tienen, vaya que los conozco, en el poder civil. Su disciplina probada con mandatarios de distintos partidos políticos.