/ lunes 29 de octubre de 2018

Un salto al vacío para Brasil

El inevitable resultado de las elecciones brasileñas ha levantado grandes alertas en Latinoamérica. No es posible dimensionar a esta distancia si fue el hartazgo, la decepción o una evidente falla del sistema político, lo que abrió las puertas del Palacio de Panalto a un personaje emanado de la dictadura. Bolsonaro, es la prueba viviente de que el autoritarismo ha logrado infiltrarse en una democracia que apenas hace una década, encumbraba a una potencia naciente.

La segunda ronda celebrada el pasado domingo, ha confirmado la victoria que desde la primera vuelta había conseguido el ultraderechista con un 46% de los sufragios, lo que daba a Bolsonaro una ventaja de 17 puntos de su principal rival, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), quien ante la terrible imposición judicial, tuvo que suplir a Lula Da Silva de último momento.

La de Bolsonaro, no sólo será una Presidencia que represente un peligro para Brasil, sino que es en los hechos, un retroceso en del desarrollo democrático de la región, y tremendo revés a los derechos consagrados en Brasil. Hoy se sabe que incluso dentro de los planes del próximo Presidente, está el eliminar la presencia de Naciones Unidas en su país, una mala señal sumada al ingreso de la policía este fin de semana a las universidades por un supuesto ataque a la campaña del derechista.

Si bien las comparaciones se han quedado cortas, incluso de Bolsonaro a Trump, hay tremendas distancias, este último es un personaje estridente, misógino y sin rumbo. Sin embargo, el próximo trigesimoctavo presidente carioca es nostálgico del autoritarismo, de la dictadura, de la mano dura, de la misógina, e incluso de la violencia hacia las mujeres. Cuando Bolsonaro como Diputado emitió su voto para sacar a Dilma Rouseff de la Presidencia, no sólo lo hizo con un tremendo odio, sino dedicando su boleta al torturador de la otrora Presidenta brasileña. La historia que es bien conocida por el pueblo brasileño, se suma también al hecho de que este mismo personaje haya tenido el arrebato y la infamia de decirle Maria do Rosário Nunes, entonces Diputada por el PT, que “no la violaría porque no lo merecía a él”.

El exmilitar hoy encumbrado como próximo Ejecutivo del país más importante del cono sur en América, ha seducido a empresarios y conservadores, sin embargo, su plan político y económico lejos está de ofrecer prosperidad a Brasil, y por el contrario es probable que su administración, llevé al país sudamericano a tocar un fondo que aún no es posible dimensionar.

La campaña del ultraderechista, ha dejado mudos a millones, no sólo es su abierta y cobarde violencia contra las mujeres, los gays, los liberales, o los desprotegidos, sino su ánimo por las armas, por reaccionar explosivamente con discursos incendiantes, y con actos inverosímiles como lo fue el supuesto atentado contra él hace unos meses. Se trata de un personaje dispuesto a todo, sin ética que medie, sin valores, y propulsado por la mercadotecnia como un outsider, que no viene de otra parte, más que directamente de todas aquellas cenizas de una dictadura que parece revivir.

Por ahora como comunidad internacional, sin duda nos resta no sólo respetar las decisiones del pueblo brasileño, sino establecer una vigilancia sistemática a una de los regímenes más controvertidos que se ha asentado en la región en los últimos 30 años.

El inevitable resultado de las elecciones brasileñas ha levantado grandes alertas en Latinoamérica. No es posible dimensionar a esta distancia si fue el hartazgo, la decepción o una evidente falla del sistema político, lo que abrió las puertas del Palacio de Panalto a un personaje emanado de la dictadura. Bolsonaro, es la prueba viviente de que el autoritarismo ha logrado infiltrarse en una democracia que apenas hace una década, encumbraba a una potencia naciente.

La segunda ronda celebrada el pasado domingo, ha confirmado la victoria que desde la primera vuelta había conseguido el ultraderechista con un 46% de los sufragios, lo que daba a Bolsonaro una ventaja de 17 puntos de su principal rival, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), quien ante la terrible imposición judicial, tuvo que suplir a Lula Da Silva de último momento.

La de Bolsonaro, no sólo será una Presidencia que represente un peligro para Brasil, sino que es en los hechos, un retroceso en del desarrollo democrático de la región, y tremendo revés a los derechos consagrados en Brasil. Hoy se sabe que incluso dentro de los planes del próximo Presidente, está el eliminar la presencia de Naciones Unidas en su país, una mala señal sumada al ingreso de la policía este fin de semana a las universidades por un supuesto ataque a la campaña del derechista.

Si bien las comparaciones se han quedado cortas, incluso de Bolsonaro a Trump, hay tremendas distancias, este último es un personaje estridente, misógino y sin rumbo. Sin embargo, el próximo trigesimoctavo presidente carioca es nostálgico del autoritarismo, de la dictadura, de la mano dura, de la misógina, e incluso de la violencia hacia las mujeres. Cuando Bolsonaro como Diputado emitió su voto para sacar a Dilma Rouseff de la Presidencia, no sólo lo hizo con un tremendo odio, sino dedicando su boleta al torturador de la otrora Presidenta brasileña. La historia que es bien conocida por el pueblo brasileño, se suma también al hecho de que este mismo personaje haya tenido el arrebato y la infamia de decirle Maria do Rosário Nunes, entonces Diputada por el PT, que “no la violaría porque no lo merecía a él”.

El exmilitar hoy encumbrado como próximo Ejecutivo del país más importante del cono sur en América, ha seducido a empresarios y conservadores, sin embargo, su plan político y económico lejos está de ofrecer prosperidad a Brasil, y por el contrario es probable que su administración, llevé al país sudamericano a tocar un fondo que aún no es posible dimensionar.

La campaña del ultraderechista, ha dejado mudos a millones, no sólo es su abierta y cobarde violencia contra las mujeres, los gays, los liberales, o los desprotegidos, sino su ánimo por las armas, por reaccionar explosivamente con discursos incendiantes, y con actos inverosímiles como lo fue el supuesto atentado contra él hace unos meses. Se trata de un personaje dispuesto a todo, sin ética que medie, sin valores, y propulsado por la mercadotecnia como un outsider, que no viene de otra parte, más que directamente de todas aquellas cenizas de una dictadura que parece revivir.

Por ahora como comunidad internacional, sin duda nos resta no sólo respetar las decisiones del pueblo brasileño, sino establecer una vigilancia sistemática a una de los regímenes más controvertidos que se ha asentado en la región en los últimos 30 años.