/ miércoles 13 de noviembre de 2019

Una limpia política exterior

Evo Morales, el presidente de Bolivia que renunció ante la presión disfrazada de sugerencia de las Fuerzas Armadas de su país, está en México. Invitado por el canciller Marcelo Ebrard aceptó solicitar formalmente el exilio, con lo cual se evitó una mayor escalada de violencia y el derramamiento de sangre en la crisis provocada por las fuerzas contrarias al orden constitucional que todavía representaba el presidente Morales antes de que la Asamblea Nacional, es decir el Congreso, aceptara su dimisión. Más allá de opiniones de quienes pretenden erigirse en puristas de las prácticas de la diplomacia internacional, puede considerarse que Evo Morales sí fue víctima de un golpe de estado, como justamente lo consideró el gobierno mexicano al proponerle el refugio. La política exterior mexicana escribe así una página más en su larga tradición que a través de la historia ha recibido lo mismo a jefes de Estado que a políticos, o a mujeres y hombres perseguidos en sus países. El asilo es un derecho humanitario consagrado en diversos tratados internacionales, pero su aplicación siempre es potestad y decisión de cada nación según las circunstancias en las que se concede.

El presidente López Obrador hizo un elogio del cumplimiento de la política exterior depositada en el canciller Ebrard y en este caso cumplida por los elementos del Ejército y la Fuerza Aérea que debieron sortear las difíciles circunstancias del trayecto de Bolivia a México, luego de la negativa de varios países sudamericanos a permitir el vuelo de la nave que conducía al presidente Morales por su espacio aéreo. No es la primera vez en la historia que la diplomacia mexicana enfrenta dificultades y obstáculos para llevar adelante su determinación.

La concesión de asilo al presidente boliviano siguió a una serie de acontecimientos en los que, según se informa, unas veinte personas demandaron la protección del gobierno de México y se encuentran en calidad de asilados en la representación de México en La Paz, a cargo de la embajadora María Teresa Mercado Pérez, quien igual que en diversos momentos del pasado debió actuar con firmeza en apego a la limpia tradición de la política exterior de nuestro país.

La decisión del canciller Ebrard de ofrecer el asilo aceptado por el presidente Morales es objeto de no pocas opiniones contrarias que acusan esta determinación como precipitada porque no se habían satisfecho las condiciones que pusieran en riesgo la vida del mandatario. No son, como lo dijo el presidente López Obrador, los conservadores a los que a diario se refiere en su discurso, quienes critican la postura del gobierno mexicano; son los eternos detractores de la histórica política exterior de nuestro país ante una situación que de los dichos de una “sugerencia” de dimisión al presidente constitucional, amenazaba con pasar a los hechos en medio del caos que se vivía en Bolivia. Fue una decisión pragmática ante la gravedad de la situación.

El gobierno de Evo Morales ha sido reconocido dentro y fuera de su país por sus logros en la economía y en favor de la igualdad social tan necesaria en nuestros países. Se puede señalar a Evo Morales el error al pretender una nueva reelección. Al hacerlo mantuvo el orden jurídico con modificaciones constitucionales aceptadas por la legítima representación de la ciudadanía. Corresponde al pueblo boliviano llevar adelante los cambios legales que considere necesarios. No es facultad de un gobierno como el de México calificar la política y el acontecer de país alguno, pero sí es su obligación moral la fidelidad a los postulados de una política exterior en busca de la autodeterminación y la solución pacífica de los conflictos. La política exterior de México ha vivido un capítulo más en su limpia trayectoria histórica.

srio28@prodigy.net.mx

Evo Morales, el presidente de Bolivia que renunció ante la presión disfrazada de sugerencia de las Fuerzas Armadas de su país, está en México. Invitado por el canciller Marcelo Ebrard aceptó solicitar formalmente el exilio, con lo cual se evitó una mayor escalada de violencia y el derramamiento de sangre en la crisis provocada por las fuerzas contrarias al orden constitucional que todavía representaba el presidente Morales antes de que la Asamblea Nacional, es decir el Congreso, aceptara su dimisión. Más allá de opiniones de quienes pretenden erigirse en puristas de las prácticas de la diplomacia internacional, puede considerarse que Evo Morales sí fue víctima de un golpe de estado, como justamente lo consideró el gobierno mexicano al proponerle el refugio. La política exterior mexicana escribe así una página más en su larga tradición que a través de la historia ha recibido lo mismo a jefes de Estado que a políticos, o a mujeres y hombres perseguidos en sus países. El asilo es un derecho humanitario consagrado en diversos tratados internacionales, pero su aplicación siempre es potestad y decisión de cada nación según las circunstancias en las que se concede.

El presidente López Obrador hizo un elogio del cumplimiento de la política exterior depositada en el canciller Ebrard y en este caso cumplida por los elementos del Ejército y la Fuerza Aérea que debieron sortear las difíciles circunstancias del trayecto de Bolivia a México, luego de la negativa de varios países sudamericanos a permitir el vuelo de la nave que conducía al presidente Morales por su espacio aéreo. No es la primera vez en la historia que la diplomacia mexicana enfrenta dificultades y obstáculos para llevar adelante su determinación.

La concesión de asilo al presidente boliviano siguió a una serie de acontecimientos en los que, según se informa, unas veinte personas demandaron la protección del gobierno de México y se encuentran en calidad de asilados en la representación de México en La Paz, a cargo de la embajadora María Teresa Mercado Pérez, quien igual que en diversos momentos del pasado debió actuar con firmeza en apego a la limpia tradición de la política exterior de nuestro país.

La decisión del canciller Ebrard de ofrecer el asilo aceptado por el presidente Morales es objeto de no pocas opiniones contrarias que acusan esta determinación como precipitada porque no se habían satisfecho las condiciones que pusieran en riesgo la vida del mandatario. No son, como lo dijo el presidente López Obrador, los conservadores a los que a diario se refiere en su discurso, quienes critican la postura del gobierno mexicano; son los eternos detractores de la histórica política exterior de nuestro país ante una situación que de los dichos de una “sugerencia” de dimisión al presidente constitucional, amenazaba con pasar a los hechos en medio del caos que se vivía en Bolivia. Fue una decisión pragmática ante la gravedad de la situación.

El gobierno de Evo Morales ha sido reconocido dentro y fuera de su país por sus logros en la economía y en favor de la igualdad social tan necesaria en nuestros países. Se puede señalar a Evo Morales el error al pretender una nueva reelección. Al hacerlo mantuvo el orden jurídico con modificaciones constitucionales aceptadas por la legítima representación de la ciudadanía. Corresponde al pueblo boliviano llevar adelante los cambios legales que considere necesarios. No es facultad de un gobierno como el de México calificar la política y el acontecer de país alguno, pero sí es su obligación moral la fidelidad a los postulados de una política exterior en busca de la autodeterminación y la solución pacífica de los conflictos. La política exterior de México ha vivido un capítulo más en su limpia trayectoria histórica.

srio28@prodigy.net.mx