Originaria de Galicia, España, Ana Castro, es una artesana que a sus 53 años mantiene viva una práctica que se desvanece rápidamente frente a los procesos de fabricación y la tecnología de nuestra era: el tejido en telar.
Desde su infancia e inspirada por las por las habilidades de su tía, Ana encontró su verdadera pasión en 2019. “Cuando empecé, había bastantes talleres de tejido; había una forma de vida muy diferente a la de ahora, había señoras mayores que tejían en los antiguos telares, así se tejían las sábanas de lino.”
A pesar de su dedicación y habilidad para producir hasta 10 piezas por semana, Ana actualmente se enfrenta a los desafíos inherentes a su oficio: largas horas de trabajo y la dificultad de encontrar clientes dispuestos a comprar.
Las dificultades para los artesanos radican en encontrar reconocimiento y lograr las ventas necesarias para sobrevivir, por lo que en su mayoría se ven obligados a trabajar para grandes firmas de lujo, sin obtener una compensación justa por su labor. “Eso repercute directamente en los artesanos, que son los que hacen el trabajo duro”, dice Castro.
La competitividad de la industria, además de las marcas transnacionales de “moda rápida” (Inditex, Farfetch…) son un gran reto para Ana, al ser un taller tan pequeño y trabajando ella sola, su producción es limitada y a pesar de las largas horas de trabajo, es forzada a reducir el costo de sus productos para ajustarse a las demandas de los clientes.
El oficio de la tejedora es sinónimo de compromiso con la sostenibilidad, minimizando los residuos y seleccionando materiales respetuosos con el medio ambiente.
A través de sus diseños, captura la esencia de la cultura gallega, utilizando una paleta de colores inspirada en los paisajes locales y diversos materiales para crear arte. “Al final, es como hacer magia con los hilos en una dirección y en otra, puedes conseguir que consigan volumen y textura diferente”, explica.
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Sin embargo, la experta afirma que la industrialización toma un papel fundamental en las decisiones creativas. “Somos pequeñitos pero tenemos que abastecernos de lo mismo que abastece a la industria. Ésta siempre tiene preferencias, no puedes comprar 50 kilos de un color.
“Necesitas cantidades pequeñas, entonces siempre vas a estar un poco a expensas de lo que te quieran vender”. Para ella, seguir con la tradición artesanal es fundamental y motivada por preservar esta práctica, comparte sus conocimientos con jóvenes que hoy en día muestran más interés en conocer sus técnicas; también lo hace con adultos jubilados, que por hobby aprenden en su tiempo libre.
“Esos artesanos que tienen un conocimiento y no lo transmiten, se mueren y ahí se quedó su trabajo, eso es ser egoísta". No obstante reconoce que vivir de la artesanía es todo un reto. "Hoy en día la tecnología y las redes sociedades, se han vuelto un instrumento fundamental de canal de venta con muchas oportunidades. “Es un canal imprescindible. Al día de hoy, si no estás en una red social, por lo menos, no existes, y si no existes no pueden llegar a ti".
Dice que el uso de la tecnología como herramienta para conseguir clientes, ha impactado de manera positiva, logrando crecer su comunidad de manera virtual. A pesar de esto, advierte sobre los peligros de depender demasiado de ella. “Vender humo” como lo define ella, “tiene un recorrido muy corto, no contribuye a que la artesanía permanezca”.
Su trabajo ha sido reconocido por varios expertos del sector textil de España, incluida la diseñadora Elena Mereque, Jesús Saez y la marca CLO.
"Si tú conoces la forma de crear, vas a tener una base más profunda para lo que imaginas que se pueda llevar a la realidad. Porque a veces tenemos una capacidad de imaginación fabulosa, pero hay que llevarlo a la práctica”.
Con cada pieza que crea, Castro mantiene viva una tradición ancestral y demuestra que la artesanía es mucho más que un oficio: es un vínculo con la historia y la identidad cultural. Como seguidores creativos debemos valorar el trabajo de los artesanos y contribuir a su desarrollo. Comprender que detrás del precio de un producto artesanal existe un arduo trabajo y creatividad, que merecen ser reconocidos.