/ jueves 16 de marzo de 2023

#Soy | Así funciona la "magia" de los perfumes

Los perfumes han sido creados a través de los siglos y civilizaciones para conseguir lo que a nuestra personalidad por sí sola le cuesta, es decir, atraer a otras personas


El Perfume es la popular obra del escritor alemán Patrick Süskind, donde se narra la vida y vicisitudes de un hombre que, con el defecto de nacimiento de no despedir ningún olor y la desgracia de haber nacido en la miseria, consigue alcanzar posiciones en la sociedad como gran perfumista. Y es tanta su obsesión por embotellar los aromas más exquisitos y sensuales que no duda en asesinar a jóvenes vírgenes para obtener sus más íntimos fluidos corporales.

Esa es la narración ficticia de la atracción que puede provocar ese aroma encantador del que tantos seres humanos hacen uso para seducir o sentirse más personales, aunque también existen fragancias capaces de ser repulsivas.

Te recomendamos: #Soy | Thierry Mugler, el diseñador que convirtió los desfiles en espectáculos

¿Pero qué reaccionamos ante un olor?

La Doctora Victoria de Andrés, profesora de Biología Animal de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Málaga, España, explica cuáles son las razones por las que los olores que percibimos tienen la respuesta en nuestro cerebro de parecernos atrayentes, nauseabundos o insípidos, y por qué algunos consiguen hacernos irresistibles o tan personales y únicos:

“La transmisión del olor del perfume funciona de la misma manera que todos los olores, es decir, hay determinadas sustancias muy volátiles, que se evaporan a temperatura ambiente, pasan a estado gaseoso, y cuando inspiramos entran por la cavidad nasal y de allí van a su parte dorsal donde se encuentra el epitelio olfativo”.

Son las neuronas que están en el epitelio nasal, directamente en contacto con el fondo de la cavidad nasal, las que permiten detectar las sustancias que inhalamos al respirar.

“Se puede decir, de una manera muy simple, en el caso de los olores, -dice la doctora- que no es la sensación la que va al cerebro, sino que es el cerebro el que sale a buscar la sensación”, señala de Andrés.

La cavidad nasal capta ese estímulo que se dirige al núcleo del cerebro olfativo donde hay dos vías muy diferentes, por un lado, lo envía a la corteza prefrontal, o sea, a un sitio donde esa información se procesa de una manera racional, por la que en ese momento la sensación olfativa es una percepción que se puede analizar, observar, procesar si ese olor es afrutado, cítrico, con un toque de madera, etcétera.

“Pero hay una segunda vía que se pone en funcionamiento simultáneamente, que es extraordinariamente rápida y que va a otra zona del cerebr: El sistema límbico, encargado de regular las emociones y con áreas cerebrales muy importantes como son la amígdala (o hipófisis) y el hipocampo”.

La amígdala es el centro cerebral más relacionado con la emoción

Aromas que evocan recuerdos

Victoria de Andrés destaca que “la amígdala es el centro cerebral más relacionado con la emoción, mientras que el hipocampo está relacionado con la memoria. Eso significa que la manera que tenemos de procesar esa información no sólo es razonada sino también emocional y, además, relacionamos ese estímulo olfativo con algo que nos ha ocurrido, porque el hipocampo hace que lo podamos asociar a los recuerdos”, apunta.

Así, los olores los podemos asociar con una sensación y transformarlos en mensajes neuronales evocadores de afectos, recuerdos y sentimientos.

“Es lo que provoca, a veces, que un olor te recuerde, algo que, de una manera automática y rápida, te recuerde, por ejemplo, sensaciones infantiles. Así, si tienes una serie de recuerdos positivos de un entorno donde había un determinado olor, ese olor, percibido años después y en un ambiente que puede ser radicalmente diferente, de una manera poco consciente, te recuerda ese bienestar y te produce la misma sensación”, agrega la especialista.

“Luego -continúa-, cuando lo piensas racionalmente, puedes analizar esos recuerdos y tratar de perfilar sus detalles de una forma consciente, pero la sensación ya las has tenido previamente de una manera inmediata”.

Para la investigadora, “hay una manera de reaccionar ante los olores de ‘tabula rasa’ y es a modo de interruptor, es decir, o te atrae o te repugna. Un olor a putrefacción, aunque tú lo huelas por primera vez y no lo asocies a nada olido previamente, te produce un rechazo inmediato, sin que medie un razonamiento elaborado. En cambio, por ejemplo, el olor de las flores te produce inmediatamente una atracción”, dice.


Fragancias para el amor

Son muchos los animales que segregan ciertas sustancias volátiles, llamadas feromonas, en los momentos de preapareamiento para inducir las cópulas. Esas sustancias químicas, que segregarían como parte del cortejo, tienen un olor muy particular, que atrae a los miembros del otro sexo de esa especie, pero curiosamente no a las de otras especies parecidas.

“Esas feromonas, perfectamente presentes en muchos animales, se han intentado aislar en la especie humana sin conseguirlo. Hay mucho mito sobre las feromonas y, aunque algunas casas comerciales han comercializado frasquitos de feromonas humanas tanto femeninas como masculinas, han resultado ser un gran timo”, apunta la doctora.

“Lo que hay son olores que de manera instintiva nos resultan atractivos. Cuando vas a acudir a una cita romántica te arreglas, te pones la ropa que más te gusta y también tu perfume porque, de entrada, un buen olor atrae y, además, lo que más nos interesa es que sea un proceso automático, es decir, que la persona no piense mucho el por qué le resultamos atractivo sino, simplemente le atraigamos. Es una atracción que no es racional, sino inmediata, emocional y muy evocadora”.

La industria del perfume conoce estas estrategias y las utilizan para obtener beneficios, “pero no sólo en nuestra civilización sino en todas. Cuando se hacen excavaciones arqueológicas, aparecen siempre cerámicas, restos de construcciones y también frasquitos de perfume, porque, aunque la humanidad no supiera hasta hace muy poco cuáles son las vías cerebrales para despertar esa atracción, lo que siempre se ha sabido es cuál es su efecto práctico”, subraya.

Determinadas combinaciones de olores resultan más atractivas que otras y además se adaptan a las personalidades de cada uno: Se trata de usar el perfume y convertirte en alguien irresistible. Lo único que cambia es el perfil de la personalidad del que decide atraer que, aunque puede oscilar desde lo más pijo a lo más macarra, el formato de seducción al otro sexo es siempre el mismo”.

Lo que hace único a un perfume

Las fragancias interaccionan con otras sustancias químicas, como las que se encuentran en la superficie de nuestra piel. De esta forma, esos productos químicos que forman el perfume reaccionan con los que tenemos nosotros, por la composición química de nuestra sudoración, o por las pequeñas oscilaciones de nuestro pH (acidez o alcalinidad del cuerpo).

“Hay ligeras variaciones personales que hacen que la reacción del perfume al contacto con nuestra piel no sea idéntica en todo el mundo. Por ello, aunque el olor de tal marca sea el mismo y tú huelas a una determinada marca de perfume, el resultado final va a tener connotaciones ligeramente personalizadas”.

Victoria de Andrés concluye que la manera de reaccionar con el perfume te hace en, ciertos aspectos, bastante único.

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“Por otra parte, te identificas con determinados olores y rechazas, otros de una forma bastante automatizada, aunque, por supuesto, también existe un componente cultural aprendido, que hace que a determinadas culturas les resultan atractivos determinados olores que a otras les puedan inducir rechazo”, finaliza.




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El Perfume es la popular obra del escritor alemán Patrick Süskind, donde se narra la vida y vicisitudes de un hombre que, con el defecto de nacimiento de no despedir ningún olor y la desgracia de haber nacido en la miseria, consigue alcanzar posiciones en la sociedad como gran perfumista. Y es tanta su obsesión por embotellar los aromas más exquisitos y sensuales que no duda en asesinar a jóvenes vírgenes para obtener sus más íntimos fluidos corporales.

Esa es la narración ficticia de la atracción que puede provocar ese aroma encantador del que tantos seres humanos hacen uso para seducir o sentirse más personales, aunque también existen fragancias capaces de ser repulsivas.

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¿Pero qué reaccionamos ante un olor?

La Doctora Victoria de Andrés, profesora de Biología Animal de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Málaga, España, explica cuáles son las razones por las que los olores que percibimos tienen la respuesta en nuestro cerebro de parecernos atrayentes, nauseabundos o insípidos, y por qué algunos consiguen hacernos irresistibles o tan personales y únicos:

“La transmisión del olor del perfume funciona de la misma manera que todos los olores, es decir, hay determinadas sustancias muy volátiles, que se evaporan a temperatura ambiente, pasan a estado gaseoso, y cuando inspiramos entran por la cavidad nasal y de allí van a su parte dorsal donde se encuentra el epitelio olfativo”.

Son las neuronas que están en el epitelio nasal, directamente en contacto con el fondo de la cavidad nasal, las que permiten detectar las sustancias que inhalamos al respirar.

“Se puede decir, de una manera muy simple, en el caso de los olores, -dice la doctora- que no es la sensación la que va al cerebro, sino que es el cerebro el que sale a buscar la sensación”, señala de Andrés.

La cavidad nasal capta ese estímulo que se dirige al núcleo del cerebro olfativo donde hay dos vías muy diferentes, por un lado, lo envía a la corteza prefrontal, o sea, a un sitio donde esa información se procesa de una manera racional, por la que en ese momento la sensación olfativa es una percepción que se puede analizar, observar, procesar si ese olor es afrutado, cítrico, con un toque de madera, etcétera.

“Pero hay una segunda vía que se pone en funcionamiento simultáneamente, que es extraordinariamente rápida y que va a otra zona del cerebr: El sistema límbico, encargado de regular las emociones y con áreas cerebrales muy importantes como son la amígdala (o hipófisis) y el hipocampo”.

La amígdala es el centro cerebral más relacionado con la emoción

Aromas que evocan recuerdos

Victoria de Andrés destaca que “la amígdala es el centro cerebral más relacionado con la emoción, mientras que el hipocampo está relacionado con la memoria. Eso significa que la manera que tenemos de procesar esa información no sólo es razonada sino también emocional y, además, relacionamos ese estímulo olfativo con algo que nos ha ocurrido, porque el hipocampo hace que lo podamos asociar a los recuerdos”, apunta.

Así, los olores los podemos asociar con una sensación y transformarlos en mensajes neuronales evocadores de afectos, recuerdos y sentimientos.

“Es lo que provoca, a veces, que un olor te recuerde, algo que, de una manera automática y rápida, te recuerde, por ejemplo, sensaciones infantiles. Así, si tienes una serie de recuerdos positivos de un entorno donde había un determinado olor, ese olor, percibido años después y en un ambiente que puede ser radicalmente diferente, de una manera poco consciente, te recuerda ese bienestar y te produce la misma sensación”, agrega la especialista.

“Luego -continúa-, cuando lo piensas racionalmente, puedes analizar esos recuerdos y tratar de perfilar sus detalles de una forma consciente, pero la sensación ya las has tenido previamente de una manera inmediata”.

Para la investigadora, “hay una manera de reaccionar ante los olores de ‘tabula rasa’ y es a modo de interruptor, es decir, o te atrae o te repugna. Un olor a putrefacción, aunque tú lo huelas por primera vez y no lo asocies a nada olido previamente, te produce un rechazo inmediato, sin que medie un razonamiento elaborado. En cambio, por ejemplo, el olor de las flores te produce inmediatamente una atracción”, dice.


Fragancias para el amor

Son muchos los animales que segregan ciertas sustancias volátiles, llamadas feromonas, en los momentos de preapareamiento para inducir las cópulas. Esas sustancias químicas, que segregarían como parte del cortejo, tienen un olor muy particular, que atrae a los miembros del otro sexo de esa especie, pero curiosamente no a las de otras especies parecidas.

“Esas feromonas, perfectamente presentes en muchos animales, se han intentado aislar en la especie humana sin conseguirlo. Hay mucho mito sobre las feromonas y, aunque algunas casas comerciales han comercializado frasquitos de feromonas humanas tanto femeninas como masculinas, han resultado ser un gran timo”, apunta la doctora.

“Lo que hay son olores que de manera instintiva nos resultan atractivos. Cuando vas a acudir a una cita romántica te arreglas, te pones la ropa que más te gusta y también tu perfume porque, de entrada, un buen olor atrae y, además, lo que más nos interesa es que sea un proceso automático, es decir, que la persona no piense mucho el por qué le resultamos atractivo sino, simplemente le atraigamos. Es una atracción que no es racional, sino inmediata, emocional y muy evocadora”.

La industria del perfume conoce estas estrategias y las utilizan para obtener beneficios, “pero no sólo en nuestra civilización sino en todas. Cuando se hacen excavaciones arqueológicas, aparecen siempre cerámicas, restos de construcciones y también frasquitos de perfume, porque, aunque la humanidad no supiera hasta hace muy poco cuáles son las vías cerebrales para despertar esa atracción, lo que siempre se ha sabido es cuál es su efecto práctico”, subraya.

Determinadas combinaciones de olores resultan más atractivas que otras y además se adaptan a las personalidades de cada uno: Se trata de usar el perfume y convertirte en alguien irresistible. Lo único que cambia es el perfil de la personalidad del que decide atraer que, aunque puede oscilar desde lo más pijo a lo más macarra, el formato de seducción al otro sexo es siempre el mismo”.

Lo que hace único a un perfume

Las fragancias interaccionan con otras sustancias químicas, como las que se encuentran en la superficie de nuestra piel. De esta forma, esos productos químicos que forman el perfume reaccionan con los que tenemos nosotros, por la composición química de nuestra sudoración, o por las pequeñas oscilaciones de nuestro pH (acidez o alcalinidad del cuerpo).

“Hay ligeras variaciones personales que hacen que la reacción del perfume al contacto con nuestra piel no sea idéntica en todo el mundo. Por ello, aunque el olor de tal marca sea el mismo y tú huelas a una determinada marca de perfume, el resultado final va a tener connotaciones ligeramente personalizadas”.

Victoria de Andrés concluye que la manera de reaccionar con el perfume te hace en, ciertos aspectos, bastante único.

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“Por otra parte, te identificas con determinados olores y rechazas, otros de una forma bastante automatizada, aunque, por supuesto, también existe un componente cultural aprendido, que hace que a determinadas culturas les resultan atractivos determinados olores que a otras les puedan inducir rechazo”, finaliza.




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