/ viernes 27 de noviembre de 2020

Beethoven, un popstar clásico

La música del compositor alemán permanece en el imaginario social, pues aún cuando la gente no conozca el autor es capaz de reconocer el Himno a la Alegría

Ludwing van Beethoven es el popstar de la música clásica. Quizá una de las figuras de la cultura musical más mediática que consigue poner de cabeza a dos ciudades europeas para recordarlo en el 250 aniversario de su nacimiento: Bonn y Viena. Es el compositor de 80 piezas que vive entre el mito y la realidad de la memoria. El genio incomprendido que hizo de los conciertos de orquesta un acto universal.

Es el artista romántico, en el amplio sentido de la palabra, que a pesar de la parálisis global por la pandemia de Covid-19 consiguió en este año unificar el mundo con sus composiciones que lo mismo fueron interpretadas en su natal Alemania, que en Londres, Madrid, México o Colombia. No sería un error decir que no hubo sala de conciertos que este 2020 no homenajeó a Beethoven.

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Pero, ¿quién es Beethoven hoy? Es el protagonista de al menos una docena de biopics, el autor de la música de fondo de series como Everybody loves Raymond, La casa de papel, Dr. House, Grey’s anatomy e incluso de dibujos animados como Los Simpson, Ren y Stimpy, Animaniacs y Naruto. También es el eje escénico de las obras de teatro Beethoven a puerta cerrada, en Alemania, y Yo, Beethoven en Argentina. También es el rostro de 200 sellos postales, tazas, playeras, carteles y muchos otros souvenirs de museos y tiendas.

“La imagen que tenemos de Beethoven es como una figura que encabeza y defiende las mejores causas de la humanidad. No es extraño que cuando los atletas que están en una situación difícil, si ganan una medalla se toca el Himno de alegría; no es extraño que esa misma Oda a la alegría se haya adoptado como el himno de la Unión Europea, tampoco es extraño que cuando cayó el muro de Berlín en 1989, se hayan congregado orquestas y solistas para interpretar la misma melodía y hayan cambiando la palabra alegría por libertad”, refirió Sergio Vela, doctor en musicología.

“Beethoven entra en la figura cliché de un genio incomprendido, pero si se conoce más profundamente su música y se entiende cómo respondió a ciertos intereses y ciertos ideales de su tiempo, entonces se descubre que fue capaz como compositor y artista de replantear una realidad estética más allá de una figura construida en el siglo XIX por el hecho de que se quedó sordo”, acotó Tomás Barreiro, musicólogo.

GENIO INFANTIL

Ludwing van Beethoven nació en la ciudad de Bonn, Alemania, el 16 de diciembre de 1770 en el seno de una familia de origen humilde y de oficio granero. Tuvo cinco hermanos, pero sólo sobrevivieron dos: Kaspar Anton Karl van Beethoven y Nikolaus Johann van Beethoven. De todos los descendientes, el pequeño Ludwing fue el único, o al menos el primero, en mostrar habilidades musicales.

Su padre, Johann van Beethoven, tenor y director de orquesta alemán de menor fortuna artística, decidió que su hijo sería el prodigio de la familia y seguiría los pasos de Mozart. Entonces, a muy temprana edad, estableció rutinas de práctica y aprendizaje de órgano, piano y clarinete que hicieron de la infancia de Beethoven un sufrimiento: debía despertar en la madrugada para ensayar los instrumentos y estudiar composición el resto del día.

Aún niño tomó clases formales con el organista Christian Gottlob Neefe, quien lo introdujo en el estudio de Johann Sebastian Bach. Ofreció su primer concierto a los siete años en Colonia, ciudad alemana. Su padre afirmaba que era un año menor, con la intención de ganar crédito ante la genialidad de Mozart. A los 11 años, el pequeño Beethoven publicó su primera composición: Nueve variaciones sobre una marcha Ernst Christoph Dressler.

“Se sabe que Beethoven intentó ser un niño prodigio, pero fue un mal niño prodigio, porque no tenía la capacidad de retención de Mozart como su padre quería, podría decirse que en la infancia hay frustración al no lograr lo que Mozart. Estudió con Hayden quien lo regañaba y no se sentía que tenía un buen alumno, todos estos fracasos y frustraciones construyen su filosofía musical, las pasiones desbordadas, el ímpetu de grandeza, se nota porque la música de Hayden y Mozart es muy contenida y la de Beethoven es explosiva en emociones”, describió Barreiro, quien en febrero próximo ofrecerá en la UNAM un curso sobre la vida del compositor y el cine.

A los 17 años, su mecenas, el conde Ferdinand von Waldstein, le financió un viaje a Viena para estudiar. No se tienen registros exactos, pero se sabe que Beethoven tuvo un encuentro breve con Mozart quien al escucharlo dijo: “Recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo”. Al poco tiempo, debió regresar a Bonn porque su madre había enfermado de tuberculosis. Falleció en 1787. Hundido en el alcoholismo, el padre del compositor falleció cinco años después.

Sin ataduras familiares, Beethoven regresó a Viena, que se convirtió en su segunda ciudad natal. Ahí desarrolló toda su carrera, que al tiempo que iba creciendo como espuma decaía su salud. Desde joven presentó problemas auditivos que se fueron agravando paulatinamente hasta dejarlo completamente sordo a los 45 años de edad, en la plenitud de su creación musical.

Convencido de su genialidad, Beethoven fue una suerte de emprendedor musical. Decidió dejar los mecenazgos del estado y la iglesia para ser un músico libre. Componer e interpretar al gusto propio que lo llevó, por un lado, a una vida de altibajos económicos y, por otro, a una creciente madurez estética.

“Considero que Beethoven es un individuo que históricamente se ubica entre dos épocas, casi podríamos decir que representa la transición del clasicismo, la primera escuela de Viena que representan Mozart y Hayden, y Beethoven con el dominio de la música fue cargando en el transcurso del tiempo un contenido subjetivo para convertirse en un expositor de una estética preromántica, sino que francamente romántica”, describió Sergio Vela durante la conferencia que ofreció en el Coloquio Miguel Bernal Jiménez del Festival de Música de Morelia.

Foto: classicalmusicvideosyt

“Si hay una característica que sobresale de Beethoven es la sencillez y accesibilidad de su música. Es el primer músico que entendió la universalidad e hizo universal su obra, y cuando decimos universal nos referimos a que de alguna manera él pone las notas y logra que todos podamos adscribirnos a la misma emoción. Su música es muy emotiva lo que a lo largo de los años la ha hecho mainstream”, añadió Barreiro.

EL MARIACHI Y BEETHOVEN

No hay duda de que la música del compositor alemán ha invadido las salas de concierto mexicanas. Desde inicios del siglo XX, Beethoven llegó al país para quedarse. Pero la relación entre el genio incomprendido y México parece tener una historia más profunda.

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El músico e investigador Javier Platas Jaramillo propone que en las obras del músico alemán hay referentes e incluso similitudes muy claras con los sones nacionales como el Jarabe tapatío.

“Cuando yo escuché el tercer movimiento de la Séptima Sinfonía me parecía que se escuchaba muy semejante a la música mexicana como el huapango o el son de mariachi. Fue en el 86 más o menos que descubrí esto y se lo comenté a mi profesor Humberto Hernández Medrano y me mandó a escuchar el tercer cuarteto opus 18 y el último movimiento de éste se parece mucho al Jarabe tapatío”, atajó en entrevista el investigador.

Platas Jaramillo encuentra estas similitudes en tres pares de composiciones: el Jarabe tapatío y el tercer cuarteto opus 18; El perico y el Segundo Concierto para piano, y El rascapetate con la Séptima Sinfonía. Cuando el músico habla de similitudes no se refiere a todas las melodías, sino a fragmentos de notas que a simple escucha se detectan.

“Surge la pregunta de que si los sones mexicanos son más antiguos que la música de Beethoven, porque se tiene la idea de que el Mariachi es una cosa que ocurrió después que Beethoven, pero no es así porque los sones mexicanos se sabe que son muy antiguos, que la inquisición prohibía la música de mariachi por sus letras obscenas, además la palabra mariachi se conoce desde 1743, entonces son del mismo tiempo”, apuntó.

Foto: @BeckmesserSpain

Platas Jaramillo plantea tres hipótesis: La primera, y menos probable, que sea solo una coincidencia. La segunda, que el naturalista Alexander von Humboldt pudo llevar partituras mexicanas a Alemania y de ahí Beethoven tomar referencia, aunque esta teoría se debilita porque Humboldt regresó a Europa en 1823, cuando el compositor ya había escrito gran parte de su obra. La tercera es que la conexión fue uno de los más de 500 jesuitas expulsados de la Nueva España en 1767 quienes llevaron la música mexicana a Europa.

El investigador insiste en que se debe hacer una investigación documental en Viena y Bonn para descartar o comprobar la hipótesis. En tanto, no hay duda de que las composiciones de Beethoven seguirán en el imaginario social, pues aún cuando la gente no conozca el autor es capaz de reconocer la Oda a la alegría.

“El arte es capaz de establecer un ideal y la obra de Beethoven se convierte en un ideal, y el artista que la hizo en un artista absolutamente ejemplar”, concluyó Vela.

Ludwing van Beethoven es el popstar de la música clásica. Quizá una de las figuras de la cultura musical más mediática que consigue poner de cabeza a dos ciudades europeas para recordarlo en el 250 aniversario de su nacimiento: Bonn y Viena. Es el compositor de 80 piezas que vive entre el mito y la realidad de la memoria. El genio incomprendido que hizo de los conciertos de orquesta un acto universal.

Es el artista romántico, en el amplio sentido de la palabra, que a pesar de la parálisis global por la pandemia de Covid-19 consiguió en este año unificar el mundo con sus composiciones que lo mismo fueron interpretadas en su natal Alemania, que en Londres, Madrid, México o Colombia. No sería un error decir que no hubo sala de conciertos que este 2020 no homenajeó a Beethoven.

➡️ Hojas de papel volando | "Gozosos como vuelan sus soles..."

Pero, ¿quién es Beethoven hoy? Es el protagonista de al menos una docena de biopics, el autor de la música de fondo de series como Everybody loves Raymond, La casa de papel, Dr. House, Grey’s anatomy e incluso de dibujos animados como Los Simpson, Ren y Stimpy, Animaniacs y Naruto. También es el eje escénico de las obras de teatro Beethoven a puerta cerrada, en Alemania, y Yo, Beethoven en Argentina. También es el rostro de 200 sellos postales, tazas, playeras, carteles y muchos otros souvenirs de museos y tiendas.

“La imagen que tenemos de Beethoven es como una figura que encabeza y defiende las mejores causas de la humanidad. No es extraño que cuando los atletas que están en una situación difícil, si ganan una medalla se toca el Himno de alegría; no es extraño que esa misma Oda a la alegría se haya adoptado como el himno de la Unión Europea, tampoco es extraño que cuando cayó el muro de Berlín en 1989, se hayan congregado orquestas y solistas para interpretar la misma melodía y hayan cambiando la palabra alegría por libertad”, refirió Sergio Vela, doctor en musicología.

“Beethoven entra en la figura cliché de un genio incomprendido, pero si se conoce más profundamente su música y se entiende cómo respondió a ciertos intereses y ciertos ideales de su tiempo, entonces se descubre que fue capaz como compositor y artista de replantear una realidad estética más allá de una figura construida en el siglo XIX por el hecho de que se quedó sordo”, acotó Tomás Barreiro, musicólogo.

GENIO INFANTIL

Ludwing van Beethoven nació en la ciudad de Bonn, Alemania, el 16 de diciembre de 1770 en el seno de una familia de origen humilde y de oficio granero. Tuvo cinco hermanos, pero sólo sobrevivieron dos: Kaspar Anton Karl van Beethoven y Nikolaus Johann van Beethoven. De todos los descendientes, el pequeño Ludwing fue el único, o al menos el primero, en mostrar habilidades musicales.

Su padre, Johann van Beethoven, tenor y director de orquesta alemán de menor fortuna artística, decidió que su hijo sería el prodigio de la familia y seguiría los pasos de Mozart. Entonces, a muy temprana edad, estableció rutinas de práctica y aprendizaje de órgano, piano y clarinete que hicieron de la infancia de Beethoven un sufrimiento: debía despertar en la madrugada para ensayar los instrumentos y estudiar composición el resto del día.

Aún niño tomó clases formales con el organista Christian Gottlob Neefe, quien lo introdujo en el estudio de Johann Sebastian Bach. Ofreció su primer concierto a los siete años en Colonia, ciudad alemana. Su padre afirmaba que era un año menor, con la intención de ganar crédito ante la genialidad de Mozart. A los 11 años, el pequeño Beethoven publicó su primera composición: Nueve variaciones sobre una marcha Ernst Christoph Dressler.

“Se sabe que Beethoven intentó ser un niño prodigio, pero fue un mal niño prodigio, porque no tenía la capacidad de retención de Mozart como su padre quería, podría decirse que en la infancia hay frustración al no lograr lo que Mozart. Estudió con Hayden quien lo regañaba y no se sentía que tenía un buen alumno, todos estos fracasos y frustraciones construyen su filosofía musical, las pasiones desbordadas, el ímpetu de grandeza, se nota porque la música de Hayden y Mozart es muy contenida y la de Beethoven es explosiva en emociones”, describió Barreiro, quien en febrero próximo ofrecerá en la UNAM un curso sobre la vida del compositor y el cine.

A los 17 años, su mecenas, el conde Ferdinand von Waldstein, le financió un viaje a Viena para estudiar. No se tienen registros exactos, pero se sabe que Beethoven tuvo un encuentro breve con Mozart quien al escucharlo dijo: “Recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo”. Al poco tiempo, debió regresar a Bonn porque su madre había enfermado de tuberculosis. Falleció en 1787. Hundido en el alcoholismo, el padre del compositor falleció cinco años después.

Sin ataduras familiares, Beethoven regresó a Viena, que se convirtió en su segunda ciudad natal. Ahí desarrolló toda su carrera, que al tiempo que iba creciendo como espuma decaía su salud. Desde joven presentó problemas auditivos que se fueron agravando paulatinamente hasta dejarlo completamente sordo a los 45 años de edad, en la plenitud de su creación musical.

Convencido de su genialidad, Beethoven fue una suerte de emprendedor musical. Decidió dejar los mecenazgos del estado y la iglesia para ser un músico libre. Componer e interpretar al gusto propio que lo llevó, por un lado, a una vida de altibajos económicos y, por otro, a una creciente madurez estética.

“Considero que Beethoven es un individuo que históricamente se ubica entre dos épocas, casi podríamos decir que representa la transición del clasicismo, la primera escuela de Viena que representan Mozart y Hayden, y Beethoven con el dominio de la música fue cargando en el transcurso del tiempo un contenido subjetivo para convertirse en un expositor de una estética preromántica, sino que francamente romántica”, describió Sergio Vela durante la conferencia que ofreció en el Coloquio Miguel Bernal Jiménez del Festival de Música de Morelia.

Foto: classicalmusicvideosyt

“Si hay una característica que sobresale de Beethoven es la sencillez y accesibilidad de su música. Es el primer músico que entendió la universalidad e hizo universal su obra, y cuando decimos universal nos referimos a que de alguna manera él pone las notas y logra que todos podamos adscribirnos a la misma emoción. Su música es muy emotiva lo que a lo largo de los años la ha hecho mainstream”, añadió Barreiro.

EL MARIACHI Y BEETHOVEN

No hay duda de que la música del compositor alemán ha invadido las salas de concierto mexicanas. Desde inicios del siglo XX, Beethoven llegó al país para quedarse. Pero la relación entre el genio incomprendido y México parece tener una historia más profunda.

▶️ #IniciativaArtemisa, proyecto de cineastas mexicanas contra violencia de género

El músico e investigador Javier Platas Jaramillo propone que en las obras del músico alemán hay referentes e incluso similitudes muy claras con los sones nacionales como el Jarabe tapatío.

“Cuando yo escuché el tercer movimiento de la Séptima Sinfonía me parecía que se escuchaba muy semejante a la música mexicana como el huapango o el son de mariachi. Fue en el 86 más o menos que descubrí esto y se lo comenté a mi profesor Humberto Hernández Medrano y me mandó a escuchar el tercer cuarteto opus 18 y el último movimiento de éste se parece mucho al Jarabe tapatío”, atajó en entrevista el investigador.

Platas Jaramillo encuentra estas similitudes en tres pares de composiciones: el Jarabe tapatío y el tercer cuarteto opus 18; El perico y el Segundo Concierto para piano, y El rascapetate con la Séptima Sinfonía. Cuando el músico habla de similitudes no se refiere a todas las melodías, sino a fragmentos de notas que a simple escucha se detectan.

“Surge la pregunta de que si los sones mexicanos son más antiguos que la música de Beethoven, porque se tiene la idea de que el Mariachi es una cosa que ocurrió después que Beethoven, pero no es así porque los sones mexicanos se sabe que son muy antiguos, que la inquisición prohibía la música de mariachi por sus letras obscenas, además la palabra mariachi se conoce desde 1743, entonces son del mismo tiempo”, apuntó.

Foto: @BeckmesserSpain

Platas Jaramillo plantea tres hipótesis: La primera, y menos probable, que sea solo una coincidencia. La segunda, que el naturalista Alexander von Humboldt pudo llevar partituras mexicanas a Alemania y de ahí Beethoven tomar referencia, aunque esta teoría se debilita porque Humboldt regresó a Europa en 1823, cuando el compositor ya había escrito gran parte de su obra. La tercera es que la conexión fue uno de los más de 500 jesuitas expulsados de la Nueva España en 1767 quienes llevaron la música mexicana a Europa.

El investigador insiste en que se debe hacer una investigación documental en Viena y Bonn para descartar o comprobar la hipótesis. En tanto, no hay duda de que las composiciones de Beethoven seguirán en el imaginario social, pues aún cuando la gente no conozca el autor es capaz de reconocer la Oda a la alegría.

“El arte es capaz de establecer un ideal y la obra de Beethoven se convierte en un ideal, y el artista que la hizo en un artista absolutamente ejemplar”, concluyó Vela.

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