Su nombre real ni siquiera era David: era José de Jesús. Pero su esposa, que lo idolatraba, lo llamaba El David, como la escultura de Miguel Ángel. A partir de entonces, el nombre de David Alfaro Siqueiros no lo olvidaría nadie.
Detrás de la vida de uno de los muralistas mexicanos más destacados, del hombre que intentó asesinar a León Trotsky, del comunista a ultranza enamorado de Stalin, está la historia de una mujer llamada Graciela Amador Sandoval, cuyas labores políticas, culturales y sociales fueron invisibilizadas a causa de los celos de su marido, según se documenta en Mi vida con Siqueiros (1948), una serie de memorias publicadas por la propia Amador en la revista Hoy.
Esta mujer fue una de las piedras angulares para el desarrollo de la izquierda mexicana y otros campos culturales. Fue cofundadora del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores; primera administradora del mítico periódico de izquierdas El Machete, precursora del teatro infantil en México, e investigadora de música folclórica. Sin embargo, su nombre nunca alcanzó el reconocimiento popular del de su esposo. Y su carrera está, escasamente, documentada.
“Mi vida era él y daba la mía por su tranquilidad. Aprendí a bajar los ojos frente a los hombres y a hablar discretamente con las mujeres. Aprendí a pensar en voz alta porque no se tomara a traición mi silencio. Mientras él dibujaba, yo Ieía; mientras él estaba ausente, yo hacía técnica en el piano”, escribe Graciela Amador en uno de los pasajes de sus memorias.
Luego relata el lado celoso e iracundo de Siqueiros, conocido no sólo por ella, sino por otras de sus parejas sentimentales: “¡Cuánta semejanza en nuestro pensamiento y tan distintos físicamente! Yo era fina y delicada. Hablaba quedo, era tímida y trataba de ocultar mi pasión. David, en cambio, era fuerte y exaltado, alegre, parlanchín y ostentoso. Apretaba mi cabeza y me besaba ruidosamente frente a todos. Más, ¡ay!, descubrí algo que fue el martirio de mi vida con él: tenía celos de los pasajeros, de los camaristas y de todo ser que pasaba a mi lado: yo tenía un tipo exótico que se acentuaba más entre razas europeas. Hoy me halaga confesarlo, pero entonces me hizo sufrir horriblemente. Más de una vez David me dijo para acallar mis lágrimas: ‘¡Pobre de ti el día que no te cele!’”.
Óscar de Pablo, autor de La rojería (2018), libro en el que se publican esbozos biográficos sobre los protagonistas del comunismo mexicano, asegura en entrevista con El Sol de México que la vida y obra de David Alfaro Siqueiros ilustra perfectamente los claroscuros intensos del siglo XX. Por un lado, dice, hizo grandes aportaciones culturales y políticas, pero también cometió verdaderos crímenes, errores políticos y comportamientos machistas. Y todo ello, señala, impregnando, a veces, de contradicciones, como cuando al final de su carrera se acercó al entonces presidente Luis Echeverría. El poder que tanto criticó, al final, lo cobijó.
“Su personalidad era particularmente iracunda. Toda su época estuvo marcada por el machismo y la misoginia. Si leemos sus memorias, notaremos que Siqueiros presumía de su propia violencia. Es triste cómo quedaron a sus sombras las aportaciones de su primera esposa, Graciela Amador. Tampoco olvidemos que fue compañero de la escritora uruguaya Blanca Luz Brum, a quien le tocó sufrir uno de los tantos encarcelamientos de Siqueiros y la única expulsión de él del Partido Comunista Mexicano. Dejó aislada a esta pobre mujer junto con su hijo en México. Ella fue una militante importante, simpatizante del movimiento sandinista”, apunta Óscar de Pablo.
El delito de ser mujer
El machismo fue una característica casi genérica de toda la generación de muralistas mexicanos, entre los que también se encontraban Diego Rivera y José Clemente Orozco. La pintora María Izquierdo, en su momento, lo denunció: "Es un delito ser mujer y tener talento". Dijo esto luego de enterarse que su proyecto de murales en edificios públicos de la Ciudad de México fuera cancelado tras la celebración de una reunión secreta entre Siqueiros, Orozco y Rivera, quienes no estaban de acuerdo en que ella se encargara del plan.
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De hecho, Graciela Amador suspendió su carrera durante un buen tiempo luego de su separación con Siqueiros, quien le gritaba una “orden hitleriana”: ‘¡Usted no me sale! ¡Las mujeres en su casa y los hombres en la calle!’.
“La pasión con la que se entregó al trabajo revolucionario en ese periodo, estuvo en gran medida alimentada por la relación que llevaba con su compañero de vida y de lucha, Alfaro Siqueiros. Cuando este se enamora de Blanca Luz Brum, una uruguaya que conoció en el Congreso Sindical Latinoamericano en Montevideo, Graciela tuvo que romper abruptamente con esa relación hacia finales de 1929; su militancia se vio afectada por esta ruptura durante un tiempo y en consecuencia la escritura de sus cuentos breves se interrumpió”, describe la historiadora María de Lourdes Cueva Tazzer, de la Universidad de Guanajuato, en su ensayo Filias y rupturas de una comunista: Las Memorias de Graciela Amador en el PCM, 1924-1940.