Cuando el 25 de marzo de 1924 Nydia Camargo Rubín mató a su pareja, Alberto Márquez Briones, ella tenía 29 años y en México todavía existía la figura del jurado popular o ciudadano.
Entre sus pecados, para aquella época, estaba que en ese momento tramitaba su divorcio de otra persona.
“Este hombre, que había hecho de mi existencia una larga cadena de sufrimientos, de vejaciones, de ordinarieces, de graves faltas a mi sexo, era para mis hijas un capataz soez y falto de educación: las trataba como animales y las obligaba a ir a comer a la cocina”, refirió ante al juez.
Nydia Camargo se convirtió en el foco mediático de la época, su historia convivía con las de protestas y huelgas por el país. “El juicio del año”, lo tituló el periódico El Universal. Durante el proceso, su abogado construyó la defensa desde el punto de vista de la mujer moderna, mientras que el fiscal presentaba medios probatorios en función a su supuesto rol social.
De acuerdo con el libro “El derecho de vivir como una mujer amante y amada. Nydia Camargo, su crimen y su juicio”, de Elisa Speckman Guerra (2019), la prensa resaltó de la acusada su esmerada educación, su religiosidad y el amor por sus hijas, es decir, “la vinculación con los valores considerados como positivos y asociados a la femineidad. También hablaron de debilidad, emotividad e histerismo, características que en la época se atribuían a las mujeres y que los periodistas emplearon para explicar su crimen”, refiere la autora.
ATRIBUTOS FEMENINOS
Camargo vivió las dos últimas décadas del porfiriato, creció en una familia tradicional y se formó en una escuela católica. Se casó en 1911, cuando el divorcio no estaba legalmente permitido. Pero en la década de los 20 inició el cambio: el boom feminista retratado en las revistas. En Yucatán se abrió la posibilidad, por ejemplo, de votar y de ser votadas para ocupar cargos de elección popular.
Elisa Speckman detalla que las mujeres comenzaron a tener acceso a la educación profesional y a ejercer su profesión. Además de que cambiaron los vestidos largos y los corsés por faldas cortas, y se empezaron a cortar el cabello. Por lo que les decían “las pelonas”, ligadas a la lucha por sus derechos.
La investigación de Speckman Guerra, editada por El Colegio de México como parte de la colección La aventura de una vida cotidiana, retrata la transición social del rol de la mujer. Mientras el fiscal buscaba convencer al jurado de que Nydia era una persona “fría, vanidosa, calculadora, amoral, sin instintos maternales y que rompía con los valores de una esposa”, su abogado defensor luchó para que los ciudadanos entendieran que era una víctima que sólo se había defendido de su victimario.
Federico Sodi, el fiscal del caso interrogó a la empleada del hogar que recibió una llamada de Nydia para que le llevara maquillaje a la comisaría. La criticó hasta por usar el cabello corto. Una y otra vez, buscó establecer que ella era adúltera y con la ayuda de diplomáticos intentó convencer al jurado popular de que Alberto Márquez era una buena persona y muy trabajador.
En contraste, el abogado Querido Moheno se concentró en presentar a Nydia ante el tribunal como una mujer que había actuado por amor y después por desesperación, no por maldad. “Una buena compañera y una buena madre, es decir, una mujer dotada de los valores y atributos que se consideraban como femeninos, quien había perdido momentáneamente la razón ante el temor irracional y fundado de perderlo todo, su honra, su dinero, su negocio y su futuro”, explica Speckman en su libro.
UN DELIRIO
Los medios de comunicación se convirtieron en la segunda sala del juicio. Cada vez más público acudía a las audiencias abiertas para conocer el caso de viva voz de los implicados.
“Señora, usted que es mujer y que debe haber amado alguna vez en la vida, comprenderá mi delirio, fue el impulso de los celos engendrados por la pasión, no sé, lo único que recuerdo es que tenía las manos metidas en los bolsillos del abrigo y que allí estaba el revólver, que lo tomé nerviosamente y que en vez de quitarme la existencia tiré hacia él”, declaró Camargo. Y concluyó: “Moralmente en aquellos momentos Alberto era a mí a quien estaba matando”.
-¿Se arrepiente de haberlo matado?- le preguntó su abogado.
-Sí, lo juro por mis hijas a quienes tanto quiero- respondió ella.
Durante el juicio, Nydia contó cómo la maltrataba su novio Alberto Márquez y la hacía trabajar muchas horas en un negocio que compartían y luego le quitaba el dinero.
La empleada del hogar de Camargo, Cristina Mújica y una de sus testigos, retrató durante el juicio el supuesto maltrato de Alberto Márquez hacia Nydia:
“Él se levantaba después de la señora, porque ésta tenía mucho que trabajar, y en la cama ella le llevaba el desayuno, comenzando desde ese momento la pelea, por si estaba dulce o amargo, caliente o frío, y todo el día eran gritos y amenazas para la señora que más bien parecía una triste empleada que la señora de la casa, pues sobre ella llovían las malas palabras y algunas veces hasta golpes”.
El 27 de septiembre de 1925 fue la audiencia final y el veredicto del jurado. Su defensa aseguró que nunca habría llevado su caso si ella hubiera asesinado a un hombre honrado, a un héroe, a un benefactor de la humanidad, pero el abogado sentenció que ella mató “en condiciones en que todos nosotros hubiéramos hecho lo mismo”.
“Yo sostengo que esa mujer ha matado a ese hombre en el ejercicio de un derecho, de un sagrado derecho, el derecho de vivir, porque aquel hombre a fuerza de infamias, a fuerza de bajezas, a fuerza de crueldad había hecho imposible la vida de la mujer que se había convertido en su esclava torturada. Mató por su derecho a vivir, no como una mujer esclavizada, sino como una mujer amante y amada”, recopila Speckman del juicio.
Cuatro años después de que el Jurado Popular absolvió a Nydia Camargo y la dejó en libertad, esta figura, que existió desde 1869 en México, fue suprimida. El actor Julio Bracho dirigió en 1964 la película “He matado a un hombre”, basada en este juicio.
Elisa Speckman Guerra es investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Tiene un doctorado en derecho y otro en historia. Esta obra puede consultarse en la biblioteca virtual del Colegio de México y se retoman citas directas con su autorización.
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